Por eso es que no podemos tener cosas bonitas

eduardo j. umaña
EDUARDIARIO
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4 min readMar 12, 2015
“No hay derecho”… gracias a cauldronsandcupcakes.com me han hecho feliz con la imagen tan triste…

¿Por qué no vienen bandas de rock de un espectro más amplio a El Salvador? Mi experiencia asistiendo a conciertos internacionales me lleva a concluir que, entre otros factores que no discutiré hoy, la falta de cultura del salvadoreño es una gran e influyente razón.

Dejen, les cuento otra de mis grandes historias. La hora de la infamia: The Misfits en El Salvador.

En 2008 fue anunciado que una de mis bandas favoritas iba a venir al país. Para mi y mi grupo de amigos este era un evento sumamente grande e importante ya que The Misfits era tan grande para nosotros que algunos del grupo inclusive comenzamos una banda inspirados, podría decirse grandemente, por ellos.

Compramos las entradas con gran antelación y esperamos con gran paciencia que llegara la fecha a la que había sido pactada la llegada de nuestros héroes. Finalmente llegó y nosotros por nuestra parte llegamos al Centro Internacional de Ferias y Convenciones (CIFCO, que le mientan) para disfrutar de gran serenata. También habían llegado, en forma de una turba, los fanáticos oportunistas que no faltan en ningún concierto de rock en El Salvador: el salvadoreño aprovechado, ventajista y arribista que cree que por llamarse José tiene derecho a entrar a los conciertos borracho y sin pagar entrada.

La tensión que se creaba por el baile entre los oportunistas que merodeaban para conseguir entrada y la policía que, con prejuicio guardaba los pasajes ilegales que llevaban a CIFCO, esperaba lo peor del público asistente, era latente y electrificaba.

Después de la larga y dulce espera las bandas que tenían que tocar antes, tocaron y la hora de The Misfits había llegado. El pleito y violencia de las personas que buscaron entrada ilegal con los agentes de la policía no fue la única. Una vez comenzaron a tocar los Misfits toda la fanaticada sentía gran derecho de desatarse y explotar violentamente para acompañar el espectáculo. Algo siempre me ha llevado a pensar que la gente que era más violenta y que amenazaba con invadir el escenario donde Jerry Only y compañía tocaban era la que menos tenía que perder, es decir, los que entraron “gratis”.

Al comenzar la cuarta canción todo se fue al infierno. La policía había liberado gas lacrimógeno dos canciones atrás porque la ley interpretó euforia como sublevación y aunque nadie había sido atacado recurrieron a actuar ofensivamente. Todos fuimos castigados por el gas, inclusive la banda que, sin embargo, mostró el mayor acto de profesionalismo: The Misfits trataba de calmar a la gente y pedir cordialidad sin dejar de tocar.

Al llegar la cuarta canción un “verdadero punk” que había llegado a castigar a la banda por haberse vendido, dígase continuar tocando sin uno de sus miembros fundadores, tomó una botella plástica de agua de 1.5 litros y la tiró con gran puntería y destreza. El proyectil impactó directamente en la frente del vocalista/bajista de la banda, quién harto, decidió que “ya estaba muy viejo para esa mierda” y simplemente se fue del escenario junto a sus compañeros de banda para no volver.

La mitad del público reaccionó con decepción, confusión y esperó ilusamente que la banda regresara. La otra mitad decidió destruir todo en señal de protesta y venganza. La policía contestó el gesto con otra guarnición de gas lacrimógeno. Caos era la palabra y la palabra se propagó como fuego en un maizal en una soleada tarde de marzo del año que rompió records con una de las más grandes sequías reportadas en un pueblo propenso a incendios.

Todo se fue al carajo en menos de 15 minutos. El sueño había muerto…

… Y una parte de mi se alegró y agradeció que Demon Street perdió la contienda por un puesto para ser una de las bandas teloneras aquel domingo que Misfits intentó tocar en El Salvador.

Una vez @oscaroarevalo me compartió un pensamiento que es apropiado no sólo para describir esta situación sino que para explicar al pintoresco e inculto comportamiento salvadoreño en diversos ámbitos sociales:

“El salvadoreño es un anarca por excelencia; si tiene un basurero frente a él, botará la basura fuera sólo porque puede.”

El salvadoreño cree que la sociedad, el estado y el planeta le han quedado debiendo beneficios solamente por haber nacido. El “yo” es más importante que el bienestar de las personas a su alrededor y que el de la protección del medio ambiente en su entorno. Las leyes son opcionales, los políticos tienen la culpa de todo y también la responsabilidad de arreglar todo y la basura, pues la basura puede ser botada en cualquier lado porque aparentemente el país es un basurero

Siempre he creído que el origen del 83% de los problemas en el país es que las leyes viales no se respetan. El día que el salvadoreño se sienta comprometido a respetar las reglas de la carretera y sea castigado justa y oportunamente cuando no lo haga, es el día en el que tendremos una sociedad más correcta y con mejor futuro.

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