Pseudoerotismo y orgasmos mediocres: ¿cómo impacta el porno en tu cerebro?

Eduardo Kurczyn
Dystrophiatas Veritas
8 min readJun 1, 2020

Autor: Eduardo Kurczyn Edición: Juan José Oñate

Introducción
El texto, no es un escrito contra la sexualidad, el erotismo, la identidad o las preferencias sexuales como puede pensarse en primer término. Es en realidad, para revelar como se es engañado y condicionado a una simulación de la vida sexual (o en el mejor de los casos, una vida mediocre) a costa de la salud propia y de los demás.
Al inicio del confinamiento saltó a los titulares el incremento del tráfico de usuarios hacia páginas pornográficas. Esto no es un onanismo inocuo y benévolo que resuelve estado mentales conflictivos como el estrés y la frustración a través del placer. Al contrario, exacerba cualquier estado mental
destructivo, incita a la violencia, deforma la identidad sexual e instiga el conflicto. Partiré además de que: la conciencia diluye en situaciones excepcionales y al perderla se es manipulado por alguien más por lo
que la sola idea de que un ministerio de salud “recomiende” el sexo virtual o como le quieran llamar, es alarmante, pues no lo dice porque sea ignorante, lo dice con conocimiento de causa.
Lo que hace al ser humano un ser viviente único es su sistema nervioso. Está diseñado para automatizar acciones del cuerpo así como también la conducta. Por ejemplo: intentar controlar las respiraciones o el ritmo cardíaco en todo momento y simultáneamente hacer otra actividad es imposible. La excitación
sexual no es la excepción. El presente escrito es una adaptación y traducción del libro de Gary Wilson “Your brain on porn” donde explica lo que acontece a nivel neurológico y las consecuencias que acarrea el consumo de pornografía al cual entre líneas agrego algunas observaciones mías. En la primera parte
abordaré que es lo que sucede en el cerebro.

Querer mas y disfrutar menos: neurobiología de la pornografía
Circuitos cerebrales: Los circuitos más primitivos del cerebro gobiernan las emociones, motivaciones, impulsos, y la toma de decisiones subconscientes incluyendo el deseo, el sexo y el placer. El deseo y la motivación en la
persecución de la excitación sexual dependen de la dopamina, un químico neurotransmisor. La dopamina estimula el llamado “circuito de recompensa” que es donde se experimentan los deseos intensos, ansias por obtener algo, placer, y donde se forman las adicciones también. Este circuito comanda a hacer cosas con el fin de sobrevivir y su funcionamiento se traspasa vía genética.
En la punta de la pirámide de las recompensas humanas está la comida, el sexo, la amistad, las relaciones íntimas, las novedades que son recompensas naturales en comparación con sustancias adictivas. A mayor sea el torrente de dopamina, más se deseará algo, y sin ella se pasará de largo. Es también el indicador con el que se mide el valor potencial de cualquier experiencia, decidiendo a que aproximarse y qué evadir, o dónde colocar la atención además de indicar qué hay que recordar reconectando, creando o
reforzando conexiones nerviosas. La estimulación sexual y el orgasmo son los disparos más grandes de dopamina y opiodes endógenos que están disponibles naturalmente en nuestro circuito de recompensas.
Erróneamente se conoce a la dopamina como la molécula del placer, y es en realidad para la búsqueda del placer y no el placer en sí mismo. La recompensa final o la experiencia del placer involucra la liberación de opioides endógenos (se producen naturalmente dentro del cuerpo). El clímax del placer surge de una gran liberación de estos opiodes. Formas más suaves de este fenómeno son esos momentos de alivio como beber agua fresca en un día caluroso. En contraste, los aumentos de dopamina urgen el terminar en un orgasmo, o encontrar dicha agua para beber.
Si bien la dopamina es al querer y el opiode al placer, estas funciones no están separadas en el cerebro y es remarcable que el sistema dopaminérgico es más fuerte que el opiode, ya que buscamos más de lo que nos satisfacemos pues lo que nos mantendrá con vida es la búsqueda constante y no un estado de
estupor y satisfacción permanente, por lo que pensar en un estado de felicidad sin fin es absurdo.

