Sidra con Rosie, de Laurie Lee

Un libro que nos lleva al campo inglés de los años veinte, a un mundo que se está terminando sin que sus habitantes lleguen a sospecharlo.

Violeta Tomás
El Buscalibros
3 min readJun 6, 2016

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Sidra con Rosie habla de un mundo de silencio y de caminos marcados por cascos y ruedas de carretas.

Nos conocimos el año pasado en la Feria del Libro de Madrid. Yo había desayunado café con bizcocho y, como en aquella época no trabajaba, disfrutar de las mañanas entre semana era casi una obligación.

Me llamó la atención la portada, el título, y el editor de Nórdica me dijo: este te va a gustar. Que qué sabrá él, me dije. Pues sí. Me gustó. Me gustó mucho. Es más, si no me hubiera gustado, aun así tendría que reconocer que merecía la pena.

Laurie Lee, Laurence Edward Alan Lee, fue poeta, novelista y guionista inglés. Su obra más famosa es precisamente la trilogía autobiográfica de la que Sidra con Rosie constituye la primera parte. (Las otras dos, hasta donde he podido averiguar, no están traducidas de momento).

El libro relata la infancia del autor en una aldea inglesa en los primeros años del siglo pasado. Lo cuenta como lo recuerda, a través de momentos muy precisos, no los más cruciales, sino los que se quedan grabados.

Lo más sorprendente del libro es que transmite el olor, el frío, el silencio, la sensación de los zapatos al hundirse en el barro. Se sienten las rodillas con costras al correr por el campo con los otros amigos, y el calor al volver a casa.

«Yo era aún lo bastante pequeño para dormir con mi madre, lo cual me parecía el único objetivo de la vida. Dormíamos los dos juntos en el dormitorio de la primera planta, en una cama con barrotes de latón, cortinas y colchón de borra (…) Tras la separación del día y la amplitud de la casa, yacíamos allí los dos solos y unidos. Aquella oscuridad me parecía el fruto del endrino, blando y denso al tacto, pero era una oscuridad de beatitud y languidez sencilla, en que todas las aristas parecían redondeadas, propias y ajustadas; y resultaba que aquella presencia por la que habías gemido y suspirado no había huido, después de todo».

Sidra con Rosie es un libro bonito. Es como el bizcocho casero con café, para tomárselo a sorbitos, con calma y en silencio. Es un libro que no se merece que lo leamos en el autobús en una mañana ajetreada. Es de esas lecturas que nos ayudan a entender de verdad cómo eran las cosas antes, cuando la vida tenía ritmos que no sé si nos podemos imaginar.

El libro es maravilloso por la poesía que contiene. Pero lo más bonito es la precisión con que transmite la cadencia del mundo que se está terminando, acechado por la velocidad y el cambio.

«Ay, cómo trabajaban las chicas entonces; antes del amanecer ya estaban en pie, muertas de sueño, para disponer veinte o treinta fuegos. Barrer, fregar, limpiar y pulir se hacía sólo para volver a hacerlo. Lavar montañas de vajilla y cubertería, corretear escaleras arriba y abajo; y aquellas campanillas irascibles que empezaban a resonar como en una rabieta… Justo cuando lograbas sentarte un instante».

Es el mundo de Downton Abbey, pero sin focos ni maquillaje. Sin llegar a ser amargo ni crítico. Lo cuenta como lo recuerda, y nosotros tenemos la íntima certeza de que realmente las cosas eran así allí y entonces. Sidra con Rosie nos lleva a recordar cosas que no hemos vivido, y eso, amigos, eso es muy bonito.

La traducción de José Manuel Álvarez Flórez y Ángela Pérez es fantástica. Laurie Lee es fundamentalmente poeta, y su libro es olor a leña, frío, silencio, está hecho de hierba mojada y de posos de té. Hay que hacerlo muy bien para trasladar todo esto a un lector de otra lengua.

Sidra con Rosie. Laurie Lee. Traducción de José Manuel Álvarez Flórez y Ángela Pérez. Nórdica Libros. Salamanca, 2014. 249 páginas. 19,50 euros. Comprarlo en Amazon.

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Violeta Tomás
El Buscalibros

Leer, cocinar, criar, escribir, ordenar, el derecho administrativo y el café.