5W, crónicas de larga distancia: «Las reglas del mundo»

Una revista que nos muestra la cara más amarga del ser humano.

José Martin
El Buscalibros
4 min readJul 6, 2017

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Definitivamente nos gusta 5W. Si el primer número nos sorprendió, este segundo aún más. Nos gusta por el enfoque de sus reportajes, por poner el punto de mira donde otros ya no lo hacen y por recordar a aquellos que, de alguna manera, se sienten olvidados. Como decía un hombre que vivió en Beirut durante la guerra civil de Líbano:

«Lo peor de pasar una noche sometido a un terrible bombardeo no es el bombardeo, sino poner la BBC por la mañana y darte cuenta de que ni siquiera eres noticia, de que no existes».

Por eso son importantes publicaciones de este tipo. Porque nos muestran la cara más amarga del ser humano. Porque nos sirven para comprender el sufrimiento de muchas personas que, aunque estén lejos de nosotros, forman parte de nuestra realidad y que no debemos ni queremos olvidar.

Este segundo número se titula «Las reglas del mundo», y podemos comprobar cómo una cosa son las leyes que se promulgan y otra muy distinta su cumplimiento. Una cosa son las normas que nos imponemos para convivir y otra las reglas que realmente son efectivas en la vida diaria de la gente.

Como ocurre en Mauritania, donde las tensiones raciales son enormes entre negros y árabes-beréberes. Donde, aunque la esclavitud esté abolida desde 1981, de hecho sigue existiendo. Un hombre nace esclavo si su madre lo es. Automáticamente pasa a ser propiedad del señor. Los hombres trabajarán la tierra y las mujeres se dedicarán a las labores domésticas. También podremos comprobar cómo los derechos de las mujeres afganas no son respetados y no se aplica la ley vigente en el país. O cómo setenta y siete países legislan contra la homosexualidad, y conocer la situación de la comunidad de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) en países como Burundi, Ruanda y Uganda. De la misma manera nos sorbrecogeremos con los niños de Senegal que son obligados a mendigar para poder comer y librarse de los castigos de sus maestros coránicos, pese a la prohibición por orden ministerial del 2016.

Las leyes no dejan solo de aplicarse al cien por cien entre personas. También los estados buscan artimañas legales o interpretaciones interesadas de las mismas, aplicadas sobre territorios, como ocurre con las normas empleadas para frenar la llegada de refugiados a Europa, o con los acuerdos bilaterarles entre España y Marruecos para el control de sus fronteras.

Territorios que se blindan y territorios no reconocidos. Un millón y medio de Rohinyás, musulmanes que han ocupado durante siglos el mismo territorio — en torno al río Naf, entre Bangldesh y Birmania — , sufren repatriaciones, persecuciones al amparo de las leyes de los dos países sin ser reconocidos como ciudadanos de pleno derecho por ninguno de los dos.

Hay reglas que se convierten en ley. Como las de la mafia en Italia o el narco en México, que imponen sus normas sin que desde ningún estamento político se atrevan a intervenir. Que se valen del miedo y del silencio, de la extorsión y de la violencia para imponer su voluntad.

Hay leyes que directamente influyen o determinan la libertad de los ciudadanos, su capacidad de decisión en los ámbitos más íntimos y privados de su vida, como la política del hijo único en China o las instauradas por el Estado Islámico en Siria e Irak.

Existen actitudes delictivas permitidas como consecuencia de conflictos armados, tras los cuales impera el desgobierno y la impunidad. Así ocurre con las violaciones en el Congo; con el caos político en Libia, donde tras la era Gadafi aparecieron tres gobiernos diferentes, o con los pandilleros salvadoreños que están provocando una autentica sangría. Es el país que tiene el mayor número de homicidios del mundo; una guerra que no es guerra y en la que el gobierno ha cortado cualquier vía de diálogo por considerar a los pandilleros terroristas.

Por otra parte hay grupos de ciudadanos capaces de controlar las leyes y a los gobiernos que intentan instaurarlas. Así ocurre en EE. UU., donde el debate sobre la posesión de armas está abierto y la Asociación del Rifle ejerce todo su poder. O los niños obreros de Bolivia, que consiguieron que en 2014 se legalizara el empleo de menores a partir de los diez años bajo ciertas condiciones (condiciones que en muchos casos no se cumplen), porque si no trabajaban no podían comer.

Estos son ejemplos de lo que podemos encontrar en 5W. Un mundo con leyes pero sin ley, o, por lo menos, una ley muy relativa, que se aplica dependiendo a quién o a qué intereses responda. Son las reglas del mundo, son las reglas del juego.

Pero siempre hay pequeños héroes en cada historia: ciudadanos que dicen basta a la injusticias, que sacrifican su vida por una causa, aunque con ello se jueguen la vida o la libertad, que simplemente buscan que se haga cumplir la ley. Son casos como los de Biram Dah Abeid en Mauritania, de Hasina Safi en Afganistán, del padre Giacomo Panizza en Italia, de los periodistas asesinados en México, o del doctor Denis Mukwege en el Congo. Ellos y cientos de personas anónimas que día a día intentan, poco a poco, acabar con estas situaciones. Como las mujeres que sufren violaciones y maltrato en el Congo, que según Mukwege:

«Resurgen y se convierten en defensoras de sus familias y luchan por los derechos de los demás. Esas mujeres no luchan por ellas, sino por la humanidad».

Lean 5W, aunque no haya ninguna ley que les obligue. No se arrepentirán de hacerlo.

5W: Las reglas del mundo. 253 páginas. 29 euros. Cómprala aquí.

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José Martin
El Buscalibros

Estuve perdido y ahora vuelvo a caminar por la senda de los libros.