La educación es una agravación

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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4 min readMar 25, 2015
La Escuelita del Chavo del 8; imagen de rebloggy.

Nunca estuve convencido completamente de estudiar ingeniería. De hecho cargué estas dudas aún en mi primer año. Principalmente porque no estaba seguro de qué era la Ingeniería Civil cuando elegí la carrera; de hecho no supe con claridad qué era quizás hasta el tercer año de mi carrera. Elegí Ingeniería Civil porque me gusta la matemática y la física y porque además me pareció interesante el hecho de que “tiene que ver con la construcción”. Los jóvenes necesitan guía, necesitan que les sea compartido el pan del conocimiento por la gente que ya estuvo en su posición de tomar una decisión importante.

Yo sé que si yo hubiese tenido mayor guía y consejo quizás hubiera elegido otra carrera. Mi lista de opciones tenía: 1. Ingeniería Civil, 2. Arquitectura y 3. Leyes. Si una carrera como Leyes está en esta lista es porque hay inquietudes sobre otros campos del saber que claramente no había explorado. Hoy creo que agregaría a la lista Economía, Administración e inclusive quizás Periodismo.

Cuando comencé la universidad no tenía convicción por graduarme. Cómo podía tenerla si ni siquiera sabía qué estaba estudiando ni porqué. Comencé la universidad tomando malas decisiones, dedicando demasiado tiempo a mi banda de punk-rock sin compensar de manera consciente y consistente las horas de estudio. No era irresponsable, sólo reprobé dos materias aunque sí destruí mi promedio de notas, no suficiente para no poder egresar pero sí lo suficiente para parecer un estudiante mediocre.

Cuando llegué a tercer año estaba sufriendo por haber dejado la materia que me permitía llevar el currículo completo de las materias de mi carrera y caí en cuenta de que, convencido o no, estaba botando el dinero de mis padres y tenía que limpiar mi acto. Tenía convicción finalmente, pero me faltaba guía.

Es curioso lo que “decidimos recordar”. Como todos sabemos, guardo las cosas negativas que me han sucedido porque de ellas rescato lo que me puede hacer mejorar, léase material para blogs, y dejo que esa marca quedé ahí para no olvidar. El dolor de lo negativo es fuerte y por eso lo recuerdo. No obstante nada se compara con el refuerzo positivo. No puedo recordar el día, ni el contexto, ni la clase en la que un profesor me dijo con gran descaro “nunca serás ingeniero”, sin embargo, recuerdo a la perfección los momentos en los que un profesor me aconsejó fuera de clases y me animó a no darme por vencido porque veía potencial en mí mas allá del que una nota en un examen reflejaba.

Nunca olvidaré al Doctor-Ingeniero José Carlos Hasbún, por cómo me apoyó y me motivó a no rendirme cuando estuve a punto de tirar la proverbial toalla. Recuerdo con cariño sus consejos y anécdotas, muchos de los cuales me ayudaron a tomar perspectivas diferentes que no sólo me salvaron en aquella época sino que se mantienen conmigo hasta hoy. Aunque él no estuvo involucrado en mi proceso de graduación dediqué mi tesis, en parte, a él. Lo hice porque sé que si tengo algo de buen ingeniero se lo debo a él porque me enseñó el valor de que el conocimiento académico es tan importante como tener sabiduría en la vida.

Siempre tuve la paciencia para explicar. Fui el tutor personal de matemáticas, física y química de mi hermana no sólo en el colegio pero también en la universidad. Esta experiencia con el Dr. Hasbún me inspiró de tal forma que decidí convertirme en instructor y compartir mi conocimiento y experiencias. Eventualmente fui jefe de instructores. (Por instructor me refiero a asistente de cátedra y por jefe de instructores a jefe de los asistentes y ayuda principal del profesor) El cuento de hadas era real: pasé de ser vil pordiosero a ser noble caballero en el mundo académico.

Cuando comencé a dar clases lo hice con un gran entusiasmo. Quería ser el profesor relajado pero firme y justo. Sobretodo quería compartir los conceptos, las ideas y la filosofía detrás de las fórmulas físico-matemáticas y no únicamente decirles cómo resolver con trucos un problema de Mecánica de Materiales. Realmente quería darles guía contándoles cómo había sido mi experiencia cursando las materias que ellos estaban cursando en ese momento. Realmente quería ayudarlos como no lo hicieron los asistentes de cátedra cuando yo estaba en el puesto de estudiante.

Descubrí que este no era un reto sencillo y que faltaba más que simples buenas intenciones. Me quedó claro que marcar una genuina y verdadera diferencia en la vida de un estudiante es una hazaña titánica, sobre todo cuando te lo propones como uno de tus objetivos principales como profesor y no lo dejas a la suerte. Hasta la fecha no sé si logré inspirar o ayudar a alguien en mi tiempo dando clases, si sé que la mayoría sólo quería aprobar el examen para acercarse a su título universitario y salir de ahí lo más pronto posible.

Un país necesita educación para crecer y prosperar a largo plazo. Inteligencia no es lo mismo que sabiduría y necesitamos de ambas para que la sociedad mejore. Para construir una sociedad mejor necesitamos maestros que no sólo eduquen, sino que motiven a niños y jóvenes. Maestros que no sólo deben ser los profesores en el aula, sino padres, familiares, amigos y completos desconocidos. El conocimiento y sabiduría son un privilegio y debemos compartirlos.

El tema de la violencia y la criminalidad es uno muy caliente en Latinoamérica. Para su solución se requieren medidas extremas, un cambio profundo y NO, no estoy hablando de inmolar publicamente a las pandillas y ladrones de celular en las plazas. No tengo las respuestas para ese problema desgraciadamente. Sí sé que si no comenzamos a educar y guiar a las mujeres y hombres de la sociedad del futuro, igual ya los estamos condenando a la hoguera tanto a ellos como a nosotros.

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Análisis, resultados y comentarios de este experimento llamado vida, bienvenido al blog de Eduardo J. Umaña.

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Written by eduardo j. umaña

Soy ingeniero pero puedo escribir.