‘Historia de los libros perdidos’, de Giorgio Van Straten

Una recopilación de historias curiosas sobre ocho libros que existieron y que nunca podremos leer.

José Martin
El Buscalibros
5 min readMar 14, 2017

--

Los libros, además de contarnos historias, tienen la suya propia. Una historia que va ligada a la vida y circunstancias de sus autores, a las vicisitudes sociales o políticas, e incluso al azar. El fin último para la obra de cualquier escritor es ser leída por el mayor número de lectores posibles, pero no siempre es así; algunas tienen un recorrido muy corto, tanto que, en ocasiones, ni siquiera llegan a ser publicadas o desaparecen por el camino. Estas últimas, las desaparecidas, serán objeto de estudio para Van Straten. El propio autor nos deja claro qué entiende él por libros perdidos:

«Yo entiendo por libros perdidos aquellos que el autor escribió, aunque en alguna ocasión no llegó a terminarlos; son libros que alguien vio, tal vez incluso leyó, y que luego fueron destruidos y nunca más se supo de ellos».

Teniendo clara esta premisa, Van Straten investiga ocho casos de escritores conocidos de los que se puede afirmar que, en algún momento, escribieron una obra que desapareció. Demuestra que esos libros existieron, que no forman parte de la imaginación del autor o del ideario de sus seguidores. Lo hace de una forma amena y ligera, mostrando todas aquellas pruebas que corroboran su tesis y realizando un somero repaso a la figura y obra de estos escritores.

Cada desaparición tiene sus propias causas, aunque en algunas podemos encontrar similitudes. Por eso, Historia de los libros perdidos es un viaje en el tiempo al mundo de los escritores y de sus libros, a su proceso de creación, a las dudas, a las correcciones, a la fatalidad que impide que podamos disfrutar de unas obras que se perdieron para siempre.

No siempre el autor es el responsable. A veces son los propios familiares los que, una vez fallecido el escritor, destruyen su obra, por causas personales o por verse reflejados en ella de una manera incómoda, como ocurrió con Il vale, de Romano Bilenchi. Tras su muerte, es la viuda quien decide acabar con la obra. Un manuscrito incompleto que el propio Giorgio Van Straten pudo leer. De la misma manera los familiares de Sylvia Plath y Lord Byron decidieron sobre la publicación de ciertos relatos. El marido de la autora gestionó la publicación de sus poemas, textos y narraciones. Escritos en los que se podía identificar su relación y el sufrimiento de esta antes de suicidarse. Haciéndose responsable de la destrucción de parte de los diarios de Sylvia, nunca fueron satisfactorias las explicaciones dadas por la pérdida de su novela Double exposure. De igual forma, los herederos y amigos de Lord Byron que se veían implicados en sus Memorias intentaron que terminaran en el fuego, por lo escandalosas que resultaban para la moralidad inglesa del siglo XIX. En ellas hablaba abiertamente de su vida sexual y de su homosexualidad. Finalmente se publicaron mutiladas y censuradas, privando al lector del relato completo.

El fuego es una forma recurrente de eliminación. Hay otros dos libros que terminarán de esta manera: el segundo volumen de Almas muertas, de Nikolai Gógol, y una novela de Malcolm Lowry, In ballast to the White Sea. En el primero sería el autor el que destruiría su obra, la quemaría, por la insatisfacción con ella, por la búsqueda obsesiva de la perfección que no encontraba. En el caso de Lowry sería el fuego que arrasó la cabaña donde vivía el que terminó con la única copia existente de su novela.

Otros desaparecerán de forma más fortuita, como le ocurrió a Hemingway. El robo de una maleta con la que viajaba su primera mujer, que contenía sus incipientes obras narrativas, provocará que nunca se conozcan aquellos iniciales momentos literarios. Como en Port Bou, en la frontera hispano-gala, desaparecerá otra maleta negra que transportaba Walter Benjamin cuando huía de la Francia ocupada por los nazis. Tras suicidarse en esta localidad, sus efectos personales desaparecieron, y con ellos unos «papeles» que no se ha podido demostrar con certeza sobre qué trataban, pero que para él tenían gran valor. Todo hace suponer que debía ser alguna continuación o corrección de sus obras.

Por último, la historia del escritor polaco Bruno Schulz y su obra El Mesías podría ser perfectamente una novela en sí misma. Muerto a manos de un oficial nazi durante la Segunda Guerra Mundial, el texto terminado nunca se pudo encontrar. Aunque a principios de los noventa un exagente soviético afirmaba que en los archivos de la K.G.B se encontraba la novela mecanografiada y que estaba dispuesto a entregarla a cambio de dinero. El gobierno polaco aceptó las condiciones, y cuando regresaba de viaje con la novela tuvo un accidente, ardió el coche y murió. Ahí termina la última pista sobre El Mesías, no se sabe si traía el texto o no. Y si era así, si se perdió definitivamente en el incendio.

Por lo tanto, vemos que las causas para que un libro desaparezca pueden ser muchas y caprichosas. A veces por intereses de terceros, que se ven afectados de una manera u otra por lo que el relato cuenta; otras por la propia personalidad del autor, por su afán perfeccionista o, simplemente, por no encontrar la manera de darle la forma adecuada a su relato; incluso pueden desaparecer por simple mala suerte, por un hecho fortuito; en ocasiones, la pérdida es fruto de los avatares históricos, una consecuencia de la realidad de cada momento, como ocurre en los periodos de guerra. De esta manera Giorgio Van Straten nos lleva de una manera fácil y entretenida a la intrahistoria de los escritores. A pensar en esos libros que pudieron ser y no fueron. A tener la esperanza de que alguna vez, en algún sitio, en un rincón olvidado, pueda aparecer alguna copia, algún borrador que nos los devuelva. Y si no es así, como dice el propio Giorgio, a imaginarlos y reinventarlos…

Historia de los libros perdidos. Giorgio Van Strten. Traducción de María Pons. Pasado & Presente. Barcelona, 2016. 156 páginas. 19 euros. Comprarlo en Amazon.

--

--

José Martin
El Buscalibros

Estuve perdido y ahora vuelvo a caminar por la senda de los libros.