El arco iris de gravedad, de Thomas Pynchon

Un libro que atrapará a todo lector que se anime a aventurarse en su historia y no lo soltará hasta haberlo dejado en la más intensa de las derivas mentales.

Franco Santos
El Buscalibros
4 min readJun 22, 2016

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El arco iris de gravedad es de esa clase de obras que son capaces de llegar a lugares que la ficción convencional no puede ni imaginar. No esperen una relación fría, vaga y simple que solo nos exija un mínimo de concentración y una dosis mísera de participación. Con la ficción pynchoniana se conforma una especie de reciprocidad entre el lector y el escritor que tiende a agarrarnos por la fuerza y empujarnos hacia un viaje que se puede tornar demasiado intenso. En un libro de Pynchon no cabe la linealidad, la coherencia y la claridad: todo es un delirio, en la vastedad del tiempo y el espacio, una ascensión hacia el caos conspirativo y una colisión de alucinaciones que hace de la exégesis un sueño casi inalcanzable. Para representar lo que digo me voy a colgar de un diálogo que mantienen dos personajes, los rusos Mravenko y Tchitcherine:

«¿Tienes alguna idea de lo que está pasando?.

Mravenko rió.

¿Acaso lo sabe alguien?».

La megalomanía y la paranoia persecutoria son dos factores que rigen en toda la novela, y no solamente por la historia y sus personajes, sino también por el lector, que lucha por hallar la imagen final de un rompecabezas cuyas piezas nunca dejan de cambiar. Si algo nos ha enseñado Pynchon es que siempre será más confortante pensar que existe un plan maestro en el que nosotros interpretamos un rol esencial que pensar que somos cuerpos arrastrados por la corriente del tiempo sin un rumbo deliberado. De allí se desprende el delirio paranoico, que afecta a una gran cantidad de sus personajes, en especial a Slothrop y Enzian, quienes continuamente buscan quebrar la superficie de lo que se muestra a simple vista para dar con una verdad arduamente especulada. En esto también subyace la ineludible burla de Pynchon a la documentación histórica. Las realidades subjetivas de los protagonistas ponen de manifiesto que del caos individual surge el acontecimiento, y un acontecimiento surgido del caos no es nunca fehaciente.

Otro aspecto que me gustó mucho de El arco iris de gravedad es que el autor se centra en las consecuencias que tiene la beligerancia en los inocentes. Hay una parte extraordinaria, afortunadamente extensa, en la que Pynchon nos expone la devastación de la guerra en la Navidad y su efecto en los niños, que fueron forzados a separarse de la magia de la infancia para unirse a una suspensión eviterna que promete fuego y lágrimas en vez de juguetes. Pynchon nos ayuda a comprender, con un tratamiento narrativo magistral, que la Condena y la Libertad se forjan en un terreno de mentiras, y que las victimas siempre terminan siendo los que jamás quisieron la guerra.

Por supuesto que también están presentes temas recurrentes en su ficción. Uno de ellos es el colonialismo (personalizado por el capitán nazi Blicero/Weissman), que en esta ocasión se concentra en la ocupación alemana en el sudeste de África y el posterior genocidio herero, algo que me pareció muy bien manejado, y que se vuelve aun más interesante cuando, poco a poco, vamos conociendo la Schwarzkommando y sus facciones. En la relación de Enzian con sus subordinados y su confrontación con los Vacíos se puede apreciar claramente la dualidad entre el Bien y el Mal, así como la autodestrucción humana que impregna en su totalidad la atmósfera bélica de la Segunda Guerra Mundial.

Otros de los contenidos habituales del genio norteamericano (frecuentemente tratados con un humor tan bueno que es hasta posible terminar con una subluxación de costilla) son el sexo impúdicamente estrambótico (a veces excesivo, sin embargo), la manipulación de la entropía, ciencia real y contemplativa (en este caso le tocó el turno a la psicología conductista, más precisamente a la experimentación pavloviana), estupefacientes y sus respectivas secuelas alucinógenas, y un largo y variado etcétera. Queda más que claro que Pynchon puede escribir sobre lo que se le dé la gana, e incluso es capaz de educarse en una materia a fin de volverse experto y no cometer errores.

No voy a eludir el punto negativo más fuerte del libro, que es algo más bien personal. El arco iris de gravedad me dejó poco desde el lado emocional. Pynchon no es sentimental, hasta parece que le teme a las demostraciones de afecto o no se atreve a inmiscuirse demasiado en los sentimientos humanos, y, cuando lo hace, tiene que salir urgentemente con un ardid anticlimático. Esto es algo que no me había pasado con el anterior que leí de él, Mason y Dixon(monumental obra, que me dejó destrozado). No obstante, esto no quiere decir que no haya habido nada de conmovedor. Enzian, creo yo, es el personaje más profundo y complejo del libro, y por eso fue el único con quien me encariñé. Con respecto a los demás, me parecieron distantes, fríos, no logré formar ningún vínculo con ellos. Es verdad que quizá eso es lo que haya querido lograr Pynchon, pero me hubiera gustado soltar unas lágrimas.

¿Es difícil El arco iris de gravedad? Sí, pero no ilegible como había leído en un sinnúmero de sitios. Con su inherente estilo barroco y la fragmentación narrativa, Pynchon juega con la causa y el efecto, tanto como con la fantasía y la realidad, lo que puede tornarse un poco exhaustivo para la frágil mente del lector; sin embargo, mientras exista paciencia y voluntad, llegar al final no es una tarea imposible y les aseguro que será un tour de force más que placentero. A Pynchon hay que leerlo con un cuaderno a mano, concentración y café. Mucho café.

El arco iris de gravedad. Thomas Pynchon. Traducción de Antoni Pigrau. Tusquets Editores. España, 2002. 1152 páginas. 17,95 euros. Comprarlo en Amazon.

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Franco Santos
El Buscalibros

23 años. De Buenos Aires, Argentina. Colaboro en El Buscalibros. Dos cosas me ayudan a respirar: los pulmones y los libros.