Art Bembé: Toda una fiesta sonora

Joaquín Borges-Triana
El Caimán Barbudo
Published in
5 min readApr 3, 2024

Si un fonograma en la discografía cubana del presente siglo XXI permite comprobar la idea de interactuar entre músicos de disímiles procedencias pero con una misma sensibilidad ante el hecho sonoro, ese es sin duda Art Bembé.

No todos los discos resisten la prueba del paso del tiempo. Por eso hay que celebrar cuando veinte años después de ser publicado, un álbum continúa sonando con idéntica frescura al instante de su aparición en el mercado. Tal es el caso de Art Bembé, acreditado al ya desaparecido dúo de Gema Corredera y Pavel Urquiza.
Si un fonograma en la discografía cubana del presente siglo XXI permite comprobar la idea –devenida concepto– de interactuar entre músicos de disímiles procedencias pero con una misma sensibilidad ante el hecho sonoro, ése es sin duda Art Bembé, publicado en el 2004 por Editorial Conspiradores en la colección El Europeo. Desde el instante de su aparición, el CD vino a ser una declaración de principios de toda una generación de jóvenes instrumentistas de nuestro país y que en muy variadas circunstancias, al margen de las tentaciones de lo que está de moda, hoy da testimonio de un auténtico compromiso con lo más genuino del arte.
Art Bembé fue la cuarta producción discográfica realizada por Gema y Pavel. Anteriormente, habían editado los fonogramas Trampas del tiempo, Cosa de broma y Síntomas de fe. En todos, conformados mayoritariamente por las composiciones de Urquiza y algunas aportaciones de gentes como Vanito, José Luis Medina o Boris Larramendi, siempre prevaleció la intención de integrar múltiples componentes que van del son a la rumba, de la música folklórica a la Nueva Trova, pero también del rock al jazz, del rap a los aires brasileños y hasta algo de house o tecno.
En Art Bembé se prosigue en la apuesta por la más absoluta hibridación posible y lo que en una etapa anterior pudo sonar un tanto marcado por la ansiedad, aquí trasluce por doquier madurez. Concebido y materializado como un disco libro, en el cual se incluyen dos CDs con veinte canciones, no dudo en asegurar que ésta es una fiesta sonora que brilla por su diversidad. A dicha conclusión resulta posible arribar, incluso, desde que se escucha el primer corte de la grabación, "Mamá Perfecta", excelente versión realizada por Pavel a una pieza que fuera popular en la voz de Bola de Nieve.
En la reinterpretación orquestal que Urquiza hace del tema, de manera magistral entran y salen distintos estilos musicales. Como ejemplo del principio de interactuar al que me refería con anterioridad, entre otros en el track intervienen (además de Gema y Pavel) el multiinstrumentista Carlos Puig (aquí toca la trompeta), el percusionista Moisés Porro, Alberto Fabián y Francis del Río en voces. Quizás, lo más llamativo de la pieza está dado porque junto a los protagonistas del presente, gracias a la técnica del sampling se escuchan fragmentos de Miguelito Valdés, Bola de Nieve, Chapotín y Barbarito Diez, en perfecta muestra de que la buena música cubana rompe con toda clase de fronteras.
La diversidad estilística deviene la cualidad principal del repertorio comprendido en estas veinte canciones. Así, en el álbum hay baladas como “Flor de agua”, en la que se destaca la sensible voz de Haydée Milanés como invitada; boleros al corte de “Sé feliz”, que se ha convertido en un clásico del género; o composiciones bien marchosas como "La Zorra y el Cuervo", homenaje a la desaparecida escena jazzística en La Habana nocturna. Asimismo, temas como “Partir”, “Déjate llevar”, “Si te abrazo más”, “La puerta y el espejo” o “Tu amor”, son representativas de las particularidades de Pavel como autor, una labor que en el álbum se enriquece todavía más al firmar en coautoría con Descemer Bueno piezas como “La lluvia”, “Unas horas de más” o “De Nueva York a La Habana”.
No faltan en estos dos CDs los cortes que recogen el legado afrocubano, pero asumido desde una óptica renovadora, puesta de manifiesto en temas como la ya citada “Mamá perfecta”, “Elewa” o esa maravilla nombrada “Diosa de cobre”, conocida primero a través de la versión efectuada por la ex Mecano Ana Torroja. Lo singular está dado por el hecho de que dentro de la variedad de que hace gala el fonograma, como constante se encuentra el concepto del dúo en lo referido al acertado montaje de voces. Particularmente, pienso que para el 2004 ya Gema estaba viviendo ese momento de plena madurez como cantante y que suelen registrar las mujeres alrededor de los 40 años, cuando tienen total dominio sobre su registro, como sucediese en este caso.
Muy importante en el resultado final del fonograma es la participación en el mismo de un nutrido grupo de eminentes instrumentistas, entre los que sobresalen Roberto Carcassés y José Ramón Mestre en teclados; Fernando Favier en batería, cajón, djembé, bongó y berimbau, Ahmed Barroso (hijo) en la guitarra, la rapera Telmary Díaz, Carlos Sarduy a la trompeta, el saxofonista Alexander Batista, Gladys Silot en el violín y los bajistas Descemer Bueno, Yelsey Heredia, Javier Kilez, el fallecido Juan Carlos Formell y Junior Terry. Lo único que le señalaría de negativo a Art Bembé, que dicho sea de paso en su libro cuenta con textos y pinturas de varios escritores y artistas cubanos, es que pienso que se pudo incluir algo más de material en los discos pues cada uno de ellos sólo trae diez cortes y por ende, se desaprovecha el espacio de dicho soporte.
Por lo demás, a veinte años de su aparición, me ratifico en la idea de que este doble álbum es una hermosa vitrina sónica de madurez, que me convence de lo no desproporcionado de la aseveración de Marta Valdés, esa extraordinaria compositora y artista en el sentido integral del término, cuando en uno de los escritos que acompaña a la edición del disco libro, con certeza asegura:
“No sé por qué me han pedido unas palabras para este disco, si estoy diciendo más de cuatro cosas… Que viajo con una cinta llena de grabaciones de Gema y Pavel, y a veces encuentro gentes que los conocen y a veces gentes que entonces salen a buscarlos porque los quieren en sus vidas. Que cuando me agarran las tardes escuchándolos a solas, me pongo a llorar porque me hacen mucha falta.”

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