Diario de un acercamiento, de Vicente Valero

Libro breve, a ratos bellísimo, que indaga en las raíces poéticas de la memoria y en el diálogo permanente entre el arte y la naturaleza.

Daniel Dilla Quintero
El Buscalibros
4 min readSep 5, 2016

--

L a publicación en 2016 de Viajeros y extraños, del poeta ibicenco Vicente Valero, ha sido señalada como un salto doble: de la poesía a la prosa y del ensayo a la ficción. Diario de un acercamiento, obra narrativa publicada en 2008, demuestra lo contrario: el autor lleva años mezclando, de manera acertada, distintos géneros.

Arte, memoria y naturaleza. Diario de un acercamiento es un recorrido por estos tres mundos. A modo de diario, pero con incursiones en el ensayo y en la crónica de viaje, el libro indaga en las raíces poéticas de la memoria y en el diálogo perpetuo entre el arte y la naturaleza. Leer estas páginas, nos dice la contraportada, permite acercarnos al hallazgo iluminador de la contemplación serena y solitaria, donde el conocimiento y la emoción se revelan unidos.

La obra, guiada por ese afán de unir la experiencia estética que viene del arte, de la naturaleza y de la memoria, se divide en tres partes. La primera, titulada «Hojas de verano», es la más perfecta y emotiva. El autor nos habla de la insularidad, de la presencia de las playas y de los veranos perfectos de la infancia. La escritura se pone de rodillas, como una confesión. Es interesante cómo se mezclan las voces y miradas sobre la isla. La del autor que se recuerda, que ha nacido y crecido en la isla, y la mirada forastera, la del turista que baja del barco de Transmediterránea, irrumpiendo a primera hora de la mañana, en un paisaje «entre el sueño y la vigilia», y más tarde desde la escalerilla del avión, con una maleta también atontada, vacía de realidad y llena de idealismos.

Ocupa la mitad de la obra su segunda parte, «Los apuntes del paseante». Se plantea aquí una reflexión poética en la relación entre la mirada del autor y la naturaleza. Un lazo íntimo, hecho de silencio y observación. Pasear es un estado de ánimo, y su goce exige silencio, concentración y soledad. Algunos apuntes de este libro tienen una procedencia diversa: notas escritas en un tren, con Antonio Gamoneda paseando por Pompeya, o en la ciudad de Arrecife. La pluralidad de orígenes parece hablar más bien de una improvisación que de un plan original. Por eso que esta segunda parte dispersa la atención y nubla el principio espléndido.

La obra se cierra con un hermoso título: «Cuaderno provenzal». Valero nos relata la subida al Mont Ventoux, imitando los pasos de Petrarca. La contemplación de la naturaleza vuelve a ligarse a la memoria y, sobre todo, al arte. Parece como si, solo a través de la mirada, a través incluso de una experiencia de carácter místico, pudiera el autor acercarse a la verdad de las cosas. La poesía y, sobre todo en esta parte, la pintura, son los cauces que en este cuaderno encuentra el autor como aproximaciones al conocimiento. Esa distancia que media entre uno mismo y el saber es donde reside, justamente, el arte: en el camino entre nosotros y el saber, se abren, como abanicos, la poesía y la pintura.

Los méritos estilísticos de la obra son ciertamente notables. La prosa de Vicente Valero está llena de poesía, no porque existe una nostalgia o idealización perpetúa, sino más bien por el énfasis en la síntesis, en el detalle, en la eliminación de lo superfluo. Se observa, y el lector celebra, su trabajo artesanal, hecho palabra por palabra. No hay tendencias sentimentales ni tampoco expansivas: como haikus, todo está hecho en miniatura, buscando, desde la brevedad, la mística y el nihilismo que habita en cada playa, en cada recuerdo, en cada hoja de un árbol. Las citas intercaladas persiguen ese mismo objetivo y añaden valor. Pese a ese demérito por cierta dispersión a mitad de la obra, Diario de un acercamiento se gobierna siempre bajo un principio claro: la unión, por vínculos de la experiencia estética común, entre la memoria, el arte y la naturaleza. Para lograrlo, el autor ha utilizado una mirada atenta y solitaria. Aquello que vale, nos dice, nunca se comparte. La mirada, escrita con espléndida belleza, es el camino hacia el conocimiento. Un planteamiento vital que su autor ya sugirió en uno de sus poemas, titulado «Principio de identidad», y que comenzaba con los siguientes versos:

«Nosotros somos solamente

siempre lo que miramos».

Diario de un acercamiento. Vicente Valero. Pre-Textos. Valencia, 2008. 188 páginas. 11,40 euros. Comprarlo en Amazon.

--

--

Daniel Dilla Quintero
El Buscalibros

Colaboro en la web elbuscalibros.com, donde se pueden encontrar buenos consejos de lectura, y escribo con irregularidad periódica en taganana.wordpress.com.