Frustración ministerial

Cuando el ministerio no satisface

Eduardo Escobar
Eduardo Escobar
4 min readOct 9, 2017

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Un sentimiento común

Si tu has estado sirviendo en el ministerio cristiano, en especial el pastoral, conoces este sentimiento: frustración. Te esfuerzas por dar lo mejor y recibes críticas. Sacrificas tu descanso sólo para darte cuenta que nunca es suficiente. Colocas tu fuerza y energía en una actividad y, a cambio, hay ausencia, apatía, y muchas excusas.

Te tengo una noticia: no eres el único. Esta situación es común para todo aquel que se involucra en el servicio cristiano. A veces pensamos que somos los únicos con este sentimiento. Consideramos a otros ministerios, iglesias o pastores como satisfechos y libres de frustración. Pero esto no es así.

No importa el tamaño de la iglesia, si eres voluntario o recibes un sueldo, o si tienes mucha o poca experiencia. Tarde o temprano, y frecuentemente, te sentirás frustrado.

El corazón del problema

¿Cuál es el origen de este problema? Regularmente tendemos a colocar la culpabilidad en algo externo a nosotros. Podemos pensar que es la iglesia que no aprecia nuestros esfuerzos. Los cristianos que pastoreo son malagradecidos y carnales. O simplemente, consideramos la idea que ni siquiera son verdaderos creyentes.

Y aunque esto puede ser verdad en algunos casos, el origen de la frustración no está en el pecado de la iglesia. Está en el tuyo. Todos los que servimos en alguna área del ministerio cristiano luchamos, en nuestros corazones, con la mentira de que el ministerio puede satisfacernos.

Si espero que el ministerio me dé identidad, valor y seguridad, le estoy pidiendo que me supla de aquello que sólo es posible encontrar en Cristo: salvación. Esto se llama idolatría y es pecado.

Es cierto que en muchas ocasiones las personas a las que servimos no apreciarán lo que hacemos, criticarán nuestro trabajo y lo compararán con el de otros. Pero la frustración viene de colocar mi identidad en el aprecio, crítica y comparación del ministerio. Y si mi valor se encuentra en lo que hago, ya no se encuentra en lo que Cristo hizo por mí.

El ministerio es insatisfactorio porque consiste en un pecador sirviendo a pecadores. En este escenario siempre habrá algún grado de ingratitud, envidia y orgullo. No podemos esperar que el servicio justifique mi vida delante de Dios y las personas. El ministerio en sí mismo no podrá satisfacerte y salvarte. Somos culpables de idolatría, y la frustración que sentimos es un síntoma de la esclavitud del ídolo del servicio cristiano.

Arrepentimiento profundo

¿Qué hacer entonces? Arrepiéntete. Hay un mejor salvador para ti: Cristo. Como ministros debemos arrepentirnos constantemente de colocar nuestra esperanza en el desempeño ministerial, reconocimiento y éxito. Esto es pecado. Es cambiar la gloria de Dios por la del servicio.

Debemos arrepentirnos por las palabras duras, la actitud cortante, y los actos hirientes que tomamos cuando nos sentimos frustrados. Pero debemos ir más profundo y reconocer, delante de Dios, que le hemos menospreciado al buscar salvación en nuestro trabajo. Pidamos perdón por tratar al ministerio como si se tratará de mí, y no de Él.

Además, en muchas ocasiones lo debemos hacer públicamente. Nuestra frustración resulta en no amar a la iglesia. Los ancianos, diáconos, staff y congregantes notan nuestra frustración expresada en ira, impaciencia y reproche. Si Cristo murió también por sus pastores, podemos reconocer que también somos pecadores y guiar a otros a hacer lo mismo.

Cristo es mejor que el ministerio

¿Es suficiente arrepentirse? No, necesitamos confiar en la suficiencia de Cristo. Examina tu corazón y pregúntate: ¿Cuándo me siento frustrado en el ministerio? ¿Es en la crítica, la apatía, la falta de reconocimiento o la comparación? ¿Qué es lo que tu corazón secreta y cautelosamente busca en el ministerio? Puede ser admiración, poder, aceptación, o reconocimiento. O todas las anteriores. Toma unos minutos y examina tu corazón.

¿Cuál fue tu dictamen? (también sirve preguntarle a alguien de confianza que te ame). Déjame darte dos ejemplos:

Si lo que buscas es admiración, mira a la cruz. En la cruz Jesús te dice que no eres digno de ninguna admiración. Eres tan pecador que merecías toda repulsión. Sin embargo, fue Cristo el que fue repudiado en la cruz. Las personas se burlaron de Él. Lo despreciaron. Le abusaron. Murió como lo peor de lo peor. Él tomó tu lugar para hacer de ti un ser glorioso. Hoy aún eres imperfecto, pero mañana serás persona glorificada. Y entonces serás tan lleno de gloria que no buscarás admiración propia, sino la de Aquel que hizo todo esto posible. La cruz nos hace desviar la admiración de nosotros a Él.

Pero si para ti el ministerio se trata de poder, mira a la cruz. Ve tu impotencia. Tú estabas tan mal que no podías solucionar tu miserable condición. Lo tenía que hacer Aquel que todo lo puede. Míralo y ve como Él tomó tu debilidad. Callado, desnudo y agotado. Así murió. Lo hizo para darte a ti su fuerza. Para que tu debilidad de carácter, espíritu y fuerza sean derrotadas. Hoy aún con reminiscencias de la fragilidad, mañana llenos de la fortaleza de Dios. La cruz nos hace fuertes, a tal grado, que podemos reconocer nuestra debilidad.

En todo lo que buscas, Cristo es mejor que el ministerio.

Ministerio centrado en el Evangelio

Mientras busques tu salvación en el ministerio, siempre vivirás frustrado. Así como la persona que espera que saciar su hambre en chatarra, el que trate de encontrar su plenitud en el servicio cristiano vivirá insatisfecho y lastimará a la iglesia.

Pero si tu identidad se encuentra en Cristo, y no en la iglesia o tu desempeño, tu satisfacción será inamovible y tu servicio lleno de gozo.

Pero los exhorto a temer al Señor y a servirle fielmente y de todo corazón, recordando los grandes beneficios que él ha hecho en favor de ustedes.

1 Samuel 12:24

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