Reseña de ‘Infancia’, de J.M. Coetzee

El relato de la infancia del autor en la Sudáfrica de los cincuenta, narrada con la maestría y sencillez del gran escritor que es Coetzee.

C_Jimenez10
El Buscalibros
3 min readMar 20, 2017

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Tiene Coetzee una manera de escribir nada sencilla, precisamente por lo sencilla, por lo limpia, por lo precisa. Y en esta extraordinaria novela, escrita en tercera persona y en presente, nos narra la infancia, su infancia, la infancia del autor, pero la infancia de cualquier niño, después de todo.

La infancia que el autor elige es esa edad que va de los diez a los trece años. Sucede en la Sudáfrica de los años cincuenta, una tierra bárbara en la que los ingleses han cedido el poder a los africáners y en la que empieza el Apartheid. Una sociedad en la que católicos, protestantes y judíos no se mezclan, en la que la lengua es un motivo de origen y segregación, en la que conviven negros, blancos y africáners como tercera categoría, y en la que él «procede de una familia atípica y vergonzosa en la que no solo nunca se pega a los niños, sino en la que además a los adultos se les llama por su nombre de pila, nadie va a la iglesia y se ponen zapatos a diario».

Coetzee nos cuenta su aislamiento, su no pertenencia a ningún lugar ni etnia: su lengua es el inglés, pero no es inglés; su apellido es africáner, pero no es africáner. Sus relaciones familiares con su madre, que le quiere demasiado, con su padre ausente y detestado, con su hermano despreciado e inútil. Su paso por el colegio, en el que destaca como buen alumno para evitar la brutalidad de profesores; su desapego hacia los otros alumnos, que aceptan esa brutalidad con naturalidad y como excusa para la camaradería. Y Coetzee también nos habla de la pertenencia a la tierra, al veld africano, a la granja familiar, en la que se encuentra consigo mismo sin saberlo.

Se trata de una infancia novelada, no de una acumulación de recuerdos, y Coetzee logra, con su enorme maestría, que nos hable un niño con el lenguaje, el orden y la coherencia de un adulto. Pero la voz es la de un niño, un niño asombrado y veraz, y por eso es tan reconocible su infancia, con sus miedos, sus preguntas, sus perplejidades, y con sus dudas y extrañezas.

Se trata de un libro extraordinario, maravilloso, de un escritor con un talento literario sin duda formidable. Léanlo.

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C_Jimenez10
El Buscalibros

Reirse es buenísimo para el cutis. Madrileña, madridista y algo francófila. Los emoticonos son el horror, el horror.