Dèjá Vu y Mío: dos discos que hay que escuchar

Joaquín Borges-Triana
El Caimán Barbudo
Published in
6 min readApr 6, 2022

Tanto en Cuba como en la diáspora, la producción independiente de fonogramas continúa aportando buena parte de lo mejor que en materia sonora hoy se hace entre nosotros.

No dejo de sorprenderme ante lo que nuestros compatriotas que se dedican en cuerpo y alma a la música llevan a cabo al margen de la industria. Tanto en Cuba como en la diáspora, la producción independiente de fonogramas continúa aportando buena parte de lo mejor que en materia sonora hoy se hace entre nosotros. En esta ocasión quiero referirme a un par de discos de los realizados por creadores de este país disgregados por los cuatro puntos cardinales del planeta. Hablaré de dos álbumes que, en mi opinión, están en la lista de lo más sobresaliente registrado en el mundo discográfico cubano de los últimos doce meses. Se trata de los CDs Dèjá Vu, de Mike Porcel, y Mío, de Chabela Barberis.

Tras su paso por la agrupación POEM (banda muy llamativa en la escena de Música Cubana Alternativa del presente), la puesta en circulación del extraordinario disco Ecos (Suite cubana para orquesta y banda de rock) y la momentánea exposición mediática que su figura recibiese a inicios de 2020 a propósito de los sucesos asociados al documental Sueños al pairo, de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela, Mike Porcel retorna al universo de la canción con el fonograma Dèjá Vu, contentivo de 16 piezas, en su mayoría inéditas o escasamente conocidas en el conjunto de su obra composicional e interpretativa. De nuevo, Mike se revela aquí como todo un músico en el sentido amplio del término. De ahí que resulte imposible encerrarlo en categorías como las de trovador y/o cantautor, aunque también lo sea y sin la menor discusión, de los más trascendentes.

En este álbum, Porcel vuelve a ocuparse de las orquestaciones de cada uno de los temas y ahí hallo uno de los mayores aciertos de la producción. Su dominio del modo de escribir para la orquesta es notable. Solo hay que lamentar que por la ausencia de los recursos económicos imprescindibles para ello, se tenga que apelar a lo virtual en sustitución de las sonoridades de los instrumentos reales.

CD concebido a partir de canciones pletóricas de belleza en sus melodías y con textos signados por una carga a veces existencial, en ocasiones onírica y en otras nostálgica, como en anteriores propuestas, Mike cuenta con la colaboración de Ricardo Eddy Martínez (“Edito”), uno de los principales productores fonográficos cubanos desde que allá por la segunda mitad de los setenta cumpliese tal función en discos como Aguas, de Amaury Pérez, o en el de su grupo de por entonces, Expreso Rítmico. En este trabajo de Porcel, otrora integrante de Los Dada y fundador y primer director del grupo Síntesis, Edito se encarga de la mezcla, así como de la post-producción.

Es difícil entre estas 16 piezas aludir a favoritas, dada la buena factura que todas poseen. No obstante, mencionaré las que para mí resultan de obligatoria audición. Son ellas “Abril 13”, “Anabel en luna nueva”, “Tonada del buen Miguel”, y sobre todo, “Si te vuelvo a encontrar” (hecha solo a guitarra) y “El reto de la libertad”, una maravilla por su conjunción entre letra, melodía y orquestación. Así pues, estamos ante un excelente disco, al margen de que para mí en la producción fonográfica de Mike Porcel su obra cumbre siga siendo Ecos.

Razones de carácter extra-artístico han hecho que la carrera de este creador no haya podido fluir como él se merece y en correspondencia con ello, hoy casi es un desconocido entre nosotros. He ahí una deuda que en algún momento la cultura cubana tiene que saldar con Mike Porcel

La otra propuesta a la que deseo referirme es el disco Mío, de Chabela Barberis, una habanera transterrada desde 1994 y que en el presente reside en La Palma, Islas Canarias. Confieso que hasta el pasado año yo no conocía de su quehacer como vocalista, compositora, pianista, arreglista, profesora de música y directora artística. Nada sabía de sus colaboraciones con nombres como Julio Fowler, Pavel Urquiza, Vrandan, Changó, Orillas del son, Abel Cordovez, Dj Arrocin, así como con su madre Carmelina Barberis, toda una consagrada en nuestra música campesina.

