13 Historias de Sueños — Historia 3: Maikin

Julia Castro Gómez
El Blog
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11 min readMar 27, 2018

Por Julia Castro G.

Las fronteras de una familia

*Hemos cambiado el nombre de la persona entrevistada en esta pieza por su seguridad.

En Guatemala el padre de Maikin era panadero, sin embargo, en su casa no había ni pan ni alimentos para él y sus tres hermanos. Cuando tenía dos años, su padre se marchó a Estados Unidos, buscando cómo sustentar a su familia. Cuando cumplió los cuatro, su madre salió en busca de su padre, dejando a Maikin y a sus hermanos con su abuela. Ya con los recuerdos de sus padres en una penumbra, Maikin decidió salir en busca de ellos cuando cumplió los 17 años.

En el 2016, más de 50,000 niños procedentes de México, El Salvador, Honduras, y Guatemala fueron detenidos en la frontera; todos menores de edad que cruzaron el desierto sin sus padres con el fin de una reunificación familiar en los Estados Unidos. Los padres, en la mayoría de los casos indocumentados, deciden pagar a coyotes o polleros para traer a sus hijos de manera indocumentada con el fin de sacarlos de la violencia, el hambre y la pobreza que se vive en el llamado “triángulo norte de Centroamérica. La esperanza es un futuro mejor y una familia unida.

Pero no todos llegan sanos y salvos a los Estados Unidos. En el trayecto algunos son detenidos por la guardia fronteriza y transportados a un centro de detención donde son liberados o deportados. Otros se convierten en blanco de organizaciones criminales que los secuestran para pedir una recompensa a los familiares, y los menos afortunados pierden la vida en el desierto, dejando a papá y mamá con la incertidumbre de su paradero.

Para esta edición de 13 historias de sueños conversé con Maikin, hoy un joven de 21 años. El es el único de sus hermanos que se acuerda y conoce a su papá. La historia de Maikin es emblemática de los miles de niños que huyen hacia el norte buscando escapar la pobreza y violencia de sus países para reunirse con sus familias. Los invito a conocer su experiencia.

Julia: ¿Cómo empezó todo? ¿Por qué tus papás se vinieron a los Estados Unidos?

Maikin: Cuando yo quería comerme un pan le pedía dinero a mi papá y no tenía. Y me tenía que ir a casa de mi abuela y mi abuela me daba dinero nomas para un pan porque tampoco tenía comida. Yo me sentía contento cuando tenía algo para comer. Mi papá era panadero y no había ni un pan en mi casa.

J: ¿Qué tan frecuentemente enviaba dinero tu papá a Guatemala?

M: Mandaba muy limitado el dinero. No tenía a nadie que le ayudara aquí en Estados Unidos.

J: ¿Qué sucedió con la familia en Guatemala cuando tu papá emigró a Estados Unidos?

M: Después de 3 años, mamá decidió ir a buscar a papá. Ella comenzó a trabajar y mandaba dinero, teníamos más dinero. Podíamos comer en restaurantes cada dos semanas. Le ayudabamos a mi abuelita, le dábamos dinero para que ella nos hiciera comida. Tenía a mi abuela, pero me faltaban ellos. Me faltaba estar con mi mamá y con mi papá. Cuidaba a mis hermanos y mi abuela nos cuidaba a nosotros. Iba a la escuela y también ayudaba a mis tíos cuidando las vacas o en lo que necesitaran.

J: ¿Qué era lo más difícil para ti en la ausencia de tus padres?

M: Yo necesitaba algo y a veces no sabía ni qué, pero algo me hacía falta. Nunca dije nada. Nunca tuve a mi papá, nunca sentí odio hacia él. Yo sabía que estaban trabajando por nosotros.

J: ¿Cómo llegaste a Washington, D.C.?

