‘El chico de las estrellas’, de Chris Pueyo
Un libro al que recurrir cuando la cobardía nos invada para seguir los consejos de un chico que consiguió pintar estrellas en el centro de un agujero negro.
¿Conocéis esa sensación que se produce al escuchar por primera vez una palabra que nunca antes habías oído y, sin embargo, a partir de ese momento no deja de llegar a tus oídos de forma repetitiva y constante? Algo así me pasó con El chico de las estrellas y con su autor, Chris Pueyo, o como se hace llamar a sí mismo, «Peter Pan».
Redes sociales, gente en el tren, anuncios en escaparates de todas las librerías de Madrid… El chico de las estrellas se hizo con el mundo real y el virtual en apenas unos días. La curiosidad me consumía por momentos y fue tras enterarme de que la FNAC de Callao se llenó de gente durante la presentación de este libro cuando me decidí a entrar y hacerme con un ejemplar.
Lo primero que me llamó la atención (o lo segundo, si tenemos en cuenta lo sorprendente de su acelerado éxito) fue la portada. Se nos presenta una imagen sencilla pero efectiva, de colores fríos sobre fondo blanco, sin letras recargadas ni elementos decorativos que desvíen nuestra atención de lo que verdaderamente importa: la sensación de hogar que transmite. Lo segundo que captó mis cinco sentidos se encontraba al otro lado de la portada, pues la tinta con la que está escrito el libro es del mismo color que el que predomina en ella: el azul.
¡Un libro escrito con tinta de color azul! No recordaba ese efecto desde La historia interminable.
La compra prometía ser un acierto, aunque hubo momentos en que llegué a dudarlo pues, a pesar de la expectación que generaba en mí el libro, la sinopsis que lo acompaña es bastante enigmática y no desvela gran cosa de la trama.
«Érase un niño que jamás vivió más de dos años seguidos en una misma casa, por lo que decidió pintar las paredes de todas sus habitaciones con estrellas. Su rechazo al colegio y una familia inusual le empujarán a emprender un viaje donde no todo serán constelaciones y pedirle deseos a la luna. Es hora de bajar al barro, equivocarse con una princesa y terminar encontrando un príncipe… ¿o no?
Sus ansias de libertad, tres antídotos de supervivencia y unas botas plateadas le acompañarán por un mundo muerto donde los sueños llegan descalzos y despeinados a Ninguna Parte».
Pronto me adentré en el mundo de ese niño que jamás vivió dos años seguidos en una misma casa para no querer salir de él. Era una noche del mes de diciembre y, durante los dos días siguientes, no pude pensar en otra cosa que no fuera esa habitación con estrellas y todo lo que en ella se escondía. Pocas páginas hicieron falta para darme cuenta de que lo que tenía entre las manos no era un libro, sino más bien un diario de un joven aterrado y desorientado por un secreto que temía desvelar.
En mi opinión, lo mejor del libro es la sinceridad con la que el autor cuenta su vida, como si pertenecieras a su círculo más íntimo de amigos, empleando expresiones que tienen como resultado la empatía y un lenguaje directo que aporta ese punto de cercanía hacia Chris Pueyo.
Es un libro sencillo desde el punto de vista literario, pero precisamente ahí reside su singularidad. Narrar una historia, una vida, sin adornos ni metáforas complicadas que oscurezcan lo que el autor intenta transmitir.
Si tuviera que decir algo negativo, señalaría el pecado de repetir constantemente ciertos términos o apodos con los que el autor nos presenta a los personajes. En un principio resulta curioso al tratarse de nombres bonitos y de gran sensibilidad, pero llegado cierto punto puede resultar repetitivo.
Por lo demás, no seré yo quien desvele el contenido, pero sí diré que se ha convertido en lo que los humanos llaman un libro de cabecera al que recurrir cuando la cobardía nos invada para seguir los consejos de un chico que consiguió pintar estrellas en el centro de un agujero negro.
El chico de las estrellas. Chris Pueyo. Ediciones Destino. España, 2015. 208 páginas. 12,95 euros. Comprarlo en Amazon.