Notas: ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía

Matías Blanch
El Bigote Lector
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4 min readJun 8, 2020

Las mujeres no empezaron a trabajar en los años sesenta o durante la Segunda Guerra Mundial. Las mujeres han trabajado siempre.

¿Por qué persiste la idea de qué las mujeres se introdujeron en el mundo del trabajo en tal o cual momento? Es quizás la pregunta central que este libro pretende responder. Según la autora, la respuesta descansa en la idea del hombre económico, ese modelo pensado hace casi dos siglos para describir nuestro comportamiento social y justificar que en el intercambio diario, la solidaridad no es necesaria porque es la competencia la que nos pone el plato en la mesa.

Adam Smith en La riqueza de las naciones describe las acciones sociales motivadas por el interés propio, como Mandeville hizó en La Fabula de las Abejas, que mantiene a la sociedad en funcionamiento pero la autora resalta que el economista inglés no percibió un detalle: el último eslabón de esa cadena de acciones que ponía el plato de comida en la mesa, era su propia madre, con quien vivió toda su vida. Ella que es la que cocinó y sirvió la cena para que él pudiera dedicarse tranquilo a su obra intelectual. Y hasta dónde sabemos, la madre de Adam Smith no lo hacía por interés propio, no había una transacción entre madre e hijo. Una parte importante de la sociedad funciona gracias a la solidaridad y la cooperación desinteresada. Probablemente, sin esto, vivíriamos en una sociedad distópica.

El hombre económico tal y como es descripto, nos advierte, tiene todas las características que solemos atribuir al Hombre: racional, distante, objetivo, competitivo… y no tiene ninguna de las que se suelen atribuir a las mujeres: empatia, sensibilidad, ternura, sentimientos. Cuando los economistas son aquellos que responden sobre la naturaleza humana, se pierde de vista que su perspectiva es más que incompleta, es patriarcal. La mujer y las tareas que hacen en la vida doméstica no encajan con este modelo social y su exclusión convierte sus tareas como improductivas.

Katrine Marçal escribe con la crisis del 2008 como trasfondo. Una crisis donde el mercado financiero norteaméricano estalló cargándose a la economía mundial. Si los economistas, que serían los agentes racionales mejor informados no fueron capaces de predecir lo que un mercado financiero desregulado lleno de “agentes egoístas” era capaz de producir como se puede aún seguir analizando la sociedad desde una lupa tan obtusa e inútil. La economía no es el campo de juego de individuos racionales sino de emociones colectivas. Soslayar este factor es como intentar lanzar un cohete a la Luna e ignorar la gravedad.

El neoliberalismo es la expresión exacerbada de esta teoría pero ya no como enfoque sino como propuesta y política que pretende remodelar la sociedad para que a los hombres en sociedad no les quede otra que pensar en términos de individuos “independientes” porque todas las instituciones sociales basadas en la solidaridad y cooperación son sistemáticamente atacadas como improductivas y culpadas de que la economía no prosperé como sus calculos astrológicos predijeron.

Si la economía es ante todo descriptiva, el neoliberalismo es un programa político para convertir al homo economicus como el único animal en un bioma artificial al que denominamos “libre mercado” donde no hay lugar para dependencias, cooperación o comunidad. Solo hay individuos, como advirtió Thatcher. Eso es una ficción pero si dejamos que la sociedad sea regida por el imperativo del crecimiento económico basado en estos término, puede que eventualmente esta ficción se convierta en nuestra triste realidad.

Algunas citas:

Los deseos ilimitados del ser humano están limitados por la escasez de recursos del mundo y por los deseos de los otros.

La gran ventaja del hombre económico es que es enormemente predecible.

El objetivo de sus acciones es siempre satisfacer sus deseos.

Para el hombre económico no hay infancia, dependencias afectivas ni influencias sociales.

A la mujer se le ha asignado la tarea de cuidar a los demás, no de maximizar su propio beneficio.

Los ingresos obtenidos fuera de la casa pueden tener un impacto en las relaciones de poder dentro de una familia, y ello a su vez puede influir en las decisiones de la misma.

El hombre económico posee todas las cualidades que nuestra cultura atribuye tradicionalmente a la masculinidad: es racional, distante, objetivo, competitivo, solitario, independiente, egoísta, se guía por el sentido común y está dispuesto a conquistar el mundo.

El hombre económico, en cambio, se caracteriza por carecer de todo aquello que tradicionalmente se ha asociado con la femenidad: sentimiento, cuerpo, dependencia, comunidad, abnegación, ternura, naturaleza, imprevisibilidad, pasividad, conexión.

El neoliberalismo no quiere acabar la política. El neoliberalismo lo que quiere es poner la política al servicio del mercado.

La mujer ha entrado en el mercado de trabajo, pero el hombre no ha entrado en la casa en al misma medida.

El hombre económico nunca necesita nada; solo lo desea.

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Matías Blanch
El Bigote Lector

Lector, aprendiz de filósofo, artesano del código, rolero. IG @elbigotelector