Autobuses, la vida y las reflexiones de un viejo hombre

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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4 min readMar 19, 2015
Imagen cortesía de elsalvadoreshermoso.com. Gracias, muy finos.

Siempre bromeo con el hecho que este año cumpliré 30 años autonombrándome “viejo”. Creo que lo hago de una manera tan casual y relajada porque una de mis prerrogativas en la vida es simplemente no tomarme tan en serio a mi mismo. ¿Y por qué debería? Tomarse en serio a uno mismo demasiado le quita la diversión a la vida, tomarse muy enserio a uno mismo es uno de los caminos que te lleva a darle demasiado peso a opiniones que las otras personas tienen de ti.

¿Vieron ese trozo de reflexión? Así soy ahora. Vivo enfocado en buscar las cosas sencillas que me hacen feliz sin poner atención a lo que el público piense. Uso mi habilidad de sobre-analizar las cosas para armar consejos y encontrarle el lado positivo a las cosas. Soy el hombre atemporal, un viejo en el cuerpo de un joven adulto.

Sin embargo, la faceta de hombre viejo que es más preponderante que las mismas canas que para mi desmayo surgieron buenos dos años antes de cumplir los 30, es la de ver la tecnología y la sociedad cambiar radicalmente y no sólo ver los cambios sino que aferrarse a ciertas cosas antiguas porque son las cosas que conozco.

Soy aficionado a la tecnología y si bien no soy un early adopter, sí sigo la tecnología porque me apasiona ver su evolución y constate cambio. En una paradoja impulsada por nostalgia, no obstante, todavía compró algunos CDs, DVDs o Blurays de vez en cuando y aprecio profundamente leer libros y sentir el papel en mis dedos. Lo hago porque quizás estuve acostumbrado a estos artefactos en ese formato por mucho tiempo… Pero de nuevo, quizás me recuerdan una época más sencilla.

Cuando estaba en el colegio me juntaba con mis amigos más cercanos y emprendíamos largos viajes en bus para poder incursionar a tiendas de discos que tuvieran los CDs de nuestras bandas de punk-rock favoritas, buscar el más reciente video juego, comprar el DVD de alguna película vieja o lanzar una búsqueda implacable para encontrar lugares donde vendieran comics.

Era una época dónde servicios para traer mercancía comprada por internet estaban lejos de aparecer en el país. Era una época en la comprabas un CD oscuro de una banda que te gustara o de una banda que no conocías y que estaba en la sección de tus bandas favoritas y simplemente esperabas lo mejor de ese CD. Era una época en la cual, si no comprabas el más reciente juego de The Legend Of Zelda el día que lo traían a la tienda de video juegos, podías quedarte sin una copia y pasarían un par de semanas antes de que se reabastecieran. Era una época más sencilla.

Recuerdo con cariño esas aventuras y quizás lo hago porque había algo más importante que ir a un centro comercial lejano a comprar algún producto, el viaje era una aventura completa. Los dos amigos con los que hacía esos viajes se volvieron mis mejores amigos en gran parte por todos esos momentos que pasábamos juntos viajando en bus.

Mi primo y yo solíamos cantar a viva voz canciones de Bad Religion cuando viajábamos en bus; a veces recuerdo esto y no logro explicar como no me daba pena ir poniendo un show móvil, tampoco sé porqué nunca nos ofrecieron alguna moneda… quizás cantábamos muy mal. Si no cantábamos, íbamos bromeando o haciendo alguna estupidez. Una vez íbamos de pie y disfrutábamos de la conducción temeraria del denominado “busero” dejando que la aceleración nos moviera como muñecos de trapo. Todo fue diversión y juegos entre empujones y jalones hasta que uno de nosotros estuvo apunto de caerle encima a una señora que estaba sentada.

Hace más o menos 12 años el peligro de viajar en bus era evitar caerle encima a una señora por estar haciendo payasadas. Ahora el peligro de viajar en bus es que pueden asaltarte o inclusive matarte en el proceso de asaltarte. Esta noción me destruye porque ya tengo edad suficiente para ver cómo han empeorado las cosas en mi país, El Salvador, justo como lo hicieron mis padres antes de mi y mis abuelos antes de ellos.

Me entristece ver cómo las cosas no parecen mejorar. Cómo los políticos parecen no inmutarse ante esta tragedia continua, creciente y sin final aparente, y no hay problema mientras los votantes sigan votando por ellos aún si así es manipulados por campañas con promesas vacías y canciones armoniosas pero hipócritas.

Realmente me parte el corazón la idea de no poder ofrecerle a mis hijos viajes en bus donde puedan volverse mejores amigos con alguien. Me llena de tristeza no poder educar a mis hijos en el valor de tener un carro mandándolos a transportarse en bus antes de darles uno. Simplemente quisiera no resignarme a pensar que la violencia eventualmente no dejará que mi familia pueda manejarse sin temor en las calles de su país.

Quizás por estas razones es que, por el momento, no tengo planes ni deseos de tener hijos ni familia. Siento que necesitamos arreglar un poco esta caótica sociedad en la que “vivimos” antes de decidir sumar más personas a la ecuación.

Puede que esté viejo, pero no por sentirme viejo y cansado, tampoco es por tener algunas canas o por estar a punto de cumplir 30, estoy viejo porque pienso en estas cosas, porque además ya vi muchos cambios y muchos de estos me hacen añorar aquella época sencilla. Añoro cuando podíamos viajar en bus sin mayor preocupación cantando canciones de bandas desconocidas a extraños.

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