Casi 180 años de imágenes en una sala

Raúl Enrique Medina Orama
El Caimán Barbudo
Published in
5 min readAug 2, 2019
Absolut Revolution. Liudmila Velazco y Nelson Ramírez

Fotos: Cortesía del Museo Nacional de Bellas Artes

Cien obras, firmadas por cincuenta artistas. No más. Para resumir casi 180 años de fotografía en Cuba, Rafael Acosta de Arriba no tuvo otra opción que “coger las tijeras” — como esas que llenan todo el cuadro en la instantánea de José Manuel Acosta — y descartar.

Lo primero a decir sobre La imagen sin límites, exposición antológica abierta del 21 de septiembre al 26 de noviembre de 2018 en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), es que esta fue una visión particular sobre la historia de la fotografía en Cuba. “Una de las posibles versiones”, reconoce el propio ensayista y crítico Acosta de Arriba, curador de la muestra. Pero la suya no es cualquier aproximación, sino una avalada por años estudiando y publicando sobre la iconografía de esta isla, primera en ser fotografiada en el mundo según leo al inicio de la exhibición, en la sala temporal ubicada en el tercer piso del Edificio de Arte Cubano.

Anduvo con esta propuesta guardada luego que en el mismo MNBA, otra administración rechazara organizar la expo en 2005. Para eso estaba la Fototeca de Cuba, le dijeron, institución a la que en 1986 se le habían transferido la mayoría de las instantáneas de los fondos del museo. Viejos prejuicios en el aire.

Pero Rafael Acosta está convencido de que la fotografía ocupa un lugar especial en la producción simbólica del arte cubano. “Es una de las expresiones que ha tenido un crecimiento mayor y un impacto más grande en los circuitos del arte contemporáneo internacional en las últimas décadas”, explicó a la prensa a propósito de la inauguración. Hay que contar con ella, y el director actual del MNBA, Jorge A. Fernández, le abrió las puertas.

Estudio sobre Degas. Alicia Alonso. Foto: Julio López Berestein.

OJEANDO EL ÁLBUM
El curador escogió transitar por una doble vía, pues la muestra puede asumirse como una historia de la fotografía — con sus pioneros, tendencias, motivos… — , pero a la vez ciertos segmentos revelan un relato histórico del país a través de las instantáneas.

En el inicio estaban los soldados españoles que en 1895 miraron hacia el lente de su coterráneo José Gómez de la Carrera: los infantes bebiendo, calmos, antes de la batalla contra los mambises; y esa otra que muestra a las tropas colonialistas embarcándose en tren desde Villanueva, La Habana, para caer sobre el campo insurrecto.

Es la primera estación de la museografía, que también incluyó a Joaquín Blez, con su espléndido y atrevido — para la época, 1920 — desnudo femenino y su célebre retrato de José Raúl Capablanca (1948).

Otro momento se organizó alrededor del Club Fotográfico de Cuba, fundado en 1935 y donde concurrieron los principales de esa etapa, entre ellos Generoso Funcasta, Felipe Atoy, Roberto Rodríguez Decall y José Manuel Acosta. Se movieron entre la influencia de la academia pictórica y la experimentación; un desarrollo luego desplazado por la emergencia en los 60, con fuerte impulso del nuevo poder político, de la fotografía llamada “épica”.

La visualidad predominante fue la de clara proximidad testimonial a la Revolución, lo que no fue óbice para que algunos como Raúl Corrales legaran imágenes de gran belleza plástica: El sueño (1959) y Caballería (1960). También se destacaron, con diversas estéticas, Alberto Díaz Korda, Roberto y Osvaldo Salas, Liborio Noval, Enrique de la Uz; así como Ernesto Fernández, cuyo Martí, Plaza Cívica (1957) es una de las más impactantes fotografías de la muestra, por todo lo que simboliza “El Apóstol”, despojada de solemnidad su representación y reducida allí a un fragmento de mármol apuntalado por las cuencas oculares.

Martí, Plaza Cívica. Foto: Ernesto Fernández

Además, integran ese momento museográfico llamado Los sesenta, la épica y los setenta — que hubo de verse con generosa flexibilidad, pues algunas obras fueron fechadas mucho antes; y otras, después de esos límites temporales — las creaciones de Julio López Berestein — su inusual retrato de la bailarina Alicia Alonso, en reposo, exhausta — , Herman Puig, Jesse Fernández (autor de excelentes retratos), María Eugenia Haya, Mario García Joya, Iván Cañas, José Alberto Figueroa, Chinolope y Raúl Martínez, quien ya intervenía directamente sus instantáneas con técnicas pictóricas, como se vio en Retrato doble de Leonardo Benjamín Morales (1981).

EL GIRO POSTMODERNO Y EL SIGLO XXI

Ya hacia finales de los años 80 del siglo XX e inicios de los 90, ocurre un desplazamiento desde la predominante intención de registrar documentalmente la sociedad — que se mantiene, no obstante, hasta hoy — hacia nuevas estéticas de sensibilidad posmoderna, a planteamientos más conceptuales. Es entonces cuando se advierte un interés por discursar en torno a los conflictos del individuo, por encima de la crónica social o el registro histórico de los grandes procesos.

Esta fue una parte de la muestra que nunca había sido vista en los predios del MNBA. En 1983 hubo otra exposición antológica en la institución, numéricamente mayor que la de 2018; pero 35 años han transcurrido, tiempo suficiente para producir un cuerpo de obras capaces de dialogar con las tendencias más actuales de la fotografía en el mundo.

Según Acosta de Arriba, en El cambio y el arribo de lo postmoderno se nota la variación “radical” de la fotografía hecha en Cuba, una ruptura estética e ideológica. Allí ubicó el trabajo de Humberto Mayol — obras de su serie Memoria compartida, 1986 — , Alfredo Sarabia Domínguez, Juan Carlos Alom, Abigaíl González, Eduardo Hernández Santos, Cirenaica Moreira, José Julián Martí, Raúl Cañibano, Ricardo Elías, Pedro Abascal, el dúo creativo de Liudmila Velazco y Nelson Ramírez, Roberto Chile, Alejandro González, René Peña y Marta María Pérez, entre otros.

República de Cuba. Foto: Juan Carlos Alom.

Además, se incluyeron dos instalaciones de José Manuel Fors, Atados de memoria y La sombra dilatada, ambas de 2018; así como un objeto instalativo de Ernesto Javier Fernández, de la serie Todos mis vecinos quieren ir al cielo (2017).

El cierre de la expo es el momento que el curador tituló Siglo XXI, hibridación de los códigos visuales internacionales. Jorge Otero, Yanahara Mauri y Rodney Batista son los artistas más jóvenes incluidos y también, posiblemente, quienes más manipulen la fotografía, tanto la escena a retratar como la imagen digital.

Como toda antología que pretenda historiar una manifestación, La imagen sin límites puso variados temas de relieve; entre ellos política y sociedad, retratos, el cuerpo, paisajes, religión, racialidad, costumbres, cuestiones de género.

Más que para establecer cierto canon, ojalá la muestra provoque a estudiosos y artistas a volverse sobre una manifestación que en las artes visuales de Cuba no ha sido ámbito menor, sino fecundo e ilimitado espacio de creación.

Esta reseña se publicó primero en la edición impresa # 409 de noviembre-diciembre de 2018.

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