Dublineses, de James Joyce

Quince relatos de oscuro magnetismo que, más allá de las diferencias espacio temporales, nos hablan de miedos, pasiones, sueños y decepciones: de todo aquello que nos hace humanos.

Lucía Lab
El Buscalibros
3 min readJul 21, 2016

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Hace unos meses en El Buscalibros os recomendábamos 10 escritores de relatos para los que no leen relatos. Uno de ellos era el famoso escritor irlandés James Joyce, de quien hacía tiempo que tenía muchas ganas de leer Dublineses. Para quien no conozca la obra, Dublineses es una colección de quince relatos publicados en 1914 y escritos en 1905 desde el exilio, apenas un año después de que el autor abandonara su país natal (o más bien escapara del mismo).

«Mi intención era escribir un capítulo de la historia moral de mi país, y escogí Dublín para escenificarla porque esa ciudad me parecía el centro de la parálisis».

Joyce retrata un Dublín opresivo, deprimente y cerrado, en el que solo cabe esperar angustia, falsedad y frustración. Así, aparentemente inconexos y diversos entre sí, todos los relatos comparten a Dublín y a sus habitantes como protagonistas y eje de la narración. Las historias nos hablan de la desilusión y la frustración de sus protagonistas, las alusiones a la religión católica, el retrato de la falsedad, la pobreza y la suciedad, y un regusto amargo en cada historia. De este modo, Joyce consigue plasmar en su obra la sociedad irlandesa tal y como él la percibe, a través de las vivencias de distintos narradores, logrando recrear para el lector una imagen global y, al mismo tiempo, muy específica de cómo es, a través de sus ojos, el día a día en el país que lo vio nacer.

No hay apenas descripciones psicológicas de los personajes, sino que podemos conocerlos por lo que dicen y hacen, además de por sus detalladas descripciones físicas (quizá como un recurso para que el lector «entienda» lo que supone vivir en un ambiente en el que cada persona es juzgada por su aspecto y sus palabras). Por el contrario, las descripciones físicas de los lugares en los que transcurre la acción son profusas y explícitas, sobre todo en los detalles más desagradables. Tanto los relatos que transcurren al aire libre como aquellos que tienen lugar en espacios cerrados comparten un ambiente enrarecido, viciado; Dublín es un hogar que, en lugar de mantener a salvo a sus habitantes, los envenena poco a poco.

Un tema constante en las historias es el resurgimiento de la sensibilidad gaélica (la explosión del Romanticismo a principios de siglo lleva a autores como Herger a la reivindicación de lo tradicional y las raíces culturales de cada pueblo; lo que junto al imperialismo creciente durante la segunda mitad del siglo XIX favorece el nacimiento de sentires nacionalistas por todo el continente) y de una actitud antibritánica (en 1922 Irlanda nace como Estado). Ambas son criticadas por Joyce, que identifica las pretensiones independentistas con una visión pueblerina y obcecada, y que nos muestra cómo tal conflicto supone una fuente de tensión social y de división entre irlandeses, incluso entre los más eruditos.

La catarsis es otro elemento recurrente: en cada relato el personaje protagonista asiste a una revelación, al descubrimiento de una verdad vital. Quizá por su temática, quizá porque me inspira a un tiempo ternura y nostalgia, mi cuento favorito es «Arabia», un relato sobre el paso de la infancia a la madurez. En esta historia Joyce recrea en un instante el amargo desencanto, la desilusión y la decepción que suponen crecer y entrar en contacto con el mundo adulto.

En Dublín no hay manera de escapar. Cualquier esperanza o posibilidad de huir del asqueo y la amargura es cancelada apenas se presenta. Aquí reside, en cierto modo, el oscuro magnetismo de Dublineses: en tan solo unas páginas Joyce consigue plasmar y hacernos conectar, más allá de las diferencias espacio temporales, con los vicios, los miedos y las pasiones que nos hacen humanos.

«Es mejor pasar audaz al otro mundo en el apogeo de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida».

Dublineses. James Joyce. Traducción de Eduardo Chamorro Turrez. Alianza Editorial. España, 2011. 288 páginas. 11,20 euros. Comprarlo en Amazon.

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Lucía Lab
El Buscalibros

Profesora y periodista. Viajera y lectora insaciable. Siempre llevo conmigo una libreta para garabatear.