‘Ciudad en llamas’, de Garth Risk Hallberg

Una obra que vale la pena leer y releer con avidez, para sentir el placer que cualquier amante de la buena literatura puede experimentar.

Franco Santos
El Buscalibros
5 min readJan 16, 2017

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Nueva York, los setenta. La era del Qué-más-da, del escepticismo desarticulado, de la anarquía casquivana. Las voces de Patti Smith y Joey Ramone recorren los suburbios del Bronx, los adolescentes se revelan contra un sistema que no entienden del todo, el punk es sinónimo de pertenencia y los grafitis, de identidad. Enajenación y desencaje, libertad y responsabilidad, soledad y conexión, el abuso de drogas y la autodestrucción son temas recurrentes que se deslizan a lo largo de las casi mil páginas de este tochazo. Una conjunción de microcosmos de una ciudad dura y maltrecha que se quiebra a merced de sus habitantes. Desde un adolescente enamorado en plena formación de valores hasta un inspector tullido ausente con su esposa, esta novela se enlaza y desenlaza en sus personajes con ligereza y agilidad debido a la maestría de un autor debutante pero con un talento incalificable.

Ciudad en llamas está constituida por más de una veintena de personajes envueltos en una red que ignoran. Buscan su camino hacia un objetivo poco claro. En sus privadas y contradictorias soledades desconocen sus respectivas partes que deben declamar en una obra tan compleja que los desborda. Esa red insondable se despliega a partir de un tiroteo en Central Park, en Año Nuevo de 1976, cuando el reloj marca las doce y la Luna brilla más que nunca, y termina en el famoso Gran Apagón del 77, cuando la ciudad alcanza su auge en términos de locura y desenfreno, en medio de la oscuridad total, vidrios rotos, saqueos y rascacielos que se pierden en la noche estival.

Si tuviera que elegir una palabra para describir este libro, esa palabra sería desamparo, porque lo que caracteriza a cada uno de los personajes de esta novela es su inviabilidad de encontrarse a sí mismos. La depresión y la soledad dotan de una profundidad asombrosa a los personajes de Ciudad en llamas. Encontrarse a sí mismos es una tarea que parece ajena al individuo aislado, se debe buscar en un otro que, paradójicamente, transita por aquella misma búsqueda. La incomunicación, la imposibilidad de conectar realmente con otra persona debido al fragoroso esfuerzo de hallarse uno mismo en alguien más es lo que, simultáneamente, une y desune a los personajes de Ciudad en llamas. Encajar parece una labor utópica cuando no se sabe quién es uno. No sentirse a gusto en una subcultura sucedánea del yo, la confianza quebrada y la decepción de los ideales son pequeños estímulos que van a guiar a los personajes hacia la conexión acaso no total pero reconstituyente del afecto que tanto, tanto persiguen.

Y de esto se desprende lo que más quiero resaltar en esta obra. Hallberg es un romántico, un cantor de la nostalgia. En Ciudad en llamas el sentimiento se rehuye pero no se renuncia. Ciudad en llamas es un libro que revela el fondo abisal de lo que nos hace seres humanos, y es por aquello que la tristeza es dominante a lo largo de sus páginas. Los personajes buscan el hogar en donde solo hay ruinas de algo que nunca existió. Se ponen la máscara que se ajusta mejor al entorno. Tal como dice Samantha Cicciaro: «Al final, nos convertimos en lo que somos. Las máscaras se funden con la cara». Hallberg logra representar el hermetismo del sentimiento personal, que no se ajusta jamás al contexto social, solo se calla, y no sin dolor.

La narrativa de Hallberg no me sorprendió, pero porque me lo esperaba, no porque me haya decepcionado. Una escritura pynchoniana que recuerda mucho a Franzen y le toma bastante prestado a Wallace y que puede hacer, en ocasiones, que se pierda el hilo argumental. Están advertidos. Los cambios de tiempo, la segmentación y la transgresión de las letras a través del desorden forman parte del estilo barroco que tanto me gusta de esta clase de autores. Es como si a Hallberg se le diera por ocultar un secreto y nos fuera revelando su contenido a intervalos, de manera que resulte indescifrable si se lo contempla en sus partes pero que cobra un sentido si se lo aborda desde el conjunto. Puede que esto derive en quejas y pasos de páginas violentos para demostrar el hastío ante semejante osadía y — casi — tomadura de pelo del autor, sin embargo, y se los aseguro desde la esencia de mi corazón de porcelana, se verán recompensados.

Ya mencionaba anteriormente el manejo narrativo maestro de Hallberg. Ciudad en llamas es una obra compleja, en el sentido de que se desarrolla como un dédalo descomunal que en su mayor parte aparenta nunca llegar a nada. Sin embargo, en varias ocasiones la historia se fractura en interludios compuestos por cartas, fanzines, proyectos de arte, etcétera, que le proporcionan al libro un rasgo altísimamente llamativo, que sin lugar a dudas agiliza el proceso de lectura. Puede que a Ciudad en llamas le sobren unas cuantas páginas, y puede que no, no obstante es ineludible que cada uno de los párrafos de esta historia aportan su pequeño grano descriptivo que propulsa la magistral formación de tanto la narración como la de sus personajes, y lo que también, hay que decirlo, da lugar a escenas inolvidables de las que me costará despegarme.

No teman embarcarse en esta travesía que puede considerarse un tour de force para algunos y una vuelta a casa para otros. Ciudad en llamas es un recordatorio. Un memorando gastado y arrugado que nos dice que detrás de este caos hay vida, que detrás de esta absurda búsqueda por ser alguien más está aquello en lo que debemos creer. Que quizá el auténtico vínculo sea inalcanzable, pero transitar este lastimero camino con alguien de la mano hace las cosas más fáciles. Aunque no lo sea para todos.

Ciudad en llamas. Garth Risk Hallberg. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz. Literatura Random House. España, 2016. 986 páginas. 24,90 euros. Comprarlo en Amazon.

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Franco Santos
El Buscalibros

23 años. De Buenos Aires, Argentina. Colaboro en El Buscalibros. Dos cosas me ayudan a respirar: los pulmones y los libros.