‘Los días iguales‘, de Ana Ribera

No es un tratado científico, no es un libro de autoayuda. Consigue conducirnos sin concesiones y sin piedad hasta el centro de la depresión.

Violeta Tomás
El Buscalibros
6 min readMay 28, 2018

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Dijo Ana Ribera el otro día en la presentación de su libro Los días iguales que escribirlo había sido como hacer explotar una ballena.

«Llegado el momento de que otros lean lo escrito, es el momento de ver si esos trozos van a aplastaros, heriros, mancharos o simplemente van a haceros pensar que efectivamente escribir sobre ella, dinamitarla, ha sido malísima idea, pero la ballena ya no está, desapareció».

Los días iguales seguramente no es un libro escrito para leer deprisa, pero yo lo hice porque sí es un libro escrito para leer conteniendo el aliento. Es un libro sobre la depresión de Ana Ribera, escrito en primera persona del singular, en el que, con la frialdad de un memorando, se describe cómo es un día tras otro tras otro, días iguales en los que no hay posibilidad de agarrarse al pasado y tampoco al futuro, en el que solo se siente miedo.

«¿Y qué te da miedo? Te da miedo vivir».

Hay dos lectores para Los días iguales: el que ha olido a la ballena muerta y el que no. Tal vez haya una zona de gris en la que están quienes han oído hablar de ballenas o de depresión y los que han pasado cerca, no lo sé. Pero sí creo que es uno de esos libros donde la perspectiva del lector lo define todo.

No hay consejos ni autoayuda, y eso lo convierte en un relato íntimo, un tú a tú donde nadie te juzga. Creo, y esto es una opinión muy personal, que Los días iguales golpea, pero también es balsámico, como lo fue el 16:

«El 16 me proporcionó también tranquilidad, la ocasión de contar con un sitio al que poder acudir sabiendo que allí nada me dolería y en el que no tendría que disimular. Aquella habitación creaba un lugar seguro para mí, un espacio en el que el dolor que sentía se anestesiaba y se volvía casi llevadero, manejable».

Para cualquiera que se haya asomado a la depresión el libro es terreno conocido y, al mismo tiempo, es una explosión que hace recorrer lugares (que tal vez creíamos) enterrados. Leerlo es revivir o reconocer o reconciliarse. Tal vez perdonar o simplemente comprender. Creo que a estos lectores la lectura de Los días iguales les dará paz.

En cuanto al resto, sentirán la tentación de pensar que el libro, cómo no, tiene algo de ejercicio literario, un poco o un mucho de hipérbole. No se preocupen, es normal. El que no haya estado allí puede pensar que en este libro, como en toda sucesión de palabras editadas en bonito, hay siempre una licencia creativa.

Ojalá. Los días iguales es la verdad desnuda. Los días iguales es un libro trabajado en cada coma, en el que no sobra ni falta ninguna palabra (esto lo detectamos rápido los que nos ganamos la vida escribiendo cosas muy aburridas). En Los días iguales cada frase es certera y exacta. Ni el orden ni el título de los capítulos ni las alucinantes ilustraciones de Luis Ruiz del Árbol son casuales.

No hay concesiones ni autocompasión, y tiene que ser así, porque precisamente lo que caracteriza esta enfermedad es ese «no me reconozco» que recorre cada página y cada ilustración. El desapego de Ana Ribera respecto de sí-misma-sufriendo-una-depresión es brutal, te golpea, te sorprende y te deja sin respiración, y así no solo el qué cuenta, sino el cómo lo hace consigue meterte de lleno en todo lo que implica una depresión.

No es sencillo diseccionar de una forma tan fría algo sobre lo que pesa el tabú, la culpa, la leyenda urbana, los prejuicios, las opiniones, los mitos románticos y las soluciones fáciles. Por eso en las primeras páginas del libro se zanja el tema con contundencia:

«Sentirse solo, triste, cansado, agotado, sin ganas de hacer nada y alicaído no es sufrir una depresión. Tener el corazón roto por un desamor (…) Perder a un ser querido, sufrir la ausencia (…) Pasarlo mal en el trabajo, tener mucho estrés o sentirse desmotivado tampoco es tener una depresión. Estar arrasado de pena, de tristeza, llorar sin consuelo horas o ahogarte con sollozos que no te dejan respirar tampoco es sufrir una depresión. Tener miedo, terror, ansiedad, angustia, un peso en el pecho que al mismo tiempo es un hueco tampoco es tener una depresión. No dormir, no comer, no hablar, no reír tampoco es sufrir una depresión».

¿Y entonces qué es tener una depresión?

«Todo eso junto, a la vez, se acerca ligeramente a lo que es estar inmerso en una depresión».

Decía al principio que hay dos lectores para Los días iguales, pero si lo pienso puede que haya muchos más. Creo, por ejemplo, que a mí no me ha dado miedo, aunque al empezarlo estaba preocupada al no saber qué iba a encontrar. La depresión aterra, claro, incluso si es solo un montón de palabras. Para mí había más bien angustia, la angustia de un día tras otro tras otro… los días iguales.

Quizá no sea así para todo el mundo. Y, sin embargo, sí sé que todo el mundo con un mínimo trecho recorrido en esta vida va a sacar mucho en limpio de su lectura. Es un libro en el que apenas se adivina un interlocutor. No hay ni consejos ni mensajes, solo un análisis frío: esto es una ballena. Esta ballena ha explotado. Esto es un trozo de ballena. Esto es otro trozo de ballena (parece un diente). Y así.

Yo no quiero contar nada más del libro. Puede que cada uno encuentre un trozo distinto de la ballena, pero todos habremos visto una ballena varada y una ballena explotando. Nadie quedará indiferente. Leedlo, no tengáis miedo. Era un libro necesario y ya está aquí. Alguien tenía que contarlo y Ana no ha podido hacerlo mejor.

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Violeta Tomás
El Buscalibros

Leer, cocinar, criar, escribir, ordenar, el derecho administrativo y el café.