M: Después de 15 años, vine a buscar a mis papás a Estados Unidos. Ya no podía recordar sus caras, tenía una memoria lejana de sus rostros, sólo los escuché por teléfono durante todo ese tiempo, no teníamos celulares con cámaras, utilizabamos el teléfono de mi abuela o de las vecinas para hablar. Hablábamos cada dos días y el tiempo máximo en la llamada no superaba los veinte minutos. Los recordaba, pero cuando los vi no los reconocí. Pasé 15 años sin ver a mi papá y a mi mamá pasé 13 años sin verla, sólo escuchaba su voz en el teléfono por todo ese tiempo y cuando llegué a USA ya tenía otra hermana, una hermana chiquita, una “gringa”. Ya ahora somos 4 hermanos, y ya el amor no era el mismo.

J: ¿Cómo te sentiste con la llegada de tu hermanita a la familia?

M: No teníamos el mismo amor, los años pasaron y al principio no sentí nada por ellos.

J: ¿Cómo fue cuando llegaste a ver a tus padres, dónde se encontraron, cómo te comunicaste con ellos?

M: Yo emigré por tierra, fue bastante complicado. Un día hablé con mi papá y me dijo que si quería irme tenía que ir por tierra porque la visa no iba a poder obtenerla legalmente y me preguntó si pensaba emigrar. Me quedé callado, quería irme a buscarlos. Me dijo que me podía morir [en el camino] y yo le dije que no me importaba morir.

J: ¿Qué sucedió, cómo fue que iniciaste con la travesía?

M: Desde antes que me fuera ya estaba sufriendo y cuando llegué sufrí aún más. Lo difícil fue de México a Estados Unidos, me traje dos mudadas (de ropa), las únicas que tenía. El que me cruzó fue el mismo señor que trajo a mi papá, el mismo pollero. Hablamos con él y me ayudó con todo.

J: ¿Quiénes hablaron con él?

M: Mi papá habló con el señor para pedirle de favor que me trajera a la frontera, entre ellos se arreglaron con el dinero. Nos fuimos en una camioneta. Estuvimos sin comer dos días, me dejaron en un lugar esperando a que me recogieran pero estábamos aguantando frío y hambre, ahí nos quedamos esas dos noches.

J: ¿Qué pasó, no se movieron ?¿Cómo sabían que debían quedarse y que no los habían engañado?

M: Teníamos esperanza, nadie quería moverse, todos estábamos decididos a ir a los Estados Unidos y ya estábamos por cruzar, nadie podía abandonar. Pero nunca llegaron hasta después de esos dos días, que esperamos en la frontera de Guatemala y México. No sabía en qué parte de Estados Unidos nos dejarían, y no sé en qué parte de México estaba.

J: ¿Cómo atravesaron México?

M: Atravesamos México en seis días en una camioneta. Ahí recuerdo México, bien rica la comida (entre risas). El señor nos dijo que nos dejaría en la frontera, fue la única vez que crucé palabras con el pollero, y nos cruzamos sin papeles. No teníamos ningún tipo de documentos, lo que teníamos todo era falso o chueco. Tenía mi pasaporte falso de México, ni lo enseñé porque era muy fácil darse cuenta que era ilegal, pero le pagamos a los de la caseta para que nos dejaran pasar. Íbamos cargando las mudadas (maletas), nunca tuvimos problema en las casetas, siempre pagamos y pasamos. Fue muy fácil cruzar México. Nos topamos con la bestia, el tren, pero solamente le sacamos la vuelta. Nosotros íbamos en una camioneta, brincamos la violencia que habíamos escuchado, pero seguíamos aterrados. Pasamos días sin ir al baño, comíamos muy poco solo tomábamos agua. Lo bueno era que el pollero tenía cómo arreglarse con ellos (la guardia en México).

J: ¿Cómo fue el cruce de Mexico a Estados Unidos?

M: Me agarró la migra. Íbamos en un carro, ya no era la misma camioneta, nos habían cambiado a una camioneta con camper mas pequeña. Íbamos solo ocho personas, siete hombres y una mujer. No hablábamos entre nosotros, nomás nos mirabamos. Estábamos asustados y lo único que podía darme cuenta es que todos rezaban en voz baja, movían sus manos. El frío y el hambre no te deja pensar y tratas de no quedarte dormido, el miedo no te deja dormir. De repente escuchamos un sonido muy fuerte, como un golpe. Unas piedras y la camioneta empezó a rebotar, nos dimos cuenta que algo estaba pasando pero nadie podía decir ni una palabra, el miedo también te congela.

