Un suéter de carácter ilustrativo, mi suéter no pudo ser retratado por razones evidentes. Foto por Dom J vía Pexels

El día que perdí mi cardigan… y mi dignidad

Digan lo que digan, un suéter tipo cardigan es una pieza esencial en el guardarropa de cualquier hombre que se respeta así mismo

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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6 min readNov 26, 2019

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“Dangerous is wrath concealed. Hatred proclaimed doth lose its chance of wreaking vengeance.”
–Seneca

“Men often make up in wrath what they want in reason.”
–William R. Alger

Es viernes y “hoy será un buen día”, dijo ignorantemente Eduardo J. Umaña, mientras veía los bellos colores cálidos del amanecer a través de su ventana solaire. Pero ya sabes lo que dicen, si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes. Dicho y hecho. Todo se fue a la mierda 154 minutos más tarde.

La mañana se volvió borrosa y confusa antes del desayuno producto de ése arranque de ira matutino… Me atacó con tanta crueldad que, cuando menos sentí, la mañana había pasado y estaba almorzando con mis compañeros de la maestría.

“Ey, Umaña, ¿cómo estás?”, me preguntó Leo, con genuino interés. La semana y la ira estaban detrás de mí. Estaba con mis queridos amigos de la maestría, juntos, estábamos por compartir un apetitoso almuerzo. No podía mentir, en realidad había tenido un día de la mierda. Tampoco le podía mentir a mi amigo.

Leo es un hombre hermoso que se preocupa genuinamente por sus amigos y él sabía que estaba pasando por días difíciles desde que terminé mi relación. Por eso hizo su pregunta con sinceridad.

No tuve alternativa alguna más que responder a su atenta pregunta con mucha sinceridad,
–“Pues en verdad, nada bien” contesté con sequedad y seriedad. Leo me voltió a ver horrorizado.

“Verás, esta mañana perdí mi suéter favorito.”

En serio había perdido mi suéter favorito y el rostro de Leo mutó de horror a confunsión en menos de un segundo cuando continué hablando de mi suéter sin contestar su pregunta. Era un suéter tipo cardigan pero sin botones que tenía un característico –pero versátil– colo gris rata. Un suéter que era mi favorito por muchas razones.

Por un lado lo tenía desde hace casi 8 años, me había visto cambiar. Era una prenda que me había conseguido muchas miradas y halagos de mujeres tanto conocidas como desconocidas. Inclusive me había hecho quedar bien con mis exes porque me hacía lucir más guapo de lo normal. Volvía más elegante mi típico jeans y camiseta negra, al mismo tiempo que podía volver más casual unos chinos y una camisa de vestir. Era tan versátil como era fácil de combinarlo por su distintivo color.

Además lo compré por 8.00 dólares y todos amamos una ganga. Sin duda alguna de las mejores compras, no, una de las mejores inversiones de vida.

“Tuve un día de la mierda”, repliqué antes de que Leo me interrumpiera.
–“No, Umaña…” interrumpió de cualquier forma, intentando aclarar, diciendo, “me refería a cómo has estado… pero emocionalmente, por tu ruptura”.

Claro que lo escuché, pero continué con mi relato sin entretener la pregunta aclaratoria.

“Esta mañana había intentado agarrar mi suéter para completar mi atuendo del día y así poder ganar las miradas que siempre ganaba, pero no lo encontré, y realmente necesitaba esas miradas. Busqué por todos lados, pero no aparecía y comencé a ponerme nervioso.”

Fue en este momento que perdí la cabeza.

Todo este escenario era muy similar. Parecía el día que me di cuenta que había perdido la camiseta de los Foo Fighters que compré en su concierto de Bogotá en 2015. Las similitudes con esta terrible mañana de viernes eran perturbadores y hasta mis huesos sentían lo peor.

Este fabuloso suéter que, poco a poco, se me escapaba entre los dedos tenía otro atributo: estaba hecho con una tela muy ligera, por lo cual podía amarrarlo en mi cincho cada vez que salía con él y decidía dejar de ocuparlo. Esta es una técnica perfecta para camisetas y que no funciona con tu típico suéter.

