Cuando ayudas, te ayudas a ti y al otro.

Por qué siempre debes ayudar a los demás.

Jose Rosado
El Blog de José Rosado

--

Darío

“Llama a Dario. Él te puede enseñar”, me dijo el profesor. Quedé sorprendido. Pues después de algunas preguntas sin contestar, el profesor, con mucha cortesía, dejó dicho entre líneas que no quería ayudarme.

Así que llamé a Darío y le pedí que me enseñara a crear páginas web.

Mientras hablábamos me dijo, “Cobro X por hora”. Acepté su propuesta pues el conocimiento valía más que eso. “Una última cosa”, dijo. “¿Me podrías pasar a buscar? Es que no tengo vehículo”. Nuevamente acepté.

Busqué a Darío, llegamos a mi casa y duramos unas horas practicando. Cuando terminamos, me dijo que solo iba a cobrar una hora. ¡Y también acepté!.

Luego, nos montamos en el carro y llegamos a su parada.

Pasó el tiempo y Dario me llamó: “Tengo un trabajo para ti. ¿Te interesa?”. “¡Siiiii!”, respondí. Al día siguiente fui a una entrevista en su oficina. Me recibió una señora rubia, de nariz perfilada y de ojos azules, quien resultó ser la dueña de la empresa. Ella fue muy amable conmigo y al parecer estaba de muy buen humor pues me contrató.

Conseguí mi primer trabajo. Recuerdo mi felicidad mientras le contaba esto a mi familia y a mi novia –que hoy es mi esposa–.

Durante el tiempo que permanecí en mi primer trabajo, Darío siempre respondió mis preguntas y siempre estuvo dispuesto a enseñarme lo que sabía –y todavía lo hace–.

Pasaron unos meses y conseguí un nuevo trabajo. Lo mejor del caso fue que Dario no se molestó, más bien me deseó buena suerte.

Edgar

Un día recibí una llamada. Era Edgar y llamaba para ofrecerme un trabajo. Un tiempo atrás, le había hecho el favor de diseñar un logo y una página web para un proyecto personal que él tenía.

Acepté el nuevo trabajo.

Unos meses después, Edgar consiguió un nuevo trabajo y le comentó sobre mi a sus nuevos jefes. Ellos me llamaron y me contrataron.

Un día, en la nueva empresa abrieron un nuevo departamento. Aproveché esta oportunidad y apliqué para una de las nuevas posiciones. Fui aceptado. Edgar, al ver esto, me pidió que buscara una persona para cubrir mi puesto. “Seré yo un loco para dejarte sin diseñador”, dije.

La primera y única llamada que hice fue a mi viejo amigo Dario, quien más adelante se entrevistó y consiguió el trabajo.

Hoy, cada cierto tiempo, me acerco a Darío a preguntarle algunas cosas. Y siempre recibo de él una respuesta.

Moraleja

Siempre, siempre, siempre enseña lo que sabes y más cuando te piden ayuda. Tal vez te pase como a Darío.

Nunca, nunca, nunca tengas miedo de asistir gratuitamente a un amigo. Tal vez te pase como a mi.

Y como dice el dicho, «No hay mal que por bien no venga». Si el profesor me hubiese enseñado, nunca hubiese conocido a Darío.

Unlisted

--

--