Notas: Había una vez algo. Ensayos sobre filosofía, hechos y ficciones

Matías Blanch
El Bigote Lector
Published in
10 min readMay 30, 2020

Advertencia: el siguiente texto son mis propias notas sobre el libro de Ivana Costa con el fin de repasar algunas de sus afirmaciones para beneficio de mi memoria y de ningún modo pretende ser un texto editado para ser publicado en la próxima edición de la Enciclopedia Britannica.

El punto de partida

Una de las consecuencias más penosas de la tendencia a reducir todo a relato es que convierte la tarea periodística en algo ilegitimo.

Porque en general entendemos, con Frege, que a esa referencialidad es la que permite dotar de valor de verdad a los enunciados que componen ese relato.

Frege, fue un filósofo alemán, de gran influencia sobre la filosofía posterior que conocemos como análitica. Su texto más conocido se llama “Sobre el sentido y la referencia” donde el tipo distingue entre -adivinen- la referencia (el objeto en sí del que habla un texto) y el sentido (la forma en que hablamos de eso). Ejemplo: “la peor temporada lejos” y “el peor fiasco desde Lost”, ambas proposiciones se refieren a la octava temporada de Game of Thrones pero con diferente sentidos.

Esta distinción es crucial aquí, porque permite dar cuenta de los elementos de ficción -la ficcionalidad (Fiktionalität)- que tienen los relatos de sucesos reales, los relatos fácticos -faktischen-, es decir, cuyo nivel semántico de contenido es referencial pero que sin embargo son narrados inevitablemente con recursos de la ficción.

En referencia a una distinción propuesta por un tal Franz Zipfels:

fictividad: cuando un relato es ficticio.

ficcionalidad: cuando las operaciones y mediaciones provienen de la ficción pero no pierden su pretensión referencial, es decir, hablar de algo más allá del discurso.

La ficción es intencionalmente no real: su autor espera que esa narrativa no sea leída como un relato de sucesos reales.

En cuanto a su presentación como no reales, no es imprescindible que los enunciados ficticios no sean verdaderos; podrían resultar verdaderos por pura coincidencia.

De las narrativas de sucesos reales, se espera en cambio que sean reales, en el sentido de verdaderas, aunque ellas también podrían no serlo, por error[…]

La falsedad del discurso ficticio no debe ser engañosa: la ficción se diferencia así de la mentira.

Mentir es una operación enmarcada en el discurso fáctico.

Dicho esto, la autora advierte que todas estas distinciones entre lo ficticio, lo ficcional y lo real sea da todo una gama de híbridos. Hay relatos de ficción que que refieren a hechos reales como en las novelas históricas y relatos periodísticos de sucesos reales donde conviven estrategias ficcionales, ejemplo, cuando reconstruyen hechos como el caso de “Una novela criminal” de Jorge Volpi.

En los siguientes capítulos la autora hace un repaso sobre cómo el término ficción fue evolucionando partiendo de la literatura griega. Desde sus inicios cuando el término refería a “modelar arcilla” o “falsificar” hasta nuestro moderno uso en la novela o hasta como estrategia semántica en un relato de sucesos reales como es la crónica, la historia o el artículo periodístico.

La idea de ficción, así como el problema de determinar lo que es o no ficticio en un relato, pertenecen a la cultura escrita.

Según Ivana Costa, hay una correlación entre el avance de la cultura ilustrada que se fue dando en las polis griegas y la necesidad de expresar criticas y opiniones respecto a todos estos nuevos discursos, no solo político y jurídicos propios de las asambleas, sino en todos lados: mercados, gimnasios, teatros, etc.

[…] Platón -en un paso muy audaz para la filosofía occidental- reivindica como verdadero un relato reelaborado para armonizar y adecuarse al diseño de un programa teórico.

Se refiere al relato de la Atlántida en República donde Platón intenta darle verosimilitud al relato al trazar su origen hasta un sacerdote egipcio que se lo contó a Solón y bue… nadie dudaría de uno de los siete sabios de Grecia. Lo que dice la autora no es el hecho de que Platón crea o no en el relato sino que la legitimidad de los mismos descansa en su valor pragmático, lo que podemos hacer y lograr con el mismo.

Hoy día, la política esta llena de narrativas falopas basadas en nada pero que sirven al político de turno para persuadir: Trump es un genio en este tipo de cosas. El gringo no para de tirar teorias conspirativas que probablemente ni él crea pero que las usa porque le sirven.

Desde una mirada actual, resulta muy discutible que la historia (o cualquier narrativa de sucesos reales de tipo histórico/periodístico), por ocuparse de hechos efectivamente ocurridos (de “lo particular”) no haga significativos aportes de especulación, reelaboración, interpretación.