J: ¿Qué sucedió con el chofer?

M: El chofer se dio cuenta que venía una patrulla, frenó y salió corriendo. Cuando nos quedamos tirados, no podíamos salir, esperamos en silencio como dos horas hasta que uno de los señores que iban a cruzar fue el que decidió tratar de abrir las puertas, pero en ese momento que tratamos de salir no pudimos: las puertas de la camioneta estaban loqueadas (cerradas). Pasaron otras tres horas y nadie decia nada, sólo salian lagrimas. El chofer nunca apareció y en eso que tratábamos de mantener la calma. Se escucharon las sirenas de las patrullas, en ese momento supimos que era la migra. Nos esposaron y nos taparon los ojos y nos subieron a una camioneta que no tenía tapadera. El frío era casi insoportable, ya era de madrugada. Bueno, no sé si era de madrugada, no sabía ni qué día era ni dónde estaba. Nos llevaron a un cuarto donde estaba haciendo calor, el mismo calor nos hacía sentirnos débiles y dormimos por unos veinte minutos aproximadamente.

J: ¿Qué pasó con los oficiales de migración de Estados Unidos, hablaron contigo?

M: Ellos no hablaron con nosotros, seguiamos esposados y yo seguía con las manos atadas a las esposas, me subieron a un carro.

J: ¿Te dieron comida?

M: Sí, sí, me dieron sandwich, pero yo ya estaba harto de sandwich, pero sí comimos y nos dieron agua después de sacarnos del cuarto en el que hacía calor. ¡Oh y casi lo olvido! También soltaron a los perros antes de llevarnos a los cuartos donde estaba muy sofocado para que nos olieran por si llevábamos drogas.

J: ¿Qué pasó cuando te subieron a la camioneta después que te sacaron del cuarto donde estaban encerrados y hacía calor?

M: Oh, sí, nos subieron al otro carro y llegamos a una casa de hogar en Estados Unidos y ahí sí me trataron bien. Estuve 17 días ahí. No hablé durante 5 días, tenía miedo, después que logré hablar con una señora que me daba de comer y hablaba poquito español, me dijo que tenía que decirle algo sobre mis papás para que pudiera ayudarme y ahí fue cuando pude comunicarme con mis papás para que me mandaran dinero para un boleto de avión para poder venir a Washington. La señora me había dicho que podía buscar ayuda con abogados y pedir un refugio. Después de esa llamada ellos localizaron a mis papás y les dieron la dirección. Primero me llevaron con una abogada y después de que firmé unos papeles compraron el boleto de avión a D.C. Cuando llegamos aquí tuve que llamar a otra abogada para que me diera seguimiento y apliqué para un asilo político por cuatro años, y hasta ahora estoy aquí en Washington. Hasta ese momento supe que había estado en Arizona y que por ahí habíamos cruzado.

Yo dejé Guatemala porque tuve problemas. La gente pensaba que teníamos dinero porque mis papás estaban en USA y nos involucraron en críticas que eran mentira.

J: ¿Qué es lo que hacen tus papás en USA, como sostienen a la familia?

M: Mi papá trabajaba en un restaurante los primeros años, ahora se dedica darle comida a los peces, a llevar muebles, hacer muchas cosas, trabaja en lo que se necesita. Mi mamá trabaja en un restaurante y en limpieza.

J: ¿Cómo ha sido tu vida con tu llegada a Estados Unidos?

M: Llegué y tuve que hacer high school. Salí de un programa en el que me dijeron que me iban ayudar, la abogada nos ayudó y me dijo que podía estudiar. Me recomendó unas escuelas y llevé mis papeles. Estudié porque quiero en el futuro salir adelante. Terminé la high school, fue fácil, todos pasan los exámenes, no sé inglés y no escribo bien inglés, pero tengo mi certificado de high school. Después de ahí, me enteré de un lugar para estudiar: La Cocina V.A. donde entré para ser asistente de chef. Me hablaron y vine a entrevistas para que me aceptaran y me aceptaron. Aceptan a todos los inmigrantes, pero creo que por mi situación, con mi madre maltratada y con la necesidad, pues usted me entiende, creo que vieron que lo necesitaba y me aceptaron. Me gradué después de 4 meses y estoy trabajando.

