‘La buena gente del campo’, de Flannery O’Connor

Un relato alejado de toda pretensión poética, pero que logra, con palabras sencillas y acciones directas, destapar lo más bajo de las pasiones humanas.

carlos lópez-aguirre
El Buscalibros
3 min readMay 27, 2016

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La cotidianidad es un lobo con piel de oveja. Si hacemos un pequeño ejercicio de memoria comprenderemos que esos pequeños detalles de la vida diaria son los que nos conforman, los que determinan nuestras ideas, los que al final nos hacen ser lo que somos. No lo sabemos hasta el día en que todo se rompe y, por lo tanto, también nos transforma y nos desvela que no todo es lo que parece, ni tan siquiera nosotros mismos.

El relato La buena gente del campo, de la escritora norteamericana Flannery O’Connor, nos recuerda esta fragilidad humana. Una madre y una hija, inmersas en el mundo rural de los Estados Unidos de mitad del siglo XX, construyen un imaginario sobre la gente que las rodea. La señora Hopewell, la madre, acepta con cierta resignación su forma de ser, una rara combinación entre la inocencia y la perversión, pero la cual justifica con pequeñas mentiras que le dan tranquilidad a su conciencia. Su hija Joy, universitaria y conocedora del mundo urbano, odia toda aquella hipocresía, aunque no tiene más remedio que refugiarse en ese mundo debido a un problema físico que la aqueja y la acompleja. Entonces llega un joven vendedor de biblias.

Con la destreza de los grandes cuentistas, O’Connor nos ofrece una historia sencilla para destapar ese lado oscuro de la humanidad. Ese que nos negamos a reconocer en nosotros y en los demás, porque de hacerlo acortaríamos los deseos y las ilusiones, aceptaríamos nuestra capacidad de maldad y desconfiaríamos de todo aquel que nos rodea, incluso de aquel que amamos o deseamos amar. La vida sería un infierno.

Es también el relato de los prejuicios. De esas ideas fáciles y sin mayor profundidad que nos regalan esa certeza que nos tranquiliza en un mundo de incertidumbres, pero que al desquebrajarse ante la realidad nos abre un abismo en el alma, nos frustra y no tenemos más remedio que reconstruir la idea, a veces con mayor conocimiento, a veces solo pegamos las piezas de otra manera.

La fuerza del cuento nace de la sutileza, de ese ambiente donde parece que nada sucede pero donde se construyen y se ejecutan toda clase de perversiones. O’Connor logra introducirnos en ese universo rural casi de forma natural, hasta sentirnos asfixiados por el aburrimiento y las intrigas, por las miradas complacientes que van cargadas de odio, por ese conformismo que no logra rebelarse por comodidad o por miedo.

La buena gente del campo nos vuelve a revelar que la literatura norteamericana, solo con palabras sencillas y acciones directas, logra desenmascarar los laberintos más complejos del alma.

La buena gente del campo. Flannery O’Connor. Traducción de Marcelo Covián. Nórdica Libros. España, 2011. 72 páginas. 8 euros. Comprarlo en Amazon.

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carlos lópez-aguirre
El Buscalibros

Periodista, escritor y promotor de lectura mexicano radicado en Barcelona. Obsesionado de las palabras y sus creaciones.