La duda

A veces, esos minutos de madrugada en los que te desvelas pueden ser los momentos más profundos del día, donde te planteas todo tipo de cosas.

T e despiertas. Entreabres un ojo y miras el reloj de la mesilla. Son las cuatro de la madrugada. Te quedas observando el techo durante unos minutos y te levantas. Te lanzas a la cocina, estás muerto de hambre. Abres la nevera y coges los restos de comida china que te sobraron ayer. De repente, te sorprendes pensando en el cuerpo desnudo en el que has estado rebuscando unas horas atrás. De repente, te sorprendes pensando en que ya no te asusta la idea de empezarla a querer.

Vuelves a la habitación, te tumbas en la cama y miras el móvil. Relees el mensaje de un polvo pendiente que te saluda y te propone quedar. Te asalta la duda, sueltas el móvil y te metes en la ducha. Cierras los ojos y dejas que el agua te golpee en la cara mientras decides si la engañas a ella o te engañas a ti, si lo mandas todo a la mierda o, por una vez, eliges ser feliz.

Sales de la ducha con el convencimiento de ignorar al golfo que ha estado dormitando en ti, con relativa facilidad, los últimos meses. Vuelves a la cama e intentas conciliar el sueño durante un par de horas más. Tras unos minutos de inquietud, un impulso repentino te hace agarrar el móvil y contestar el mensaje. Las tentaciones son difíciles de dominar y el sexo, un perro del infierno que no se deja amaestrar.