Propedéutica para un exorcismo

Matías Blanch
El Bigote Lector
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3 min readAug 4, 2022

Este instructivo está redactado para el beneficio de todos aquellos que han sufrido la invasión de un otro y ahora padecen en “mente propia” el análogo al mal de la casa embrujada: ser habitado por un fantasma que se resiste a irse, desordena los recuerdos y nos despierta cada noche. Por eso, las siguientes instrucciones si son seguidas fielmente garantizan que la disolución de los lazos que unen al espíritu sin descanso con nuestro mundo y el manto del olvido aplacara las memorias traumáticas de esta ocupación ilegal.

Es extraordinario que muchos ignoren que el origen de estos males se inicia cuando dejamos entrar esa presencia en nuestras vidas, seducidos por uno o muchos de sus atributos y acciones. Luego la presencia nos abandona y deja residuos que se alojan en los cavernosos pliegues de nuestro cerebro.

Nuestro procedimiento opera en esa urdimbre de memorias que, según Locke, hacen a nuestro sentido del Yo. Desteje esas redes que el fantasma vampiriza para nutrirse. Y deja el campo libre para continuar una vida sin estos malestares que pueden agobiar al padeciente.

Si el tratamiento es seguido al pie de la letra, cada objeto volverá a ser significante puro, nunca más serán estaciones desde donde la mente parte hacia recuerdos en los que el fantasma es aún presencia carnal. Los objetos, las palabras, los olores, la musica, los sabores, todos libres del poder de evocación maldito que alimenta esas penas interminables.

Su efectividad garantiza que la oscuridad de la noche, la suavidad de las sábanas y la firmeza de la almohada vuelvan ser motivo para que las neuronas guarden sus cargas eléctricas en vez de desatar tormentas de escenas en universos ucrónicos. El sueño volverá a ser un merecido descanso luego de un día de regenerativa soledad. Y no esa instancia donde el inconsciente aburrido de los pormenores de una vida ordinaria aprovecha para recordarnos por qué Freud tenía razón en estudiar los sueños.

Es importante notar que, si cumple con cada inciso que este sistema enumera, finalmente encontrará la tranquilidad de vivir sin las traiciones semánticas que algunas palabras tienden a evocar y padecer esa lingüística ocupada por palabras susurradas en la penumbra de la intimidad, en la vulnerable compañía de ese otro que maldijó la paz de su monotonía cotidiana.

Es un proceso inmisericorde que arranca de raíz todo síntoma. Por eso, debemos advertir en honor a nuestro juramento hipocrático, que aunque nuestra medicina es efectiva, no se pueden evitar ciertos efectos secundarios que son un pequeño precio a pagar ante los beneficios enumerados. Estas adversidades pueden incluir -pero no limitarse ya que la vida innova en su resistencia a la acción benéfica de la bienintencionada medicina con nuevos recursos para defender las presencias ajenas que lo habitan– dificultades para controlar: el pecho, la garganta, los lagrimales, el sueño, el habla, los hábitos alimenticios, la moderación en el consumo del alcohol, la voluntad racional (e irracional), el sentido del gusto, las capacidades cognitivas, incluyendo elevados niveles de conciencia de uno mismo, rumiaciones sobre la finitud de la vida y el sinsentido del universo.

Estas advertencias son especialmente importantes en los casos en los que la memoria proviene de una construcción mental idealizada o los casos de una exposición prolongada, con lo cual aconsejamos enfáticamente que se realice un trabajo previo de amputación material y elimine todo contacto con la razón que lo llevó a seguir este procedimiento. Nos referimos a: conversaciones, audios, fotos, videos, regalos, recetas, restaurantes habituales y cualquier otra huella material que esa presencia invasiva podría utilizar para volver a desovar en su psiquis.

Al mismo tiempo, en el caso de que exista la posibilidad, abandone el paisaje habitual y muévase a nuevos escenarios llenos de significantes vacíos y vacío de significados ocultos. “Como es afuera, es adentro”, decían los sabios de la antigüedad, así que es altamente recomendable que reduzca su mundo material al mínimo o lo sature al máximo. Ambos dan como resultado que los recuerdos no encuentren asidero para retornar a su conciencia y, por falta del riego vital de la atención, se marchiten, mueran y nunca más vuelvan para atormentarlo con el perfume de una vida que ya no es ni será.

A continuación, el procedimiento…

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Matías Blanch
El Bigote Lector

Lector, aprendiz de filósofo, artesano del código, rolero. IG @elbigotelector