‘Rehenes’, de Laura Muñoz

Un libro a mitad de camino entre la fotografía y la novela negra.

El Buscalibros
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2 min readFeb 7, 2016

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A pesar de que los libros en gran formato son una de mis debilidades, de que me apasiona la novela negra y de que apuesto por los caminos intermedios en el arte, si no me lo hubiese enviado la editorial, jamás hubiese tenido este libro entre mis manos, más allá de los dos o tres minutos que me hubiese costado darme cuenta de que Laura Muñoz y yo no compartimos nada; ni la selección de autores, ni la idea de lo que convierte una correcta fotografía en un buen retrato ni, desde luego, el lenguaje simbólico, así que no me vería en el compromiso de reseñar este libro atendiendo a los dos principios que intento que modulen mis intervenciones en este blog coral, a saber: sinceridad y respeto.

Dicho esto, Rehenes es un libro curioso, en el que se reúnen los retratos de unos treinta escritores y escritoras (Raúl Argemí, Berna G. Harbour, Carlos Salem, Cristina Fallarás, Fernando Marías, Carlos Salem, Carlos Zanón, Marcelo Luján, Espido Freire o Empar Fernández, entre otros) más o menos relacionados con el género negro (algunos muy, muy de lejos), combinados con palabras sueltas o frases cortas elaboradas por la autora (la editorial los denomina pistoletazos literarios), presentadas en formato collage con variadas fuentes, tamaños y colores, si bien en todos los montajes predominan el rojo de la portada y el negro de la literatura a la que quiere rendir homenaje.

Un pequeño gran formato quizá destinado al regalo, ese regalo complicado que no quieres que sea muy personal, pero que tampoco parezca que lo has elegido al peso, un regalo para quien presume de amplios conocimientos literarios y cuidada sensibilidad. Si alguna de las presunciones no es tan falsa como mantiene el dicho, quizá aciertes.

Releo lo escrito y parece una idea interesante, quizá un poco fan/friki pero atractiva, y casi cedo a la tentación de dejarlo aquí, pero no, a mi modesto entender las fotografías son planas, insulsas, propias de una contraportada ordinaria, y los textos tan poco incisivos, estimulantes o evocadores como si procedieran de una mala sopa de letras y tan libres en su relación con el escritor o su obra que bien pudieron traspapelarse en el proceso de maquetación sin que nadie (salvo la autora) se diera cuenta.

Mi consejo es que si te lo tropiezas en una librería, lo mires bien y valores si merece el espacio que ocupará en tu casa, yo ando pensando a quién se lo regalo.

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