Sobre-estimulación: En el estado de desequilibrio de la sobre-estimulación crónica (la saturación de un estímulo de forma prolongada e indefinida, o un duro y dale con lo mismo), el querer y los deseos impulsivos se incrementan mientras el gusto y el placer bajan, en pocas palabras: la adicción es querer más mientras gradualmente se disfruta menos. ¿Por qué? La dopamina surge para la novedad: un nuevo dispositivo, un nuevo vehículo, una potencial nueva pareja sexual. La emoción se va cuando los niveles de dopamina
caen, o sea, cuando el mismo estímulo se repite, el interés decae. Wilson observa que la novedad está sólo a un clic con múltiples pestañas abiertas y se puede experimentar “algo nuevo” cada diez minutos o menos. Y lo mismo sucede en cualquier momento como el ocio de navegar en distintas páginas, el
comercio electrónico, una serie, una transmisión por streaming, o un video de cualquier creador de contenido famoso. Aunque los efectos, las consecuencias, y las áreas afectadas del cerebro son distintas.

Estímulos supra normales: Diversos estados emocionales (ansiedad, vergüenza, impacto, sorpresa) no solo elevan la dopamina,
también incrementan los niveles de hormonas de estrés y neurotransmisores (norepineprina, epineprina, cortisol). Estos químicos también incrementan la excitación y amplifican los efectos ya poderosos de la dopamina. Con el tiempo, el cerebro confunde sentimientos de ansiedad y riesgo con excitación sexual, lo que en los usuarios de pornografía explica porque escalan a formas mas extremas. Posteriormente, estos estímulos supra normales se vuelven la prioridad principal, suplantando a los originales donde es mas importante masturbarse con pornografía que el coito con una pareja real. De ahí también que sea esta la razón de que muchas personas toman decisiones en función de que lo prohibido es más excitante.

La estimulación sexual, las sustancias adictivas y los mecanismos neurológicos que comparten: Estudios encontraron que la metanfetamina y la cocaína se apropian de los mecanismos neurológicos que evolucionaron para el condicionamiento sexual. Tanto el uso de sustancias como el sexo, aumentan los niveles de la proteína DeltaFosB, que activa genéticamente las adicciones, y los cambios que se generan son casi idénticos tanto para el condicionamiento sexual como para el uso de sustancias. Los altos niveles de esta proteína reconectan al cerebro para desear “eso” lo que sea que “eso” sea. Ya que múltiples cambios hormonales y neurológicos temporales ocurren durante el orgasmo, no suceden de la misma manera con otros mecanismos de recompensa; de ahí que los dichos de los “expertos” de que todos los mecanismos de recompensa son por naturaleza, iguales, no tiene sustento. La cocaína y la pornografía activan las neuronas sexuales y un atardecer no. Es también erróneo sostener que son equiparables, ya que los mecanismos cerebrales del sexo son particularmente más susceptibles durante la
adolescencia, es decir, sólo la pornografía en línea (y todo lo que se le parezca) tienen la capacidad de modificar el circuito cerebral del sexo y la reproducción además de alterar los gustos sexuales.

Anulando la satisfacción normal: El “mecanismo de atascón” es una ventaja evolutiva que permite anular los mecanismos de satisfacción (“estoy satisfecho”) en una situación de supervivencia. El consumo en exceso de comida (especialmente el azúcar) o de sexo mandan una señal al cerebro de ganar la lotería y desata un poderoso incentivo neuroquímico para tener más. Por ejemplo, los lobos, cuando encuentran una presa jugosa, se devoran hasta 20 libras de carne y en temporada de apareamiento pueden preñar todo un harén. Es justamente lo
que sucede con la pornografía en internet, el cerebro mamífero (más primitivo) asume “mucho” como “valioso” por lo estimulante que es. El cerebro al excitarse no distingue entre la pareja real y la escena filmada y como no tiene fin, puede ir de forma indefinida, sin importar lo que sea necesario. Sin embargo, el cerebro no está preparado para una situación de estimulación sin límite.

