Cómo el Grinch se robó el día de San Valentín

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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3 min readFeb 15, 2016
Un puñado de nada para ti, Charlie Brown.

Era febrero y todos los niños y niñas del quinto grado,
Esperaban con alegría celebrar el día del enamorado.
No así Eduardito, el solitario niño en la esquina del salón,
Quien genuina y verdaderamente detestaba la ocasión.

Eduardito odiaba el Día de San Valentín y amaba odiar el amor.
Intrigante y sombrío caso del cual nadie sabe qué era incitador.
Quizás su madre no lo abrazó lo suficiente.
Quizás el cariño de su padre fue deficiente.
Pero sin mayor especulación creo que la más obvia razón,
De seguro tuvo que ser que había un hoyo en su corazón.

Aislado por no ser popular, este pequeño paria de la sociedad,
Contemplaba desde lejos a sus compañeros con la más fría seriedad.

Todos habían colaborado para preparar el aula con adornos de muchos colores.
Y por supuesto habían tarjetas así como dulces y chocolates de muchos sabores.
Gran abundancia de tanto jolgorio y alegría,
En antelación y anticipación a tan grandioso día.

Tanto romance y empalago exasperaban al pequeño gamonal.
Quien no lograba ni entender objeto de tan absurdo ritual.
“Máximo esfuerzo, tiempo y dinero para conseguir un beso,”
Despotricando que, “el resto de días del año, había nada de eso”
Esperando todo el año para desperdiciar con cursilería y bobería.
¡Todos los años el mismo espectáculo lleno de bobería y cursilería!

Mientras nuestro adorable anti-héroe más pensaba en la situación,
Más crecía en él el ardiente deseo de destruir el día con convicción.
“Diez largos años he tenido que soportar este festejo,”
“¡Llegó la hora de ponerle alto, aún a costa de mi pellejo!”

Pero ¿cómo detener la intrínseca maquinaria superficial,
De este día y celebración tan comercial?

Fue entonces cuando tuvo la idea, la nefasta y funesta idea.
Eduardito tuvo la nefasta y funesta pero esplendorosa idea.

Durante el recreo y antes de la celebración,
Mientras sus compañeritos desalojaron el salón.
Eduardito tomó una negra bolsa de basura,
Para robar a todos de la fiesta con usura.

Con malicia pero sin piedad comenzó el secuestro
De todo indicio de festividad en su encuentro.
Guardando en su negro pero amplio aunque hechizo bolsón,
Hasta el último adorno, tarjeta, dulce, galleta y bombón.
Enajenado por estar canalizando al personaje del Doctor Seuss,
No advirtió que sus acciones eran tan repugnantes como la pus.

Muy orgulloso de si mismo por haber limpiado el local de corrupción,
Fue rápido y diligente a deshacerse de la evidencia de senda inmolación.
Dio su merecido merecido a cupido, poniendo fin a su día,
Cuando colocó su botín entre la bazofia, mugre y porquería.

Ahora sólo restaba regodearse en su obra con la alegría que le traería
Ver la tristeza, dolor y llanto que descubrir la sintética tragedia ocasionaría.

Nada grata sorpresa le fue descubrir en lugar de desconsuelo,
A niños y niñas bailando como buscando destruir el suelo.
¡Sí! Las infantes parejas festejaban su amor,
Y el joven Eduardo se sentía como un perdedor.
Su maquiavélico y egoísta plan había fracasado,
Ya que el día de San Valentín no había sido aplazado.

“Para disfrutar con tu persona especial,
No necesitas nada de índole material.”
Decía el optimista e idealista profesor,
Mientras ponía música en el reproductor.

Al final tanto ardid, despotrique y ansias de destruir,
Trajeron para Eduardito más soledad, dolor y sufrir.

Ya sin más lugares dónde esconder,
Y para agravar con creces su entristecer,
Nuestro miserable y pequeño escolar,
No tuvo más opción que aceptar,
Que con desespero buscaba ocultar la triste realidad,
Que sí tenía corazón y que este marchitaba en soledad.

“Si no estuviera solo y tuviera una dulce niña con quién compartir mi corazón,
Ciertamente cada día que estuviera junto ella sería un día de celebración.”
Exclamó con tristeza pero con la esperanza del futuro prometedor,
Porque probablemente él haría mucho dinero como estafador.

No soy poeta ni escritor de cuentos infantiles pero espero que te haya gustado este experimento y me lo demuestres con un .

Obviamente debo mi “inspiración” al clásico cuento del Doctor Seuss:

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