Tirando golpes débiles
A veces quisiera regresar al colegio. Todo era más fácil en el colegio, podías resolver todo con un par de puñetazos. Era supervivencia del más fuerte. El mundo no funciona de esta forma, el mundo “real” es sobre la supervivencia del más apto. Sobrevive el mejor adaptado.
Cuando estaba en el colegio optaba por resolver los problemas sin violencia pero era porque comenzando la adolescencia era pequeño y debilucho. Aunque ahora que he crecido y me mantengo fuerte y en forma, creo que tampoco optaría por golpear a alguien para resolver mis problemas, si puedo ser franco con ustedes.
Parece que todo el mundo está patas arriba, es lo que quiero decir, porque cuando estás joven enfrentar directo tus problemas es tan sencillo –no importando qué tanto pensamiento le des a este enfrentamiento. Cuando eres un adulto existen tantas reglas de cortesía, diplomacia y qué no para comportarse e ir a enfrentar problemas cotidianos.
Últimamente pienso mucho en los años de colegio. Creo que es natural cuando te estás poniendo viejo. Sobre todo cuando cumples 30 años. Todo se pone en perspectiva. La gente es tan falsa cuando envejece y si hay algo que no soporto es a la gente falsa. En el colegio todos eran sinceros. Si alguien pensaba que eras un perdedor por no tener novia, te lo decía. Inclusive cuestionaban tu sexualidad si no tenías novias. Ahora lo que hacen es que me preguntan ¿cuando te vas a casar? y me dejan imaginando todas la implicaciones de esos incesantes cuestionamientos.
Recuerdo que algunos compañeros muchas veces cuestionaron si yo era homosexual o no sólo porque no tenía amigas ni novia. Me mata de la risa pensar en esto porque un par de ellos salieron del closet como homosexuales después de graduarnos del colegio. Siempre me mata de risa la ironía de la situación. Precario predicamento moral en el que te pones cuando eres una persona falsa.
Me pongo a pensar en todas estas cosas cuando tengo mucho tiempo libre. Justo en estos momentos tengo mucho tiempo libre. Tengo demasiado tiempo, de hecho. Estoy tratando de resolver un serio problema, un problema de adultos pero uno que no puedo resolver de manera directa o sencilla, por lo que tengo que esperar.
Recordaba mis años de colegio cuando venía manejando por la calle el otro día y vi a unos niños que iban camino al colegio. Se los veía sin preocupaciones. Si tienen preocupaciones, definitivamente, no son como las que tiene un viejo hombre de 31 años. Estaba pensando en la vez que enfrenté a un bravucón en el colegio y todos mis problemas parecieron solucionarse fácil y rápidamente.
Este bravucón había amenazado con darme una paliza en el recreo porque me negué a darle la tarea de inglés y quedó humillado frente a todo el salón cuando no supo cómo contestarle al profesor porqué no había hecho la tarea. Verán, él era muy malo en inglés y no era su culpa, las clases de inglés del colegio Católico en el que estudié eran pésimas. Yo tuve suerte de que mis papás me inscribieron a cursos adicionales de inglés en una escuela de idiomas los sábados.
Siempre me ha gustado estudiar y aprender. Así que no era raro que yo siempre hiciera las tareas. Era muy responsable cuando estaba de humor para serlo. En fin, estábamos en noveno grado y este bravucón juntó a sus amigos de último año para amedrentarme a mi primo y a mí cuando regresábamos al salón de clases después del recreo. La situación era una estupidez. Me enoja recordar lo estúpidas que podían ser las situaciones de este tipo cuando estás en el colegio.
Nos encontrábamos atrapados en el punto ciego de las canchas de baloncesto y ningún profesor podía vernos. Éramos dos en contra de cerca de 10 niños que eran 3 años mayores que nosotros y mi bravucón personal que era de mi edad, más o menos. Hicieron un círculo a nuestro alrededor y me dijeron, “Nos contaron que tienen un problema… Vamos, resuélvanlo”. Yo me quedé callado pero no me doblegué. Me sentía espantoso. Sentía tanto desprecio por todos ellos y al mismo tiempo quería salir corriendo. Quería que un profesor detuviera la pelea o que sonara el timbre de salida y que este estúpido día terminara.
Estas no eran opciones. Mi rival se puso frente a mi en posición de batalla y, no me pregunten de dónde, pero saqué valor para copiar su posición de batalla. Todos esperaban que en lugar de pelear me iba a poner a llorar o a pedir piedad o algo y por esto, todos se sorprendieron. Así que lo que hicieron fue quitarnos y guardar nuestros relojes o demás prendas para que no las arruináramos. La pelea comenzó.
Lo miraba fijamente mientras ambos teníamos los puños levantados a la altura de nuestra cabeza. El bravucón tiró un limpio y perfecto puñetazo que aterrizó en el lado izquierdo de mi rostro. En ese momento sentí que una fuerza se apoderó de mí, apreté mi puño derecho y lo tiré con toda mi fuerza logrando sembrar mi propio puñetazo en la cara de mi contrincante. Por un momento la adrenalina se apoderó de mí y sentí que tenía una oportunidad de ganar a pesar de que esta era mi primera pelea. Pero este fue el momento en que todo se fue a la mierda.
Irritado, el bravucón comenzó a tirar golpes con violencia y a lo estúpido. A penas y podía defenderme y trataba de contestarle pero lo único que conseguía era que mis manos chocaran torpemente con las de él, lo que me ganó tiempo. Desgraciadamente este nefasto joven volvió a dominar la pelea cuando me dio una cachetada en la cara y perdí estabilidad. Justo cuando creí que todo estaba perdido, sus amigotes mayores detuvieron la pelea, alegando que era suficiente porque “ya habíamos resuelto nuestros problemas”.
No estaba seguro de entender porqué detuvieron la pelea pero me sentía horrible. Me sentía peor que antes de pelear. Luché y perdí de la peor manera. Como dije, estas situaciones me parecen una genuina estupidez si puedo decirles la verdad. Comprendería que alguien quisiera patearme el culo si yo hubiera sacado a pasear a su chica y si, encima, le hubiera hecho “pasar un buen rato”, sin embargo, no compartir una tarea no amerita este castigo. Sobretodo cuando el irresponsable era él, no yo.
Ahora que estoy en esta sala de esperas, 15 años más viejo, me doy cuenta que esa pelea fue lo mejor que me pudo pasar. Después de ese día mis compañeros comenzaron a respetarme más. Hasta los estudiantes de último año me respetaron más después de ese día. Mierda, inclusive yo comencé a respetarme más a mí mismo después de ese día.
Es sumamente curioso cómo situaciones estúpidas como esta ya no son tan estúpidas cuando creces. Inclusive extrañas esos días. Es más curioso cómo extrañas algo cuando te pones a hablar de ello con mucha nostalgia a pesar de que pensaras que era estúpido en un inicio.
La vida es más complicada cuando eres adulto. Quisiera poder resolver mis problemas con un par de puñetazos. Quisiera poder partirle la cara en dos a este estúpido banco. He pasado toda mi mañana libre de sábado en la fila de espera porque esperé al último día para hacer ciertas transacciones bancarias.
Me pregunto si llegará el día, cuando esté más viejo, en el que piense que haber perdido mi mañana de sábado haciendo cola en este estúpido banco ya no me parezca tan estúpido.
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