No eres tú, soy yo

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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4 min readMar 9, 2015
Imagen es arte basada en un episodio de Seinfeld, cortesía de gamespot.com

Existe una clara diferencia entre despedir a un colaborador y dejar ir a un colaborador. Nunca creí que iba a vivir la escena de comedia gringa donde el jefe cita al personaje principal de la historia y le dice, como quitándole un gran peso de encima, “I’m sorry but we’re gonna have to let you go…”

Después de todo, como dicen, nunca crees que te va a pasar hasta que te pasa.

Dejar ir a alguien es la versión laboral de el problema no eres tú, soy yo. Es una manera amigable de partir por caminos diferentes.

Mi primer gran trabajo como ingeniero duró poco más de 3 años y me dejaron ir por la suma de dos razones:

  1. En un lapso de 10 a 12 meses recibí dos evaluaciones con el mismo resultado: falta de motivación en mi puesto de trabajo. No hacía un mal trabajo, simplemente había perdido la chispa de proactividad y entusiasmo que exhibí tres años atrás.
  2. La empresa estaba haciendo recortes de presupuesto porque la cantidad de proyectos firmados no era suficiente para mantener a flote la compañía de acuerdo a proyecciones. Gracias de nuevo, economía de mierda.

Hablé con el gerente y me dijo que yo tenía dos opciones: abandonar mi puesto de asistente de Ingeniería Estructural pasando a formar parte de la plaza piloto de “asistente de Control de Calidad” o simplemente retirarme de la compañía. Era lunes por la mañana. Pasé de tener un trabajo estable y que me brindaba seguridad a repentinamente estar frente a una terrible decisión. Publicar en Tuiter mi despotrique habitual sobre los lunes había abandonado abruptamente mi lista de prioridades.

Era una situación precaria en la que me encontraba y en mi típico comportamiento procedí a no solo reconocer mi culpa pero castigarme a mi mismo, diciéndome, “me has decepcionado mucho, Eduardo” de todas las formas posibles. Sin embargo no había tiempo para autoflagelaciones, tendría que hacer tiempo para eso después porque tenía una decisión que tomar.

Pronto salté a la “lógica” conclusión, la cual era tomar la plaza que me ofrecían aunque no había seguridad de que esta durará más de dos meses. Era mi oportunidad de mostrar mi valor y salvar mi trabajo. Acepté de una vez pero el gerente me dijo que lo pensara, que me daría un día para darle una decisión formal.

Mientras trataba de tomar una siesta al medio día, un sentimiento de miedo sacudió mi cuerpo, era peor incluso a lo que sentí horas antes en la reunión donde me dijeron que mi trabajo ya no era mío: si me quedaba en la empresa lo haría en un puesto laboral que no me gustaba y lo haría únicamente por la seguridad que conservar mi salario mensual me iba a brindar. La visión de ese escenario me dio asco y sabía que iba volver a recaer en desmotivación eventualmente.

¿Por qué me daba miedo quedarme más tiempo allí?

Había perdido la motivación para continuar porque me contrataron para trabajar como aprendiz de ingeniería estructural y por la arcaica exigencia de “ganar el derecho de piso” pasé casi toda mi estadía en ese trabajo tratando de alcanzar el puesto para el que realmente me habían contratado para finalmente trabajar en dicho puesto tan sólo 6 meses. No me gustaba el ambiente porque no me veía creciendo de manera digna en la compañía y más importante, había descubierto que ya no me gustaba el diseño estructural.

Me retracté con la misma rapidez con la que había tomado la “decisión lógica”. No había dinero que me pudiera dar la felicidad de buscar y hacer una actividad que realmente me sintiera apasionado por hacer. Por ser joven y no tener familia podía tomar esta decisión egoísta de retirarme del trabajo y buscar qué hacer con mi vida sin perder mi sanidad en el proceso.

¿Lo ven chicos y chicas? No casarse ni tener familia en tus 20s tiene sus ventajas.

Pasé meses sin rumbo ni oportunidades de empleo pero me sentía bien a pesar de todo esto y que el plan “había fracasado”; realmente un peso se me había quitado de encima. Este tiempo me sirvió para meditar, hacer esto y aquello y ganar perspectivas frescas y significativas para mi vida. Una de las mas importantes fue realizar que la suma de las razones por las cuáles me dejaron ir tenía un inciso adicional que no había considerado nadie:

3. Mi jefe también había fallado.

Muchos meses luché con el sentimiento de haber fracasado. De haber bajado la guardia, haber caído en la mediocridad y el conformismo de la rutina. Sentí culpa por haber perdido el proverbial ojo del tigre sin darme cuenta hasta que fue demasiado tarde. Pero nunca me pregunté qué pudo haber hecho mi jefe o el gerente por mi. Está es una pregunta importante y básica.

Tener un puesto gerencial es tener una gran responsabilidad. El líder de verdad nunca tiene que demandar que lo sigan porque un líder de verdad motiva e inspira a que lo sigan. Un puesto gerencial no es un puesto privilegiado para estar arriba de la gente, gritando órdenes y haciendo demandas, es un puesto para aprender de diversas áreas, guiar y realizar el potencial de la gente para que la compañía completa avance.

Cierro el círculo de la metáfora de las relaciones diciendo que cuando un proyecto fracasa, todos los involucrados tienen algo de culpa.

Y sí, es cierto que con grandes poderes, vienen grandes responsabilidades.

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