Salida en falso: efectos nocivos de la pornografía en adolescentes.

Eduardo Kurczyn
Dystrophiatas Veritas
4 min readJun 2, 2020

Por Eduardo Kurczyn Eidición: Juan José Oñate

Para leer la parte uno, da click aquí.

Lo que mal inicia, peor termina.

A diferencia de sus predecesores, un milenial (y los que le siguen) vincula su excitación sexual a la pantalla, a la novedad continua, al voyerismo, a actos más extraños y eventualmente necesitará pornografía para lograr una erección y mantener la excitación.

Se asume que sólo basta con decirle a los adolescentes que el porno no es “real” para que dejen de verlo. El problema es que se obvian los efectos inconscientes del consumo. Veamos: Conscientemente lo que aprende es “entonces, así son las relaciones sexuales y es como yo debería de hacerlo”. Inconscientemente es “esto me prende”. En el cerebro, la excitación y la masturbación es igual al aumento de dopamina y opioides en el Circuito de Recompensa. Ejemplo:

Gabriel está “conscientemente” aprendiendo que a las mujeres les agrada que eyaculen en su cara, pero inconscientemente está aprendiendo que eyacular en la cara de una mujer “le excita”. Este tipo de aprendizaje o condicionamiento sexual inconsciente es propicio cada vez que Gabriel consume pornografía y este mismo proceso aplica con cualquier otro acto sexual que encuentre en lo que ve. Gabriela por otra parte aprenderá que lo que se espera en ella es que se preste a esta acción y se condicionará de la misma forma. Como resultado, el cerebro adolescente moldeará expectativas irreales y/o se someterá a vejaciones durante su vida sexual.

Premios de consolación: Según las preferencias tomen forma, el cerebro grabará lo que estimula y se sensibilizará a ello. Sin embargo, cada vez que se forma una nueva conexión, no hay forma de saber que reacción detonará en el futuro. Así, como el cerebro del perro de Pavlov aprendió a salivar con la campana, el consumidor de pornografía aprende a asociar diferentes estímulos a sus erecciones. El circuito cerebral de recompensa no está consciente de que la campana no es comida, o de que ese estímulo “no es” pornografía. En pocas palabras “me excita, lo quiero” pero no valida que efectivamente lo sea. Incluso si la pornografía no es tan “intensa” y no ha desarrollado algún fetiche inducido por ella, la forma por la que se obtiene gratificación sexual forma hábitos: buscar y buscar hasta llegar a la escena correcta para el clímax, ver el teléfono antes de dormir? Quizás esto es tan recurrente que los consumidores no recuerdan su vida antes de eso.

Cada uno de estos detonadores encienden el circuito de recompensa con la promesa de sexo, que no será sexo. Las células nerviosas solidifican estas asociaciones con excitación creando nuevas ramificaciones para fortalecer las conexiones. Resultado: terminar siendo un voyerista, dando clic a mas videos, ver pornografía para poder dormir o buscar el final perfecto para poder eyacular. En resumen: una dependencia a una simulación mediocre de las relaciones sexuales, al igual que la moneda fiat a la prosperidad económica.

El efecto en la adolescencia: la función de la adolescencia (hasta los 24 años) es aprender todo sobre el sexo (consciente o inconscientemente). Para lograrlo, el cerebro conecta señales sexuales del ambiente, de manera más rápida y fácil que los adultos. Los adolescentes son más vulnerables porque su circuito de recompensa está sobre-revolucionado (va en quinta, para quien maneja estándar), producen picos más altos de dopamina con los estímulos de internet, pero se aburren fácilmente (situación exageradamente problemática en los consumidores de porno). Sus cerebros son más sensibles a la dopamina y también producen más DeltaFosB (para recordar y repetir). O sea, el extremadamente sensible cerebro adolescente es más vulnerable a la adicción. Esta realidad neuroquímica les urge a definir el sexo de acuerdo a aquello que les ofrezca más estimulación sexual.

El cerebro se encoge después de los 12 años, mientras billones de conexiones nerviosas son podadas y reorganizadas. Este proceso se da con la lógica de “úsalo o piérdelo”. De ahí que nuestros recuerdos más fuertes y duraderos, así como los peores hábitos, surgen en la adolescencia. El cerebro de nuestro adolescente se condiciona a la pornografía a tal grado que el sexo eventualmente se siente como una experiencia totalmente ajena. Es probable que, ya en sus veintes, un adolescente no esté precisamente estancado en los mismos condicionamientos que sus años previos, pero estarán enraizados profundamente en su cerebro.

Fetiches raros: El condicionamiento sexual es limitado pero maleable. Investigaciones mostraron que los hombres que ven pornografía y al mismo tiempo veían un objeto completamente fuera de contexto como una jarra de monedas o un zapato negro, se excitaban posteriormente (con erecciones ) con ese zapato o jarra sin necesidad de ver pornografía.

En las mujeres ver pornografía tiene la habilidad de anular la sensación de asco e incrementa el deseo de hacer algo que una mujer que no ve pornografía encuentra repulsivo, paralelo a los hallazgos de los hombres que escalan en aquello que los excita. No hay una diferenciación sustantiva de los efectos entre hombres y mujeres.

Esto deriva en problemas concretos de salud, y sociales como:

Disfunción eréctil
Anorgasmia
Confusión de preferencias sexuales
Agresiones sexuales.

Si quieres revisar directamente las investigaciones, revisa el Apéndice 1. Está en español pero cada liga te llevará al artículo en inglés.

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