Llamado a mis hermanos: la belleza de la amistad

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
Published in
4 min readMar 20, 2015
Hermanos y hermanas, imagen de dailymail.co.uk

Todos tenemos un período durante nuestra adolescencia del que no estamos completamente orgullosos, porque tomamos decisiones equivocadas sobre a quién amar y cómo, experimentamos probando diferentes looks que ultimadamente resultan siendo extraños o hacemos cualquier idiotez para impresionar al grupo de compañeros mejor adaptados. Es una época en la que no estamos equipados para tomar decisiones con la perspectiva adecuada porque no tenemos desarrollada nuestra inteligencia emocional.

En esta etapa de nuestra vida no sólo desarrollamos la inteligencia emocional sino que también forjamos y fortalecemos el carácter que nos definirá como personas. Si hablo con abuso de grandilocuencia y tremendo gravitas para describir qué valores aprendí en la adolescencia es porque las decisiones que tomé en el episodio que estoy por relatar me llevaron a formar el carácter que me permitió tener la relación tan cercana que tengo con mi hermana; eventualmente también me ayudaría a apreciar y cultivar la amistad de las personas que constituyen mi círculo íntimo de amigos.

Imagínense el cine de moda. Yo, un adolescente extraño, poco social y con deseos de encajar. Mi hermana, una niña comenzando la pubertad que, hasta ese momento, admira y sigue a su hermano mayor a todos lados. Ambos deseosos de ir al cine a ver los más recientes estrenos, ya éramos muy cool para ir con nuestros padres, quienes en primer lugar nunca han sido tan aficionados de ir al cine. Así que, fuimos al cine únicamente los dos.

Era un sábado por la tarde. El día perfecto para ir al cine cuando eres un colegial; de hecho cuando eres colegial, cualquier día es buen día para ir al cine. Cuando estábamos en la fila para entrar a la sala de cine logré ver a un compañero del colegio con una chica, estaban en una cita. Mi compañero me saludó con lo que yo sentí fue condescendencia. Estaba apenado porque era claro que mi cita era mi hermana menor.

En un episodio de genuina angustia adolescente pasé el resto de la velada apenado de estar con mi hermana, contado los minutos para ir a esconderme en mi cuarto para no volver a salir. Mis coetáneos salían y conectaban con chicas que iban conociendo y yo o iba con amigos ha hacer toda actividad geek habida y por haber o salía en “citas” con mi hermana menor. Estaba asqueado con el pusilánime que pensaba era y juré nunca salir así con mi hermana.

Nuestros padres llegaron a traernos y cuando nos preguntaron qué tal la habíamos pasado, mi hermana dijo con una gran y sincera alegría que había sido la tarde más divertida y dijo que, en vistas a que ellos no les gustaba ir al cine, desde ese momento en adelante que siempre iríamos al cine como hermanos. Creí que había tenido asco cuando “hice” el ridículo viéndome como un perdedor frente a mi compañero pero realmente fue en ese momento que tuve real asco por lo patán que había sido con mi hermana aún si ella no se había percatado. Tuve que meditar y revalorar la calidad de mis actitudes, revalorar a quién quería impresionar y a quién valía más la pena impresionar.

Como ya he escrito en otras entradas, mis compañeros de colegio eran despectivos, burlones y marginales conmigo porque no compartíamos intereses y porque francamente yo era muy diferente. Eran personas que no valían la pena en mi vida porque no me aceptaban como era. Por otro lado mi hermana era familia y más que eso era una persona que se estaba formando, una niña que no me veía como un perdedor, ella era alguien que realmente quería estar conmigo porque disfrutaba mi compañía.

Este momento fue uno de esos que definen tu personalidad. Hice un nuevo juramento, las personas que te aprecian y te aceptan como eres son las únicas a las que debes tratar de impresionar. De hecho, son las personas que precisamente no debes impresionar y por eso que esa relación es un tesoro que hay que respetar y cuidar.

Desde ese día traté con un gran respeto y genuina amistad, surgida por cariño, a mi hermana. No lo hice porque fuera mi hermana y por ende era una obligación, lo hice porque ella me apreciaba y tenía deber de devolver ese aprecio de la misma manera o con creces inclusive. Esta se volvió mi plantilla para tratar a la gente a mi alrededor, incluidos mis familiares.

No puedes elegir a tus familiares sin embargo yo creo que sí se puede elegir quienes se convierten en tu familia. Un verdadero vínculo de amistad tiene un gran poder porque a través de él puedes invitar a formar parte de tu vida y tu familia a personas con las que no estás emparentado. Una amistad puede ser más fuerte, sincera y duradera que un simple vínculo de sangre.

Además, con mis amigos creemos firmemente en que tú, como persona, eres el promedio de las cinco personas más cercanas que tienes en tu vida. Con esta premisa para mi hay un gran importancia en saber elegir y proteger las amistades que formas con la gente que vas conociendo, que mejoran y alegran tu vida.

Hoy en día, mi hermana y yo, todavía vamos juntos al cine todo el tiempo.

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