‘Oscuridades programadas: Crónicas desde Turquía, Siria e Iraq’, de Sarah Glidden

Una reflexión concienzuda, sincera y nada complaciente sobre lo que es y debería ser el periodismo.

molinos
El Buscalibros
5 min readMay 30, 2017

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E n el año 2010, Sarah Glidden viajó con dos amigos periodistas y un exmarine de los Estados Unidos por Turquía, Siria e Iraq. El propósito de su viaje era tratar de conocer, comprender y posteriormente reflejar, a través de su libro y de sus dibujos, el papel del periodismo en la actualidad.

Han pasado siete años desde aquel viaje de dos meses y la situación en los tres países visitados ha cambiado por completo: Turquía se ha convertido en una dictadura sin libertades y con el periodismo bajo sospecha y amenaza continua, Siria está completamente destrozada por una guerra civil que ha convertido a la mayor parte de su población en refugiados o muertos, e Iraq, que en el libro parece el sitio más peligroso, se recupera, aún muy poco a poco, de la invasión americana, la inestabilidad política y los ataques del estado islámico. En 2010, toda la zona parecía un sitio peligroso, ahora es el infierno. Por estas razones nadie debe buscar en Oscuridades programadas una crónica política, ni geoestratégica ni social que le permita entender los motivos por los que toda esa zona es ahora mismo un infierno. Todas las elucubraciones, pensamientos y consideraciones que los protagonistas exponen y explican en el cómic se han visto desbordadas por la realidad de lo que ocurrió después y que el lector conoce. Que la actualidad diaria haya superado por completo lo expuesto en el cómic no le quita valor ni interés. Por el contrario, constituye un ejemplo perfecto de cómo en realidad, y por mucho que indaguemos, preguntemos y reflexionemos, no tenemos manera de saber qué ocurrirá en el futuro.

Acompañar a Sarah y a sus amigos periodistas durante su periplo nos permite, por una parte, comprender lo alejado que está occidente, que estamos nosotros de la realidad de Oriente Medio y, por otro lado, comprobar cómo muchos de nuestros esfuerzos por «hacer algo» resultan naif y de una ingenuidad casi infantil. Somos incapaces de imaginar cómo se puede tener una vida, un trabajo, una familia, una ciudad por la que pasear, un presente y un futuro y, de la noche la mañana, por circunstancias políticas que se escapan completamente a nuestro control, perder absolutamente todo, pasar a ser un «refugiado» y no tener futuro. Es algo devastador que no somos capaces de entender​, ni de llegar a pensar con claridad.

Sarah acompaña a sus amigos observándolos trabajar. Los periodistas parten de Seattle con una idea más o menos clara de lo que quieren contar, el enfoque que quieren darle que se va perfilando con el contacto diario con distintas personas. Asistimos con Sarah al trabajo diario del reportero; la preparación de las entrevistas, la recopilación de testimonios, la grabación de recursos tanto sonoros como visuales, la preparación de vídeos, podcasts y publicaciones web y, también, a la frustración que ese trabajo provoca en numerosas ocasiones. Los entrevistados no responden a las expectativas creadas, las grabaciones se pierden, las trabas burocráticas, los problemas de comunicación.

Glidden intenta, y consigue casi siempre, mantener un tono objetivo, una visión neutral tanto hacia sus amigos como hacia los desconocidos con los que entablan contacto. A pesar de ser un personaje de su propio cómic, mantiene una distancia considerable para intentar mantener un enfoque amplio y lo más despersonalizado posible. Es una historia de personas, de periodistas y refugiados, pero Sarah intenta que su pensamiento personal perturbe en la menor medida posible lo que está tratando de contar.

Y ¿qué trata de contarnos? El mayor valor de Oscuridades programadas está en su presentación del papel del periodista, un papel muy alejado de todos aquellos tópicos que lo han empañado en los últimos años. No hay periodismo triunfalista ni periodistas erigidos en salvadores de la democracia, de los valores supremos ni de la humanidad, no hay periodistas aleccionando sobre la importancia de su trabajo ni periodistas protagonistas, no hay victimismo ni industria. En Oscuridades programadas hay dudas, hay interés, hay obsesión por contar historias, pero sin prometer soluciones, hay interés en ser lo más objetivo posible y empeño en encontrar el mejor enfoque para contar la historia y, también, para conseguir venderla. Se persigue ver la realidad para poder contarla y se reflexiona sobre los errores al ejercer el periodismo.

¿Qué sensación le queda al lector al llegar al final de las casi trescientas páginas ilustradas con las preciosas y precisas acuarelas delineadas de Glidden? Pues básicamente desesperanza, desilusión y desconsuelo. Es descorazonador pensar que la terrible situación retratada en este cómic, que las circunstancias en esos países y para esas personas es, siete años después, muchísimo peor, terrorífica. Es terrible considerar que todo lo que el periodismo hecho en aquellos años, por los periodistas que aparecen aquí y por muchos otros, no ha servido para nada, el mundo no es mejor, es muchísimo peor.

Lo único esperanzador en esta historia es pensar que existen periodistas comprometidos con su trabajo y con la realidad tratando, a pesar de todas las dificultades y de las malas experiencias, que el dar a conocer las historias consiga hacer el mundo un poco mejor, remover alguna conciencia, provocar algún movimiento. Como dice Sarah, no la dibujante, sino la periodista:

«El periodismo es una expectativa».

Oscuridades programas: Crónicas desde Turquía, Siria e Iraq. Sarah Glidden. Traducción de Regina López Muñoz. Salamandra Graphic. 304 páginas. 25 euros. Comprarlo en Amazon.

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