O sea, aún con las mejores intenciones, aún cuando se ocupa de sucesos reales, particular, y no universales (que Aristóteles consideraba más filosóficos) es inevitable meter un poco de sabor.

El problema agregaría yo es cuando usamos la sal para esconder que la comida esta rancia.

Las realidades

El capítulo tres es mi favorito porque se mete con el tema más filosófico a mi gusto: qué es lo real de lo que un relato fáctico hablaría y que uno ficcional podría traicionar.

La autora rescata cuatro posturas que vincula a diferentes momentos históricos inspiradas en Hans Blumenberg. Voy a resumirlas al máximo:

La realidad como evidencia inmediata

Es la postura platónica-aristótelica-biblica, dice la Dr. Costa, donde la sola percepción de esa realidad es suficiente para captar su verdad y punto. Y tiene una propiedad importante: los hechos particulares y concretos son de segundo orden. La verdad no esta en el ámbito sensible ordinario, sino en una realidad última.

La realidad que precisa garantía

Para que la realidad no sea un colosal engaño, se necesita una garantía metafísica. O sea, entre sujeto y objeto tiene que haber algo más que asegure la relación de conocimiento.

Si no leyeron a Descartes, les resumo sus Meditaciones Metafísicas en muy breve: Oh dudo de todo, de mis sentidos y hasta de mi mente porque podría ser una ilusión óptica, estar enfermo, estar soñando, estar loco o peor, podría haber un Genio Maligno jodiendo y no podría confiar ni en el contenido de mis pensamientos! Que cagada pero para… me doy cuenta de que tengo una certeza: pienso, puedo no estar seguro de que lo que pienso o siento sea real, pero no puedo dudar de que Yo Pienso. Y si Yo Pienso, entonces Yo Existo.

Bueno, ahora Descartes se mete un terrible quilombo porque es fácil llegar hasta ahí pero no tanto salir. Y encontró un gomon al que aferrarse pero es un gomon muy chico así que el flaco en la siguiente parte dice algo asi como: si fui creado a imagen y semejanza de Dios y este es bueno, entonces, el me dio lo necesario para no equivocarme si me atengo a las evidencias claras y mantengo mi infinita voluntad dentro de los límites de mi finita capacidad de entender. Gracias Dios por ser buen tipo y asegurarme que pueda conocer el mundo.

Descartes es el padre de la filosofía moderna por ser uno de los primeros en formular la idea de un sujeto pensante como centro de toda la filosofía.

Lo loco es que contemporáneo a este tipo esta Francis Bacon 🥓, que propone un método inductivo que parte de los sentidos, de lo particular, para conocer el mundo. Y enumera toda una serie de defectos o peligros en nuestra capacidad de aprender, idolas, que hoy llamariamos sesgos cognitivos. El inglés escribió en el siglo XVII.

Claramente, 🥓 esta más cerca de lo que nosotros entendemos como espíritu científico que René a pesar que este francés dude de todo, al final, no encontró la forma (o no quiso) de excluir a Dios de la ecuación.

La realidad como contexto

Un progresivo enfasis tanto en la capacidad del sujeto que conoce como en la relevancia que tienen los datos y los hechos para la determinación de lo que es o no real.

La ciencia a toda maquina con el giro hacia el empirismo que tira por la borda la necesidad de legitimar la ciencia en ideas trascendentales. Kant es uno de sus exponentes.

La autora conecta a esta etapa al crecimiento de la demanda del género de ficción realista en el que destaca Robinson Crusoe pero que abarca a la novela en general como el género más propio de la modernidad porque amplia el concepto de realidad al considerar no solo la experiencia sensorial sino también las perspectivas ante una experiencia siempre acrecentable y potencialmente infinita que complementa en lo intersubjetivo.

Se da el auge del periodismo, pero del serio, no el clickbait de Clarin sino el que buscaba aportar a sus lectores información relevante para ampliar su comprensión del mundo.

Según ella, Husserl, padre de la fenomenología, es la expresión acabada de esta concepción en la filosofía porque pone la experiencia como aquello que da sentido a esa realidad siempre más amplia que cada individuo o construcción de sentido específica.

La realidad como resistencia

Esta es la más difusa en la tipología. Vinculada al concepto de Voluntad de Schopenhauer, que viene a ser esa fuerza subyacente a todo fenómeno transitorio, lo auténticamente real, esta en todo, detrás de todo, pero obviamente no es cognocible.

Arthur Schopenhauer

Otro autor que se conecta con esta visión es Freud que atribuye fuerzas inconscientes que se nos ocultan. Casualmente, el austriaco caracteriza al inconsciente como atemporal, ausente de contradicción y gobernado por el placer, lo cual son los mismos atributos que nuestro amigo calvo le atribuye a la Voluntad.

