‘La ciudad y la casa’, de Natalia Ginzburg

Un libro que nos muestra que la amistad se vuelve real cuando se pone a prueba.

molinos
El Buscalibros
3 min readJul 10, 2017

--

Hubo un tiempo, que empieza a ser ya muy lejano, en el que los amigos se escribían cartas con asiduidad. No existía internet ni había móviles y las llamadas telefónicas costaban un dinero que no todo el mundo tenía, el teléfono se usaba para emergencias o recados, no para charlar. Los amigos, las familias, se escribían cartas para contarse los pormenores de su vida diaria, los acontecimientos extraordinarios, las noticias y también, por supuesto, para confesarse sentimientos, amores, odios y comunicarse muertes y desgraciadas variadas.

La ciudad y la casa es una novela construida a partir de las cartas que un grupo de amigos se intercambian durante un par de años de su vida. Entre Roma y un pequeño pueblo cercano comparten la vida y el espacio físico de la casa de una de las parejas, Las Margaritas. Allí se juntan a pasar los fines de semana y las vacaciones, es una especie de oasis para ellos. El viaje de Giuseppe a Estados Unidos para establecerse allí desencadena la dispersión del grupo, los hilos de amistad que los unían se van aflojando y distendiendo. No hay nada que provoque la ruptura, más allá de las circunstancias de la vida, las decisiones que cada uno toma, equivocadas o no, inteligentes o no, y que hacen que la existencia avance.

En realidad, nada se desmorona, solo es la vida que avanza, sorprendiéndonos porque aquello que creemos inmutable y para siempre se transforma ante nuestros ojos en algo perecedero y se nos escapa entre los dedos sin que sepamos muy bien qué ha ocurrido. Las confidencias, los amores, la complicidad, los fines de semana eternos siempre en la misma compañía, las tensiones familiares, las relaciones ya conocidas… todo cambia y, muchas veces, nos pilla por sorpresa, aunque seamos nosotros mismos los que hemos provocado estos cambios.

«Tú me dices me encontraba bastante bien contigo, me sentía bastante alegre, pero todo se quedaba en el bastante. Qué mala puedes llegar a ser. Cuánto daño puedes llegar a hacer. Sabes que haces daño. No me creo que no lo sepas. En cuanto a tu panegírico sobre nuestra amistad, debo decirte que me lo creo muy poco, y que en cualquier caso me resbala. La verdadera amistad no araña ni muerde, y tu carta me ha arañado y me ha mordido».

Las cartas son sinceras, algunas veces ásperas, crueles, realistas en el hecho de que repiten datos porque en la época en la que nos escribíamos cartas no recordabas si habías contado algo o no. La trama, la vida va avanzando en el intercambio, confirmando, casi siempre, las impresiones que el lector va teniendo. Un intenso halo de tristeza cubre todo el libro. La única pega que le pongo es que el lenguaje, el tono, es muy parecido en todas las cartas, sean de quien sean. Ginzburg no diferencia a cada personaje por la manera de escribir, de expresarse, y eso crea cierta monotonía.

«El aburrimiento nace cuando cada uno de los dos lo sabe todo del otro, o cree saberlo todo, y no le preocupa nada que tenga que ver con él. No, me equivoco. El aburrimiento nada no se sabe por qué».

La ciudad y la casa es, en cierta manera, una novela de descubrimiento, juvenil podría decirse. Una novela de aceptación de la dimensión cambiante de la amistad. Los personajes descubren a través de sus cartas que los lazos que creían estrechos e inmutables se desatan y alejan mutando la naturaleza de la amistad o, incluso, haciéndola desaparecer. Sorprende pensar que Ginzburg escribió esta novela con setenta años, cuando evidentemente ya sabía todo esto desde hacía muchos años.

La ciudad y la casa se lee con agrado y, en la época de lo visual, casi se imagina como el guion de una película al estilo de Los amigos de Peter o Pequeñas mentiras sin importancia.

La ciudad y la casa. Natalia Ginzburg. Traducción de Mercedes Corral Corral. Lumen. España, 2016. 280 páginas. 21,90 euros. Comprarlo en Amazon.

--

--