Muriel Howorth y los jardines atómicos

Sobre el papel de la sociedad en la divulgación científica

Guillermo Peris
El blog de Melquíades

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Lo cierto es que Muriel esperaba que los cacahuetes interesaran más a sus invitados, pero no fue así. Y eso que los cincuenta comensales de la cena que organizó en la Royal Commonwealth Society de Londres en 1959 eran en su mayoría hombres de ciencia, como el editor de la revista Atoms for Peace Digest o el diseñador del primer acelerador de partículas de uso médico.

Quizás no eran especialmente exquisitos de sabor, pero… ¡eran grandes como almendras! Y lo más importante, los cacahuetes NC4X (cuarta generación de los obtenidos por irradiación en Carolina del Norte) se habían obtenido exponiendo las semillas a 18500 roentgen para inducir mutaciones, lo que había dado lugar a su peculiar tamaño. Era una muestra de cómo la ciencia podía resolver los problemas de hambre en el mundo. Pero eso no pareció impresionar a sus invitados.

Aunque Muriel Howorth no tenía una formación académica científica — de hecho, sólo tenía un diploma de la Royal Academy of Music — era una ávida devoradora de libros de ciencia y apasionada de todo lo relacionado con la energía atómica desde que en 1948 leyó el libro The interpretacion of radium del premio Nobel de Química Frederick Soddy. Desde entonces su promoción de la ciencia en general y de la energía atómica fue extraordinaria y le llevó a contactar con científicos como Albert Einstein o Niels Bohr para pedir apoyo a sus proyectos.

Muriel Howorth haciendo entrega de un modelo del átomo de litio al alcalde de Eastbourne en 1949 (Fuente).

Uno de los pilares fundamentales del trabajo de Muriel Howorth era que la ciencia debía ser promovida — o como diríamos hoy, divulgada — tanto por investigadores como por legos, por personas sin estudios científicos. Siguiendo esta filosofía, se propuso difundir y dar a conocer a la sociedad desde su punto de vista lego la energía atómica. Para ello, Muriel llevó a cabo proyectos fuera de lo común, como escribir y dirigir una obra de teatro (Isotopia: an exposition on atomic structure) o escribir un libro de ciencia orientado específicamente a mujeres y un volumen atómico ilustrado para niños (Atoms in wonderland).

Muriel Howorth posando con su planta de cacahuetes irradiados.

Estas ganas de experimentación y divulgación hicieron que Muriel no se rindiera tras el fracaso de los cacahuetes en la cena. Por ello decidió plantar una de las semillas restantes y observó con sorpresa cómo la planta germinaba en apenas cuatro días y llegaba en poco tiempo más a medir más de medio metro. Este hecho causó un gran revuelo y todos los periódicos y televisiones inglesas se interesaron por el caso.

A raíz de este descubrimiento, Muriel se implicó aún más en el proyecto de divulgar las bondades de la energía atómica, fundando una nueva sociedad científica (Atomic Gardening Society) y publicando un libro sobre los jardines atómicos.

Jardines atómicos

Los jardines atómicos surgieron a principios de los años 50 como un intento de calmar la conciencia tras los bombardeos americanos de Hiroshima y Nagasaki. Se trataba de dar un uso no violento a la tecnología de fisión nuclear. Entonces ya se sabía que sometiendo a seres vivos a radiación nuclear estos podrían sufrir mutaciones. La idea era buscar mutaciones de forma aleatoria que mejoraran el rendimiento o resistencia de una especie vegetal.

La idea era bastante simple. Traduzco a continuación un fragmento de la entrada de la Wikipedia en inglés sobre jardines atómicos:

Los jardines de rayos gamma se organizaban en forma circular en torno a una fuente de radiación retráctil en su centro (normalmente Cobalto-60). Las plantas se solían disponer en sectores, como si fueran trozos de pizza, desde el centro hacia el perímetro; esto hacía que los ejemplares más cercanos al centro recibieran una mayor cantidad de radiación que los más externos. Las plantas del centro acababan muriendo, mientras que las siguientes filas solían sufrir tumores y otras anormalidades de crecimiento; a continuación venían las plantas verdaderamente interesantes, con una cantidad de mutaciones mayor de lo normal pero sin tantos daños como las más cercanas al centro.