J: ¿Qué es lo que haces en los Estados Unidos?

M: Lo que más me gusta de los Estados Unidos es que puedo salir aunque solamente descanso un día y me despierto temprano para ir a trabajar. Estoy en un restaurante chino y aunque entro a las nueve de la mañana, me levanto a las cinco de la mañana para poder llegar. También trabajo en un café entre semana y gano 15 dólares la hora. Los fines de semana me voy con el chino.

J: El dinero que ganas, ¿es suficiente? Washington es una ciudad muy cara.

M: Ese dinero es suficiente para lo que necesito. Ayudo a mi familia, quiero ganar más, quiero hacer algo, poder estudiar otra cosa, construir una casa bonita. Quiero regresar a Guatemala, quiero trabajar 10 años en Estados Unidos y depende lo que pase me voy o me quedo.

J: ¿Por qué quieres regresar a Guatemala?

M: Estados Unidos es muy competitivo en todo. Solo se habla de dinero y trabajo. Pierdes cumpleaños. No hay celebraciones. No ves a la familia. No hay tiempo ni para uno. Se pasa la vida con la familia, pero en Guatemala te mueres de hambre. La vida en USA es mejor que la vida de mis amigos en Guatemala, me dicen que no hay nada, que los negocios están cerrando y que hay más violencia. Yo aquí aunque salgo todos los dias y tengo trabajo, veo las calles limpias, pero no tengo amigos.

J: ¿Qué te dicen tus padres al respecto? ¿Saben que quieres regresar a Guatemala?

M: La relación con los padres no es igual. Con el tiempo he aprendido a perdonar y quererlos de nuevo. Quererlos más. Los abrazo pero no siento nada. Yo vivo con ellos y los ayudo pero tampoco siento rencor. Sí los quiero pero no es un lazo fuerte.

J: ¿Por qué dices que no tienes amigos? ¿No hablas con nadie?

M: (Entre risas) Tengo puros amigos latinos. Mi trabajo es en un restaurante chino. Inicié limpiado. Me toca cocinar y picar. Constantemente me siento frustrado porque hay compañeros que me hacen de menos. Siempre me decían malas palabras todos los dias y me pegaban en la cabeza, aunque me daban ganas de agarrarlo a golpes siempre me resistía. Ahora ya no me dejo que me peguen ni me digan groserias.

J: ¿Qué te motiva a levantarte todos los días?

M: Me motiva que comienzo a querer a mi mamá y quiero ayudarla. Quiero que ella descanse y darle todo lo que ella se merece porque se ha portado muy bien conmigo.

J: ¿Qué es lo que más te gusta de tu vida en Estados Unidos?

M: No me gusta mi vida, es complicada, nomas me levanto y voy a un trabajo, salgo y me voy a otro. No tengo tiempo de conocerme ni siquiera sé que me gusta. Lo que me gusta de aquí es la oportunidad y las calles limpias. Me gustan las gringas, estan bonitas, aunque no pienso en eso. No tengo tiempo de pensar en mujeres, me han engañado y las mujeres te llevan a vicios y a perder dinero. No quiero casarme, quiero tener hijos, pero no quiero casarme.

J: ¿Qué les dirías a las personas que están pasando por tu situación?

M: Yo les diría a la gente que la está pasando mal que pueden leer mi historia que aprendan de ella y si aún así quieren venirse a los Estados Unidos los apoyaría.

J: Si tuvieras la oportunidad de regresar el tiempo, ¿volverías a cruzar a Estados Unidos?

M: Si regresara el tiempo no volvería a cruzar la frontera. Me hubiera quedado en Guatemala. No me arriesgaría a quedar muerto en el desierto.

Agencia /Sin embargo

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Julia Castro Gómez
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Autora de dos libros Periodista, activista, conferencista. #LascartasdeJulia #Amorparapesimistas #librosconcausa #leersalvavidas