LA AGENDA DEL CAMBIO CULTURAL

Mosaico
Editorial
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3 min readSep 2, 2016

Por Rab. Sergio Bergman

El soporte de la ciencia y de la academia tiene que ser tomado como el punto de partida para la conversación y el intercambio. Hemos transcurrido milenios donde descubrimos que la discusión y el desafío que tenemos no es ni técnico ni científico, sino ético. Por lo tanto, esta conjunción de que necesitamos la ciencia, pero la conciencia es lo que lo resuelve, forma parte de un primer diálogo que nosotros tenemos que enriquecer.

En definitiva, bajo el mismo concepto se imprime lo interreligioso y lo intercultural, donde quizás el debate que tenemos de fondo es discernir entre medios y fines. Por ejemplo: cambio climático tiene un componente duro, científico y requiere respuestas técnicas. Y sin embargo, es solamente un despertador, un indicador, es la alarma tarde y mal porque no pudimos ver temprano y bien y descubrir que esto es inviable. Nosotros solamente respondemos frente al límite ya agotado de todo, está en la esencia de la humanidad.

Lo que tenemos es crisis de valores. Cambio climático es un enorme desafío pero no es un fin, es un medio. Tenemos que resolverlo. Pero no estamos convocados para y por el cambio climático, sino a través de la urgencia emergente de este fenómeno estamos dispuestos a cuidar la Casa común. Debemos volver establecer una agenda donde la primera sustentabilidad que nos compromete no es ni la del medio ni la del ambiente, sino la humana.

Todos estamos convocados a inscribir esta agenda dentro de una política de Derechos Humanos. Es también desde el punto de vista de la sustentabilidad humana volver a poner la dignidad de las personas en las dimensiones de los mínimos umbrales de la dignidad que son obligaciones de los Estados. La política es la única que tiene escala para impactar en la realidad y transformarla en bien común. Y de ahí que la sociedad civil y todos sus soportes, incluyendo las religiones, hemos aprendido que debemos migrar de lo testimonial y que lo interreligioso no sea un fin, sino un medio.

Debemos anteponer el bien común construyendo consensos a través de la única herramienta que lo cultural y espiritual de lo humano pudo desarrollar. La democracia en nuestras instituciones es un instrumento para propiciar diálogos. Hemos confundido y degradado el diálogo en una sucesión ordenada de monólogos.

Esto nos lleva al último desafío: cómo hacemos para subordinar autoridad y poder institucional a la misión, y no al revés. De esto no está exenta la religión ni tampoco hoy en día el diálogo interreligioso e intercultural. Que estemos juntos no es garantía de que estemos unidos ni que tengamos una agenda común.

No hay nada más urgente, como lo que plantea esta agenda de cambio climático, que el mediano plazo. Y eso es un cambio cultural. No estamos acostumbrados a anunciar como urgencia el mediano plazo, que comienza hoy. Por eso no somos hijos del destino sino constructores de un futuro que hacemos en el presente.

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