Este suéter era especial y estaba aceptando de la peor manera que lo había perdido. Cada vez más iracundo, errático le pegué a cuánta cosa se me cruzó el camino. La puerta del clóset, la del baño y la del chinero de la cocina. Tú nombra la puerta y había recibido un fuerte golpe de un hombre irracional que no era ni la sombra del hombre apacible y lleno de paciencia que usualmente soy.

Las putas se habían llevado mi temple, me habían robado de él.

Todas las meditaciones estoicas y los estudios de filosofía que había hecho durante el año para controlar mi carácter se fueron por la puerta de atrás y se habían botado ellos mismos en la basura. Todo en menos de una hora y todo por un sensual suéter color gris rata.

Leo o cualquiera de los presentes amigos hubiera detenido mi egocéntrica diatriba si no hubiera continuando hablando.

“He perdido demasiado este año, no quiero perder nada más”, admití al reconocer que por eso destruí mi cuarto dándole vuelta a mi cama y todos mis muebles para después adornarlos con las entrañas de mi clóset. “Estas últimas semanas he manejado mi vida con la mayor serenidad y tranquilidad que he podido, he aceptado y confrontado el final de mi relación con entereza y hasta con algo de optimismo.”

“Estoy bien, en serio estoy bien. Pero creo que tengo un poco –mas bien, mucha– ira dentro de mí y creo que no la he procesado de la manera adecuada.”

Súbitamente, mi ira y consternación por haber perdido mi suéter se convirtieron en una sombría reflexión.

Realmente es estúpido enojarse por perder un suéter. Yo lo sé, no tengo 15 años, y de esto estaba bien consciente mientras atacaba mi clóset por la mañana. Es una objeto material, prenda versátil color gris rata, fácil de compactar y que me hace ver más guapo de lo normal, sí, pero un objeto material que puede substituirse no obstante.

Pero así de irracional y desproporcionado como fue mi respuesta ante tal “pérdida”, así de ilógico e incomprensible es el hecho de que estas últimas semanas me he estado despertando por las noches, justo a la mitad de mi sueño, por ninguna razón aparente…

Hay cierta ansiedad que acompaña a mi ira como inquilinos en mi cabeza y perder este suéter me hizo enfrentarlo.

Aún así no me arrepiento de haber fallado y haber perdido los estribos por un estúpido y sensual suéter.

Porque esto me puso a reflexionar en todo esto.

No existe nada más inútil que tratar de detener la marcha del tiempo. Nada más iluso aún que tratar de paralizar el cambio que la marcha del tiempo desencadena.

El cambio no es malo ni es bueno. El cambio simplemente es. Debemos aprender a aceptarlo y a vivir con él.

Esta respuesta satisfació la inquisición de Leo y recibí palabras de aliento de su parte y de parte de mis amigos mientras un muy incómodo mesero estaba esperando a que me callara para poder servirnos la comida.

“La vida es chistosa”, pensé cuando regresaba a mi casa ya caída la noche y veía mi cuarto hecho una verga de desastre.

La vida sí es chistosa, porque cuando terminaba de limpiar, di una última vuelta a mi clóset usando mis ojos y noté que mis Asics se habían caído del pequeño anaquel donde pongo todos mis Vans y zapatillas deportivas. Cuando levanté las zapatillas encontré debajo de ellas un pedazo de tela muy compacto y que, por su color gris rata, había pasado desapercibido cuando desaté mi vendaval de ira en el clóset.

Mi suéter estaba perdido y había sido encontrado.

Y, en ese momento, queridos lectores y mis únicos amigos, no supe sé si reír o llorar. Porque así somos los humanos, expertos en ahogarnos en un vaso de agua.

Aquí escribo de todo, lo único que tienes que hacer es leer… En mi reflexión anterior, cómo cuidar a un perrito ciego me hizo ver mis sentimientos con más claridad.

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