La adicción y el condicionamiento sexual: El condicionamiento sexual (lo que excita) y las ansias (por consumir) involucran el mismo cambio en el
cerebro: la sensibilización. El aumento de la dopamina detona la producción de DeltaFosB (un factor de transcripción) que se acumula lentamente en el circuito de recompensa en proporción de la cantidad de dopamina liberada, cada vez que se satisface con recompensas naturales o cualquier abuso de sustancias de la siguiente manera:
La dopamina indica que “esto es importante, debes hacerlo una y otra vez”. El DeltaFosB se encarga de que recordar y repetir esa actividad. Lo hace reconectando el cerebro para desear aquello con lo que te has dado atracones. Al acumularse con cada disparo de adrenalina, la urgencia de repetir la conducta se vuelve más fuerte en cada ciclo. El cerebro vincula las células de la excitación sexual (el Circuito de Recompensa) con las células nerviosas que guardan recuerdos con los eventos asociados a la excitación. La actividad repetitiva fortalece las conexiones, y dentro de estas conexiones están los detonadores, que evolutivamente sirven para detectar y no perder oportunidades. Pero en la adicción los detonadores se manifiestan de más formas. En un alcohólico puede ser el aroma de la cerveza, en un usuario de porno puede ser ver en su teléfono un post de Instagram de una amiga
que le recuerde a una actriz porno. Todo esto sucede de forma inconsciente y lo único que se puede alcanzar a notar es la urgencia de ver pornografía. Si bien después de dos meses del último atracón los niveles del DeltaFosB se reducen, las conexiones que quedan como producto de la sensibilización
durarán probablemente para toda la vida. Además cuando el mismo estímulo se repite, el interés decae.

El cerebro se queda sin frenos: CREB es una molécula que funciona a modo de freno. Irónicamente, altos niveles de dopamina también estimulan la producción de DeltaFosB y de CREB. Esto es un mecanismo de balance que no se desarrolló lo suficiente para lidiar con reforzadores como el alcohol, sustancias, o pornografía, que fácilmente pueden anular cualquier mecanismo de satisfacción (incluido el CREB). El efecto que produce el CREB al inhibir el placer es llamado desensibilización y esta lleva a la tolerancia es decir, la
necesidad de una mayor dosis para obtener el mismo efecto. Esto nos deja aburridos, insatisfechos, y buscando cualquier cosa que incremente los niveles de dopamina. En el caso del consumidor de pornografía, se traduce en más pornografía con escenas mas intensas.

La sobre-estimulación induce dos efectos opuestos: El fenómeno es una cuestión de “timing”. Los picos de dopamina se dan antes de la ingesta de la
sustancia o la masturbación, y se manifiestan como ansias. Pero la exposición al viejo estímulo libera menos dopamina y menos opioides (desensibilización). Esta caída del placer ocurre ya durante el uso de
sustancias o la masturbación. La actividad se experimenta como menos placentera, incrementando las ansias de ir por más. De ahí la transición del clip de la rubia, a la morena, luego la asiática complaciente y luego las tres juntas haciendo todo lo que su cuerpo les permite con otros 7 tipos, sólo por poner un ejemplo sin lujo de detalle.
Es momento de reflexionar acerca de los gustos y aquellos estímulos que excitan, si realmente es “por que se desea” o porque ya nada satisface. O bien, sobre el practicar algo que no es del todo placentero pero que quizás se crea erróneamente que es normal hacerlas. El origen de preferencias y comportamientos está en la adolescencia, de lo que se habla a continuación.

Si quieres revisar directamente las investigaciones, revisa el Apéndice 1. Está en español pero cada liga te llevará al artículo en inglés.

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