El otro filósofo, especialmente en su étapa juvenil, del mismo club es Nietzsche. Si no leyeron “Sobre la verdad y la mentira en sentido extra-moral”, bájenlo que lo leen en tres visitas al baño y les va a cambiar la vida.

En este texto y en otros cercanos, habla de la verdad como una “noción antropomórfica”. No es que no exista la realidad, es simplemente, que nuestro acceso a la realidad siempre va a estar mediada por metáforas. Hasta nuestro sistema nervioso que nos entrega imágenes, nos entrega metáforas. El lenguaje y la verdad son más metáforas.

El Nietzsche posterior matiza un poco el asunto al admitir que esto no es un problema en tanto no perdamos de vista el carácter ficcional porque no hay forma de alcanzar esa X pero eso no significa que no haya una X. Las ficciones son útiles.

La conclusión de la autora respecto de la archi gastada frase en los escritos póstumos del bigotudo: “No existen hechos, solo interpretaciones” es:

Nietzsche está negando su adhesión a una concepción de la realidad como evidencia inmediata.

Es decir, que no niega la realidad sino considerar a los hechos como cosas en sí.

La realidad como infoesfera

Este es su propio aporte a la cosecha de Blumemberg. Y es en uno de los puntos donde creo encontré mis propias disidencias. Algo que me suele pasar cuando algunos filósofos hablan de las tecnologías de la información, algoritmos, inteligencia artificial o big data.

[…] la noción de realidad como infoesfera nos hace ver como real lo que puede ser informatizable, reducida a información, y tiende a relegar lo que no es.

En paralelo a este libro, estaba arrancando “El amor por la literatura en tiempos de algoritmos” de Hernan Vanoli y tengo la misma conclusión, al menos, con la primer hipótesis en este otro libro. Estamos sacando conclusiones alarmantes sobre las TIC y sabemos que ese mismo tipo de conclusiones apocalípticas estuvieron en boca de filósofos y pensadores del pasado con la escritura, la imprenta, el tren, la radio, la tele y ahora le toca a la internet y su bagaje de algoritmos y demás demonios.

Coincido que las TIC aportan toda una capa adicional al concepto de realidad con un montón de problemas pero no estoy tan seguro que relegue lo que no es cuantificable a lo no real. Esta misma acusación se ha hecho toda la vida al cientificismo y hoy todavía la gente escribe poesía.

No veo nada particular, mucho menos alarmante, que un porcentaje creciente de la economía dependa de las TIC y su negocio sea la producción y procesamiento de información. Desde siempre, la información ha sido algo valioso en todos los niveles: el periodismo mismo es la expresión más obvia de que la información vende, a veces, hasta la desinformación.

Si aceptamos que la realidad es compleja como en la concepción de la realidad como contexto, entonces es inevitable pensar formas novedosas de capturar sentidos en esa realidad y usar esa información. En una economía capitalista, todo esto mayoritariamente se mercantilice pero no hay nada intrínsecamente capitalista o peligroso en la información.

Uno de los ejemplos habituales más peligrosos que entraña big data es la publicidad micro dirigida y su uso ilegítimo en plataformas y redes sociales.

Sin lugar a dudas, empresas usan parte de esta información disponible para manipularnos a actuar de cierta forma. El marketing surgió como una ciencia al servicio de las empresas. Así como la retórica hace 2500 años prosperó como una herramienta para los políticos. Los algoritmos que segmentan a los consumidores/objetivos de formas cada vez más eficientes son “víctimas” de una retórica que ni Protágoras podría haber vendido. ¿Estamos en presencia de los sofistas del siglo XXI?

Pero la realidad es que hace rato que los ciudadanos somos víctimas de la manipulación y el hecho que sea micro dirigida solo agrega más leña a un fenómeno viejo como la demagogia. No necesito un poderoso algoritmo para identificar y segmentar a Rául Perez y Raúl Gimenez para convencerlos de votar a la derecha conservadora.

Si con un pase mágico pudiera destruir todo los TIC que se dedican a recolectar y manipular las acciones de los usuarios en las redes sociales, estoy seguro que aún seguiríamos viendo operaciones retóricas, quizás no tan eficientes, pero no por ellos ineficaces.

Y no es que la autora no perciba estas aristas, lo advierte explicitamente en el cierre de este capítulo, pero cree que:

La instrucción requerida para discriminar entre verdadero y falso, real y ficticio, resulta cada vez más sofisticada y por tanto menos accesible.

Tiene razón pero no es ninguna novedad que la democracia siempre se sostuvo sobre la educación de los ciudadanos y que nunca alcanza para preservar a la gente de ser manipulada.

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Matías Blanch
El Bigote Lector

Lector, aprendiz de filósofo, artesano del código, rolero. IG @elbigotelector