No tengo título

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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4 min readMar 24, 2015

Imagen panorámica de día. Es el centro de una ciudad ocupada. Todos viven la vida rápida. Todos están en peligro y en la tecnológica e informática sociedad moderna en la que vivimos sólo existe un tipo de persona que puede salvarnos, es el superhombre moderno, es el hombre profesional.

Ya sea salvando a la economía mundial desarrollando complejas e intrínsecas predicciones, diseñando y supervisando la construcción de la obras de ingeniería más modernas y vanguardistas o desarrollando el software para las herramientas digitales que traerán una nueva era a este mundo en el que vivimos, los hombres y mujeres pueden hacer todo lo que se propongan gracias al poder que sus títulos universitarios les otorgan… Solamente no les pidamos que preparen un café o que pongan el garrafón de agua en el oasis cuando se acaba.

Pregunta: ¿cuántos ingenieros se necesitan para poner un nuevo garrafón de agua potable en el oasis? Respuesta: cero, los ingenieros no cambian garrafones de agua, están muy ocupados salvando al mundo con su ingeniería… O están ocupados diseñando un nuevo oasis. Una vez estaba trabajando en una oficina llena de ingenieros, casi todos ellos hombres. Latinos. Fuertes. Orgullosos. Pero ningún profesional de estos se dignaba a hacer este trabajo porque estaba debajo de ellos. Así que regularmente lo hacía yo.

Siendo justos, no son sólo los ingenieros, es de hecho cualquier persona con un título universitario la que piensa que su título le brinda un estatus que lo pone por encima de hacer labores denigrantes. Como si estuvieran reservadas para las personas que no se graduaron del colegio. No soy muy religioso pero me parece que la Biblia tiene algunas buenas pautas de conducta. Me gusta sobretodo como predica una actitud servicial y de humildad. Yo lo que rescato e interpreto de estas nociones es: “no hay trabajos pequeños, sólo gente pequeña”; por pequeña quise decir mezquina.

Yo sé a la perfección cuánto y cómo cuesta graduarse de la universidad. Es un logro y cuestión de orgullo, como cualquier tarea de superación lo es. Pero un título es un pedazo de papel, no te define por si solo, te define en la medida que lo uses y demuestras cómo te mejoró e hizo crecer como persona haberlo conseguido. Esta icónica frase lo resume perfectamente bien:

“No te define quién eres en el fondo, te define lo que haces.”

Un título profesional te hace una persona más grande y una persona grande reconoce que tiene una responsabilidad con otras personas grandes y sobretodo con las personas que son más pequeñas.

Parece que tu título profesional es más importante por el estatus que este prefijo agrega tu nombre más que por el reconocimiento que te da como portador de sabiduría de una disciplina científica aplicada específica. Esto me parece ridículo.

No suelo revelar mi título de ingeniero cuando me presentan con alguien. Es raro que firme mi nombre usando el prefijo “Ing.” Nunca he demandado que me llamen ingeniero. Es más, trabajando en algún proyecto ya me han llamado arquitecto y no los he corregido. Francamente no necesito que me llamen ingeniero. Me comporto así en parte porque siento que no he llegado al punto de mi vida ni mi carrera donde me quede a la medida la camisa de ingeniero. Otra gran parte es porque no quiero que mi título me defina. Prefiero que la gente me juzgue por lo que puedo hacer producto de lo que aprendí mientras trabajé para ganarme el título, no que me juzgue por una palabra.

Recuerdo a la perfección el día que me gradué. Llegué a la universidad temprano… Miento, de hecho llegué tarde, un minuto más tarde y no hubiera salido en la foto de promoción. Esperaba con ansias en el auditorio a que llamaran mi nombre. Había pasado años trabajando por esto y era el momento de la gloria. Subí a traer mi título como niño y bajé como hombre. Finalmente, cuando me dieron el título de ingeniero, obtuve todos los poderes de un ingeniero…

… La verdad es que realmente todo siguió igual. Era la misma persona que entró a ese auditorio la que salió de él. Eso sí, salí con un pedazo de cartón barato que tenía mi nombre, un título bonito escrito por ahí y el sello de una universidad con un lorito en el logo.

Sufrí mucho en el camino de egresar y más con el trabajo de graduación. Ordalías sin fin para poder conseguir ese título como si este fuera una mítica espada que iba a resolver todos mis problemas con los poderes que me brindaría. Al final del día fue justo como Oz dijo en su momento: la inteligencia, el corazón y el valor estuvieron dentro de mí todo el tiempo.

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Análisis, resultados y comentarios de este experimento llamado vida, bienvenido al blog de Eduardo J. Umaña.

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Written by eduardo j. umaña

Soy ingeniero pero puedo escribir.