Ver un amanecer nunca pasa de moda… Fotografía por Agata, vía Pexels.

2019 y el amanecer de un nuevo día

De cierto les digo que, al que madruga, Dios le ayuda

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
Published in
5 min readJan 3, 2019

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Algo curioso pasó esta, la mísmisima segunda madrugada del año 2019.

No soy un tipo sentimental, pero siempre que observo el amanecer, quedo cautivado.

Nunca aburre. Nunca pasa de moda. Y nunca puedo verlo sin ponerme a reflexionar.

Y vaya que reflexioné.

Miércoles 2 de enero, 5:30 A.M.

Sonó la alarma, confirmando que la noche anterior no olvidé re-programarla después de unas largas y merecidas vacaciones. Quizás más largas que merecidas, aproveché las vacaciones de fin de año para resetear mi vida. Todo el año mantuve a la perfección la rutina que instauré en 2017 y que perfeccioné en 2018.

Pero hoy pasó algo extraño.

No todos los días lo hago, pero hoy, al despertar, levanté mi adormitada cara y la apunté hacia afuera de la ventana. No extraño que vea el amanecer cada mañana, pero hoy me cautivó más de lo normal. El cielo estaba oscuro y un raya horizontal comenzaba hacer una cálida marca en su espesa oscuridad. La Luna y, lo que tuvo que ser un planeta, me dieron los buenos días con espléndido brillo.

Como dije, no todo los días me detengo a apreciarlo.

Cada mañana me despierto a las 5:30 A.M. y no más de cinco minutos después estoy terminando de hacer mi cama. Tomo mi agenda de Darth Vader, la cual es de esas agendas que está encuadernada con anillos metálicos dentro de los caules escondo un bolígrafo que utilizo todas las benditas mañanas para escribir en mi diario mientras cago.

Sí, yo sé que suena descabellado.

Aunque no lo crean, ahora puedo levantarme justo cuando me despierta la alarma de mi teléfono. Detrás de mí están los días en los que ocupaba hasta tres alarmas y en los que abusaba con convicción del botón de snooze para exprimir hasta el último segundo de mi breve letargo.

Y sí, también sé que suena descabellado, pero escribo en mi diario mientras estoy cagando en la mañana.

Agregar una rutina que me toma de 15 a 20 minutos cada mañana antes de ir al gimnasio me ayuda a comenzar el día enfocado porque me obliga a despertar y comenzar a ejercer disciplina desde que abro los ojos. Sin mencionar que el hábito de escribir cada mañana ayuda a despejar la mente y a botar todas las molestas dudas e inseguridades persistentes que tengo en la cabeza.

Al inicio escribía –o trataba de escribir– mis sueños, me obligaba a hacer el esfuerzo de recordarlos, pero con el tiempo comencé a escribir mis expectativas de lo que tenía que hacer en el día y a trazarme metas. Admito que muchos días ventilé de manera escrita las frustraciones que tenía de mi vida y del trabajo y, cada vez que lo hice, me liberó.

Genuinamente me pongo de pie y me siento más ligero.

Realmente mis nalgas se comenzaron a despegarse de la taza del excusado, dejándolo de besar, mucho más rápido de lo que lo hacían al encontrarse. Ya fueran incoherentes sueños, frustraciones o retos, todos comenzaron a quedar en el diario o en dentro del inodoro.

Una vez descargado paso a la cocina, como mi refrigerio y me voy para el gimnasio. Hago ejercicio y genuinamente parezco Rocky Balboa porque continúo teniendo victorias.

Esta es la clave.

A las 9:00 A.M., cuando atravieso las puertas de la agencia para comenzar a trabajar, ya tengo más de tres horas dedicadas para mí exclusivamente. Estas son pequeñas victorias. Realmente lo son, porque las primeras horas del día son para mí. No son para mi jefe ni para ningún proyecto o cualquier agente externo que demande y arrebate mi atención de lo que es importante.

A veces, y por la razón que sea, levantarse para ir a trabajar puede ser un tormento. Quizás no te guste madrugar o quizás no te guste dónde trabajas o quizás te aventaste a ser emprendedor y no tienes ni puta idea de qué se supone que deberías estar haciendo y prefieres la falsa comodidad que te brinda tu cálida cama.

No lo sé, la vida es difícil y es fácil perder perspectiva de lo que estamos haciendo o por qué lo estamos haciendo.

Y mientras conseguir mis victorias me ayuda a comenzar el día con agencia y tomar la motivación por la fuerza cuando no la tengo, no siempre es fácil levantarse, pero el cielo siempre me saluda y hoy no pude evitar preguntarme, ¿por qué causa gran impacto y nostalgia ver el amanecer –o el atardecer– y cómo es posible que nunca aburra?

No me molesté en buscar las respuestas en Google porque esta mañana, mientras retomaba mi sagrada rutina diaria, encontré una respuesta.

Quizás está en la biología misma y la razón por la que siempre nos llena de hermosa nostalgia ver al cielo en una hora de ocaso es porque comunica un mensaje muy claro: lo lograste. Lograste sobrevivir y conseguiste ver un un día más. Literal y proverbialmente, viste un día más.

Justo ése fue el sentimiento que tenía hoy que oficialmente comenzó un año más de aventuras.

Es claro que no logré todo lo que queria el año pasado, pero sí avancé mucho.

Definitivamente estoy mucho más lejos de dónde me encontraba hace exactamente un año. Para algunos, como Ben Hardy, esto es más importante que simplemente alcanzar una meta o hacerlo “rápido”. Yo también lo creo.

Hay que recordar detenerse a apreciar la vida y valorarla por lo que es: una caprichosa mezcla de momentos malos y pequeñas victorias.

Disfrutemos las pequeñas victorias.

“Geographical conditions indicate an aesthetically pleasing view nearby. Organic life forms may wish to take note.”

Cita e imagen de Mass Effect 2. Contribución de OFF.

No olviden “aplaudirme” por haber escrito algo fuera del baño y, más importante aún, haberlo publicado. Tampoco olviden revisar mis blogs para más contenido genial como éste.

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