El extranjero, de Albert Camus

Pocos libros han hallado la fórmula de la eternidad. Este es uno de ellos, ya que se mantiene como lectura necesaria para cualquier tiempo.

El extranjero es una mirada punzante al absurdo existencial a través de un extraño en propia tierra que, indiferente, niega su ser a fin de que la muerte sea algo ya contemplado. Una manera de afrontar el misterio de un más allá sin significado y una vida apática que no es más que un lento suicidio.

Camus explora en la impasibilidad, en la indiferencia de un protagonista con una angustia concentrada que se manifiesta en una consciencia borrada y en un vacío interno que solo llena la autocomplacencia: felicidad solipsista, individual. Meursault es la definición del yo despreciativo por una finalidad existencial carente de motivo. Su crisis ontológica se desarrolla en una separación casi total de cualquier dependencia emocional, como asimismo, aunque no tan frecuente, de la dependencia racional.

La moralidad es una parte fundamental en El extranjero. La escena del juzgado es la representación paródica de la importancia ilusoria en el juicio de los actos humanos. La prerrogativa moral concedida a hombres por otros hombres. Absurdo, un papel que solo puede declamar un dios muerto. Un bucle del sinsentido en el que el individuo es condenado con igual fuerza por estoicismo y asesinato.

Obra esencial para cualquier amante de la buena literatura, que recuerda al hombre que pertenece al barro y se burla de quienes se creen dignos del cielo, de los buscadores que proclaman haber encontrado una razón universal que, sin embargo, se quiebra tan fácilmente como un sueño.

El extranjero. Albert Camus. Emecé. España, 2007. 124 páginas. 17 euros. Comprarlo en Amazon.