La Regia

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
Published in
5 min readNov 3, 2016
Imagen de una mujer con Vans.

Algo muy erótico me sucedió.

Estaba frente al preludium del escenarium.

Era la noche de apertura pero todos estábamos allí por la banda latina de funk ácido que tocaría en la noche de inauguración. El lugar era un gastro pub con espacio para conciertos que seguramente estaría en bancarrota en tres meses pero esto no los detuvo de tirar la casa por la ventana.

El evento era un recital de rock y una edecán de una prestigiosa compañía de telecomunicaciones me dio la calurosa bienvenida en la entrada. Quedé cautivado por su belleza. Mientras pasaba frente a ella mi cuerpo siguió su camino pero mis ojos no pudieron unirse. Afortunadamente el “amable” portero me sacó de mi transe cuando me recordó que no tendría pasaje si no mostraba mi boleto.

No debía estar en este lugar, no correspondía. No porque este lugar me pareciera pretencioso sino porque literalmente me regalaron la entrada a último momento. Ni hablar de estar en el lugar equivocado en el momento acertado.

El funk es un ritmo lleno de sensualidad así que estaba ansioso por ver qué sensualidades deparaba la noche para mí cuando entré. Por un momento tuve temor de que lo más sensual que mis ojos verían esa noche fuera la increíble edecán que me dio tan abrasadora bienvenida… pero este momento duró poco.

Estaba con mi hermana y sus amigos. Estábamos en medio de la multitud. Yo era una cara más en la multitud.

Ni el lugar frente al escenario donde estábamos, ni la gente que estaba alrededor de nosotros me complacía lo suficiente como para ceder a la convocatoria de baile que las plegarias musicales de la DJ hacían. Decidí que tenía sed y abandoné al grupo para aplacar dicha deshidratación con un poco de cerveza ligera porque, pese a mi dolor, era la única opción disponible.

El bar estaba frente al escenario pero hasta el fondo del local.

Aunque estaba lejos de la acción decidí que era mejor quedarme cerca de este oasis cervecero cuando me di cuenta que la muchedumbre era mucha y muy intensa, y atravesarla con uno o dos vasos de cerveza era muy peligroso porque esta cerveza era tan ligera que podías levantarla con el dedo meñique de la mano izquierda. Igualmente, había un muy seductivo prospecto para quedarme en ese lugar.

Muy cerca de la barra estaba un grupo de chicas muy jóvenes, muy festivas. Claro que no demasiado jóvenes, ni demasiado festivas… pero no era por no estar intentándolo. Después de todo la lucha por alcanzar la festividad es real cuando las cervezas son demasiado livianas.

Que este grupo jovial de jóvenes atractivas estuviera acampando cerca de la barra realmente no era una sorpresa. Las había visto cuando entramos y fue en ese momento que supe con seguridad que este lugar estaba repleto de sensualidades. Compré la primera de mis ingrávidas cervezas, comencé a merodear sólo incorporándome tímidamente en esta parte de la muchedumbre, y así, acercándome a ella.

El grupo estaba compuesto por muchas atractivas oportunidades pero una sola mujer comandaba la atención de los hombres a su alrededor, dominó la atención de todos mis sentidos, esta regente mujer era la chica más regia del lugar por mucho. Esta imponente belleza y sus cohortes componían un formidable e impenetrable grupo de amigas que varios hombres habían tratado infiltrar pero fallaron. Mi objetivo era claro: tener éxito donde otros fracasaron.

Tomaba sorbo pequeño tras pequeño sorbo de mi bebida supuestamente alcohólica mientras la observaba fija pero cautelosamente.

La chica frente a mí ocupaba pantalones de mezclilla ajustados por la presión que su esbelta pero curvilínea figura imponía y éstos estaban enrollados un par de centímetros por encima del huesillo del tobillo para asegurarse de que las zapatillas Vans color negro y con pinta retro que traía puestas fueran una pieza protagónica de su vestimenta. Aún así, su desmangada blusa tenía su propio protagonismo porque en su coquetería provocaba revelando el sostén que también era color negro. Su atuendo era un éxito que comunicaba una actitud relajada pero cuya sensualidad no era ninguna casualidad.

Conforme la estudiaba, reflexionaba cómo usualmente no me encuentro atraído a mujeres con pelo corto pero su corte de pelo estilo bob me tenía fuera de mí con su perfectamente liso cabello color café bien por encima de los hombros. El cabello se movía tan bien junto al cuerpo suyo. Su tez y complexión facial combinaban perfecto con los lentes hípster que le daban ese look nerd-chic irresistible que un hombre como yo simplemente no posee ninguna arma para combatir.

Estudié el comportamiento del grupo mientras me acercaba manteniendo una distancia inofensiva para ver si podía provocar contacto accidental que generara un acercamiento nada accidental.

No pasó mucho tiempo antes de que sucediera. Nuestras antebrazos se acercaron. Nos topamos. Nos miramos. Nos sonreímos.

Ya sólo restaba revisar su lenguaje corporal y esperar que éste me invitara a acercarme de manera definitiva y estaría dentro figurativamente y, con un poco de suerte, literalmente también.

El concierto por el que teóricamente estaba allí, comenzó. La música calentó el ambiente. Las chicas emprendieron el baile. Yo las asediaba delicadamente con la mirada aunque la estaba esperando a ella.

La temperatura subió tanto que las personas olvidaron sus problemas y parejas comenzaron a formarse para bailar.

Ella bailaba con su amiga. Un baile entre amigas que cada vez se volvía más sensual, más sexual incluso. Pronto el amistoso baile se tornó cada vez más prendido cuando esta regia mujer comenzó a acercarse cada vez más, arrimándose con movimientos pélvicos hasta que sus caderas estaban juntas. La temperatura del baile llegó a un calor intenso cuando ella nalgueó con picardía a su compañera, quien después de recibir un par de pícaras nalgadas más se dio la media vuelta. Sus miradas se conectaron, cedieron a la pasión y se tomaron con locura. No podía dar crédito a mis ojos, se estaban besando.

No lo podía creer… Me enamoré de una lesbiana.

Esta mujer me dijo “no” cuando nació aunque no lo supe hasta esa noche.

Estaba tan cerca pero tan lejos. Sólo me quedaron las memorias de una noche llena de posibilidades y el nombre que creo que escuché cuando la llamaron. Me pareció que la llamaron mentándola Regina pero la llamaré La Regia, porque lo es.

Esta mujer claramente no me necesita en su vida y por primera vez estoy convencido que puedo estar en paz con esta realidad sin darle mucho pensamiento.

No sean tímidos, si les gustó, regálenme un 💚. Mientras más amor, más gente podrá disfrutar de esta historia.

Anteriormente en 50 Shades of Ed…

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