El enojo

Reflexión

Eduardo Escobar
Eduardo Escobar

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Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse. Santiago 1:19

El enojo no es el problema. Mi pecado es que mi enojo es motivado por razones pecaminosas y expresado de maneras que no honran a Dios.

Debo reconocer que mi enojo está motivado constantemente por egoísmo, orgullo y miedo. Me molesta que el universo no obedezca mi voluntad. Me llena de furor que los que me rodean no aprecien lo que soy para ellos. Me inquieta demasiado cuando la vida no me da lo que yo considero merecer. Mi enojo viene de ser ególatra.

De la misma manera, no puedo negar que expreso mi molestia de manera que deshonro a Dios y no amo a los que están cerca de mí. Mi ira se expresa con palabras sarcásticas, irónicas, e hirientes. Suelo destruir moralmente a los que me molestan. Tiendo a ser violento y destructivo desde mi corazón. Mi enojo se expresa lleno de injusticias.

Sin embargo, Dios no es así. Su enojo es santo en todos los sentidos. Desde su motivación hasta su expresión, Él se enoja justamente. Su ira viene de la injusticia de nuestra maldad. Su furor se expresa de manera justa. Es por eso que, aún en su enojo, Él es glorioso. Su ira es justa y gloriosa.

Gracias a su misericordia, Él ha decidido manifestar su esplendor no sólo a través de su ira justa, sino también de su perdón justo. Jesús tomó la ira que yo merecía. Entonces, su enojo justo queda satisfecho.

Por mi enojo pecaminoso, soy merecedor de su justa ira. Pero por su perdón, hoy recibo su amor inmerecido.

Gracias Señor por tu gran justicia, gracias por tu perdón, gracias por la gloria manifestada en tu furor. Amén.

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