Hoy en día se sigue utilizando la radiación para la inducción de mutaciones y obtención de especies vegetales mejoradas (mutagénesis) aunque se utilizan métodos más avanzados. Aún así, siguen existiendo jardines atómicos, como el que de Hitachiohmiya en Japón que aparece en la foto de portada. Puedes encontrar tú mismo este jardín en Google Maps.

Divulgación y ciencia desde la sociedad

Muriel Howorth comprendió que la cantidad de datos a analizar en un jardín atómico, donde cada semilla individual de una planta podía tener mutaciones distintas, era enorme. Así que dio un paso adelante e intentó, a su manera, colaborar con la investigación reclutando a un ejército de jardineros que se encargarían de plantar semillas irradiadas, observar su comportamiento y anotarlo de forma detallada en fichas, que debían devolver a la asociación. Durante reuniones periódicas los jardineros voluntarios mostraban sus resultados y se otorgaban distintos premios en función de los objetivos alcanzados. Y todo esto, recordemos, por el esfuerzo de una mujer sin estudios científicos.

C.J. Speas enseñando la caseta donde irradiaba semillas a estudiantes de secundaria (fuente).

Las semillas irradiadas tampoco provenían de ningún laboratorio o centro de investigación científica, sino que surgieron de la propia sociedad civil. El emprendedor C.J. Speas obtuvo una licencia especial para utilizar Cobalto-60 en una caseta de hormigón en el patio trasero de su casa y era el que proveía de semillas irradiadas a Howorth. En otro ejemplo de divulgación desde la sociedad, el propio C.J. se encarga de hacer visitas guiadas a los estudiantes para enseñar cómo se utilizaba la radiactividad para mutar las semillas.

Las semillas irradiadas también se vendían al público (fuente).

En el mundo actual nos encontramos un escenario bastante distinto al de la época de Muriel Howorth. La sociedad adora la tecnología cual dios pagano, pero al mismo tiempo rechaza y desconfía de los avances científicos. Esto es aún más evidente en el caso de la biotecnología, donde las mejoras son más que evidentes. Así, hemos pasado de utilizar técnicas primitivas y bastas como la mutagénesis (cuyo aplicación implica la variación de cientos de genes) a una técnica más precisa en la que elegimos cuál es el gen de interés y lo introducimos en la especie que queremos mejorar. Según palabras de Paige Johnson, investigadora en nanotecnología y biógrafa de Muriel Howorth,

Si pensamos en la tecnología actual de modificación genética como si manipuláramos los genes con un bisturí, la mutagénesis por irradiación sería como si lo hiciéramos con un martillo.

Y sin embargo, en lugar de recibir apoyo y la ayuda desde la sociedad lega, la ciencia recibe la desconfianza desde la misma, en muchos casos respaldada por algunas organizaciones ecologistas. Tomando una de las citas de Muriel Howorth:

Lo que descubren los científicos hoy debe ser conocido y puesto en funcionamiento por la sociedad y para ella, para ti y para mí, porque se hace para ti y para mí.

¿Qué estamos haciendo mal para no transmitir a la sociedad la importancia de la ciencia y la investigación, no implicarla en su difusión y que no entiendan que todo se hace para ellos?

Actualización: Me informa la cuenta de Twitter Motor y al aire de que hubo un jardín atómico entre Alcalá y Azuqueca de Henares (ver en Google Maps). La instalación no estuvo exenta como se cuenta en la siguiente entrada facilitada por la misma cuenta.

España Bizarra ha localizado varias noticias sobre este emplazamiento en la hemeroteca del ABC de los años 1958 y 1978 (primera y segunda página).

Para leer más

  • La mayor parte de la información de esta entrada la he sacado del artículo Safeguarding the atom: the nuclear enthusiasm of Muriel Howorth, escrito por Paige Johnson para el British Journal of the History of Science. Cambridge University Press. Puedes encontrar una copia descargable del artículo facilitada por la propia autora aquí.
  • Te aconsejo que leas el blog de la propia Paige Johnson, Garden History Girl. Puedes empezar por este artículo e ir tirando del hilo de las recomendaciones.

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Guillermo Peris
El blog de Melquíades

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).