Sí, puede que existan dragones

Guillermo Peris
El blog de Melquíades
6 min readJan 25, 2016

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Si has leído la obra Juego de Tronos de George R.R. Martin o has disfrutado de la serie de televisión, conocerás a los dragones que acompañaban a Daenerys Targaryen — también llamada Daenerys de la Tormenta, La que no Arde, Rompedora de Cadenas y Madre de Dragones. Según un wiki de esta obra de la literatura de ficción, estos animales fantásticos presentaban las siguientes características:

Los dragones son criaturas de aspecto reptiliano y con escamas, de dos piernas y dos alas. Tienen dientes y garras afilados, alas delgadas de cuero y largos cuellos y colas, con crestas espinosas en el lomo. Al salir del huevo son del tamaño de un gato y con el tiempo pueden alcanzar tamaños tales que les permiten engullir a un mamut entero. […]

Un gran calor emana de los cuerpos de los dragones, al punto que en noches heladas sus cuerpos emiten vapor. Su aliento es extremadamente caliente y necesitan cocinar o calcinar su comida antes de engullirla.

La pregunta que me hago aquí es si puede que existan este tipo de dragones fantásticos o si pudieran haber existido en el pasado. Y no hablo de dragones más terrenales como los de Komodo o algunos de sus descendientes, de los que ya habló mi amigo Carlos Lobato aquí, sino de los que vuelan y echan fuego por la boca. Y mi respuesta, como ya anticipo en el título, es que . Puede que existan dragones.

Realmente creo que pueden existir dragones. Y con ello no digo que existan, sino que hay una posibilidad de que sean reales. Quién sabe si en alguna de las zonas que quedan por explorar en el planeta podamos encontrar uno. O acaso en una excavación arqueológica se encuentren restos fósiles cuyo análisis apunte a que existieron en el pasado estos seres fantásticos.

Pero lo cierto es que, a día de hoy, aún no hay ninguna evidencia que apunte a que existan o pudieran haber existido —aunque siempre puedes encontrar páginas web que afirman que existieron en la Atlántida e incluso vídeos bastante cutres en los que se ven «claramente» dragones volando. Así que, ¿debemos creer que algo es cierto sólo por el hecho de que sea posible? ¿Acaso no es cierto que la ciencia no lo conoce todo?

Vale, la ciencia no lo conoce todo. ¿Y qué?

Este es un argumento que encontramos habitualmente en pseudociencias, tanto al hablar de la energía universal del reiki, como de los meridianos y chacras en acupuntura o la memoria del agua en homeopatía: «¿Cómo sabes que es mentira? La ciencia aún no lo sabe todo».

Más allá de que la carga de prueba recae en quien hace la afirmación (como ya expliqué en otra entrada) lo cierto es que la excusa de que aún no se sabe todo no puede justificar que creamos a pies juntillas cualquier cosa absurda. A los que me decís que algunos de los ejemplos anteriores pueden ser ciertos porque la ciencia aún no lo sabe todo os digo: sí, tenéis razón. Pero mientras no haya evidencias de ello y los conocimientos existentes apunten en dirección contraria es mejor, como mínimo, desconfiar.

Este tipo de falsos razonamientos son un ejemplo de la falacia ad ignorantiam. Un ejemplo general de este tipo de falacia podría ser el siguiente:

  1. No se puede refutar A.
  2. Por lo tanto, A es verdadero.

Espero que puedas entender la falsedad de este razonamiento. Que yo no pueda dar pruebas en contra de una afirmación no significa que la afirmación sea cierta. En el caso de la existencia de dragones, esta falacia podría describirse de la siguiente forma:

  1. No se puede demostrar que no existan dragones.
  2. Por lo tanto, existen dragones.

Pero tengamos en cuenta que igual de falaz es la siguiente forma del mismo argumento:

  1. No se puede demostrar que existan dragones.
  2. Por lo tanto, NO existen dragones.

De ahí, de nuevo, que pueda hacer la afirmación que da título a esta entrada.

Una de las analogías más utilizadas y pedagógicas sobre la falacia ad ignorantiam la pensó uno de los divulgadores científicos mas grandes que han existido, y para ella utilizó como ejemplo… un dragón.

El dragón de Sagan mola más

Carl Sagan explicó en su libro El mundo y sus demonios la siguiente analogía para explicar la falacia ad ignorantiam.

«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca». Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
— Enséñemelo — me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
— ¿Dónde está el dragón? — me pregunta.
— Oh, está aquí — contesto yo moviendo la mano vagamente — . Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.
— Buena idea — replico — , pero este dragón flota en el aire.
Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
— Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.
Sugiere pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
— Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.

Y así sucesivamente…

Esta imagen es de un cuento ilustrado para niños explicando la analogía del dragón en el garaje de Sagan (en inglés). Haz clic sobre la imagen para ver la serie completa de ilustraciones.

¿Cuántas veces habré escuchado yo este argumento? ¿Habéis probado a decirle a un creyente o «pofesional» del reiki que no se ha medido aún la energía espiritual que afirman controlar con las manos? ¿O a un usuario o pseudomédico homeopático que el agua no conserva la información de las sustancias diluidas? Siempre acaban diciendo lo mismo: la ciencia aún no tiene los medios para captar esa energía que ellos (fíjate tú qué cosas) sí perciben. Podéis utilizar la analogía del dragón de Sagan para estos casos o también la de la tetera de Russell.

Así que yo, con vuestro permiso, seguiré pensando que los dragones no existen, pero con la mente abierta por si aparecen evidencias de lo contrario (aunque no tanto como para que me caiga el cerebro). Y si algún día alguien encuentra alguno en uno en un recóndito lugar de la selva del Amazonas y, siempre bajo la observación de expertos y publicado en revistas revisadas por pares, muestra la evidencia de forma palpable, podré decir sí, los dragones existen.

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Guillermo Peris
El blog de Melquíades

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).