‘Departamento de especulaciones’, de Jenny Offill

Estamos ante uno de esos inexplicables casos de encumbramiento por parte de la crítica… y sufrimiento extremo para el lector. Huyan.

molinos
El Buscalibros
4 min readJun 27, 2016

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Hay libros que quieres que te gusten o, mejor dicho, que empiezas a leer con especial disposición porque te los recomienda alguien a quien quieres, respetas o admiras.

A veces, ese alguien a quien quieres, admiras o respetas se presenta en forma de una editorial por la que tienes una especial predilección, una editorial a la que tienes cariño, una editorial que sigues con atención y cuyos libros siempre estás dispuesta a leer.

Libros del Asteroide es para mí una de esas editoriales. Siempre cojo sus libros (rosas, verdes, naranjas o azules) con un talante especial. Admiro las ilustraciones, los colores, la tipografía tan reconocible y me sumerjo en sus páginas esperando siempre que esa lectura me encante, me deje del revés y poder venir aquí y decir: «Corred a comprar sus hermosos libros».

Con todo esto quiero decir que mi ánimo al empezar a leer Departamento de especulaciones no podía ser más favorable para adentrarme en la obra de Jenny Offill.

«Una novela fascinante» pone en la portada, y yo me lo creí. ¿Cómo no lo voy a creer de Libros del Asteroide? El problema ha sido que en la página treinta lo que tenía entre manos no me estaba pareciendo, ni de lejos, ni fascinante ni tampoco una novela.

¿Qué es Departamento de especulaciones? Pues no lo tengo claro. Hay una mujer, un hombre y un hijo. Hay un enamoramiento, un noviazgo y una pareja que se forma, convive y empieza a desmoronarse. Hay chinches. Y la maravillosa y emocionante historia de amor entre Carl Sagan y Ann Druyar metida con calzador y muy mal contada.

El párrafo anterior, además de resumir la historia que Jenny nos ha querido contar, refleja el estilo narrativo de esta autora: ninguno.

Jenny Offill nos presenta ciento setenta páginas (gracias a Dios que solo son ciento setenta) arrancadas de un cuaderno de notas. Una sucesión de anotaciones de la autora o del personaje (no queda claro, y lo peor es que a nadie le importa) colocadas en una sucesión temporal, pero sin nada más. La autora no se toma la molestia de elaborar un hilo, una historia, ni siquiera de dotar de nombre a sus personajes. Hay maravillosos libros compuestos a base de anotaciones, retazos, ideas… pero para que eso funcione las cosas que cuentas tienen que tener algún interés, tienen que resonar en el lector. Las anotaciones de Jenny Offill son soporíferas, patéticas y un aburrimiento. Mi lista de la compra tiene más enjundia.

No hay sentimiento ni emoción, solo ombliguismo autocomplaciente por el que el lector tiene que ir saltando para intentar llegar al final. La buena literatura exige siempre del lector un esfuerzo, pero esto, que obviamente no es buena literatura (ni siquiera estoy convencida de que sea literatura), es una tomadura de pelo. Llegas al final porque son ciento setenta páginas, a lo mejor, con suerte, la protagonista recibe una pedrada en la cabeza y el libro termina con algún interés. Spoiler: no hay pedrada ni interés en el final.

La red está plagada de críticas muy, muy favorables a este libro. Críticas que no consigo entender.

«Un libro formidable en su solo aparente levedad». Ja. Aparente. Nada de aparente, es todo levedad y sin sustancia.

«Una indagación en el misterio de la condición humana». Ja. Este libro es Bridget Jones con chinches en su casa y una hija. Esa es toda la profundidad que tiene, la misma que un charco.

«Puede que sea realmente difícil dilucidar qué pasa de verdad entre dos personas, pero Offill llega inquietantemente cerca». Creo que el consultorio sentimental de la Súper Pop, una revista de mi juventud, llegaba más cerca que Offill.

La historia que se (intenta) contar en Departamento de especulaciones es la historia de todos, la historia que la literatura ha contado un millón de veces y que contará un millón de veces más. Es la historia de cómo somos jóvenes, nos enamoramos y llegamos a la madurez dándonos cuenta de que la vida no es blanca o negra, sino más bien gris. Es la historia de cómo cada día para madurar debemos encontrar el camino para saber lo que somos y lo que queremos ser.

Es la historia de todos y Offill, sencillamente, no sabe contarla. Pero al César lo que es del César, Jenny, entre tanta tontería, tiene este hallazgo, una frase que llega al lector y, como la buena literatura, hace que piense «ese soy yo».

«Aquel chico era tan guapo que lo miraba mientras dormía. Si tuviera que resumir lo que hizo conmigo, diría lo siguiente: hizo que yo me pusiera a cantar todas la canciones malas que sonaban en la radio. Mientras me quiso y cuando dejó de hacerlo».

Departamento de especulaciones ha sido una desilusión en mi maravillosa relación con la editorial Libros del Asteroide. La parte buena es que sé que el siguiente seguro que será mejor.

Departamento de especulaciones. Jenny Offill. Traducción de Eduardo Jordá. Libros del Asteroide. España, 2016. 172 páginas. 17,95 euros. Comprarlo en Amazon.

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