Las primeras personas que me hablaron de Chabela fueron mis amigos el guitarrista Inger Martínez Pons y el trovador Frank González. Gracias a ellos estuve al tanto del proceso de grabación de las piezas recogidas en Mío y debo decir que ese contacto inicial con la obra de la Barberis fue una verdadera y grata sorpresa. Aunque ella lleva 28 años fuera de nuestras fronteras geográficas, su propuesta encaja a la perfección dentro de los códigos de la Canción Cubana Contemporánea.

Si una palabra me viene a la mente al audicionar las piezas del fonograma, esa es hibridación. De ahí que esté de acuerdo con lo expresado en el dossier promocional del disco cuando se afirma: “Mío es la dulzura de un fruto olvidado en un árbol de profundas y viejas raíces de Trova y Jazz. Un mundo de sabores que danza con el Son, el chachachá, el Reggae, la Balada, el Danzón, la Bossanova, la Coladeira, o la Semba angolana.”

Gracias a las posibilidades que ofrecen las Tecnologías de Información y Comunicaciones (TICs), en este CD, producido por un compatriota, el pianista Víctor Zamora, intervienen músicos radicados en ciudades como La Habana, La Palma, Lisboa, Madrid o Toronto. Ello corrobora una idea expresada por la musicóloga Susan Thomas, quien ha resaltado que la dramática reubicación de un considerable número de músicos cubanos fuera de Cuba en años recientes, unido a cambios de percepción en la diáspora, los desarrollos tecnológicos en las grabaciones y la masterización digital, así como los notables avances en la comunicación por medio de Internet, correos electrónicos y mensajería instantánea, están cambiando radicalmente la manera en que hasta hace poco tiempo nuestra música se imaginaba, producía, comercializaba y consumía.

De tal suerte, Mío sirve para ejemplificar el surgimiento de una práctica profesional diferente en el seno de la comunidad diaspórica de músicos cubanos, que en el presente están desarrollando vínculos y colaboraciones artísticas con sus colegas en Cuba, algo que también sucede entre ellos mismos a través de distintos países, como se aprecia en este caso específico.

Me parece inexplicable que Chabela no hubiese debutado antes como compositora e intérprete de sus canciones. Por suerte, como dice el refranero popular, nunca es tarde si la dicha es buena, y aunque su ópera prima se produce a una edad en que ya se suelen tener varios fonogramas, lo trascendente resulta que nos encontramos aquí con una excelente compositora y una vocalista que sabe cantar desde una intención en la que se integran de manera armoniosa lo cubano y lo universal.

Lo anterior se comprueba desde el primer corte de la grabación, el tema titulado “Tempo al tiempo”, y así se reitera a través de piezas como “Río frío”, “Llueve afuera”, “Amanecer”, “Tú decides” (mi favorita del álbum), hasta llegar al popurrí final que, con el respaldo de la guitarra a cargo de Inger Martínez Pons, cierra el disco, el cual tiene en Víctor Zamora a un muy eficiente orquestador. Él ha convocado para participar en el CDa figuras como Amhed Mitchel, Emilio Martiní, Leo Espinosa, Nema Antúnez, María Padrón, Sebastián Schirife, Tomás Marques, Koen León, Abel Cordovez, Oscar Pérez Paz, Joel Silva, Fernando Hurtado, Segundo Mijares, Osvaldo Pegudo, Jorge Luis Paumier (“Papiosco”), Tiago Oliveira, Laura Marchal y Jesús Campos, una nómina de músicos cubanos, canarios, madrileños, andaluces, portugueses, brasileños, argentinos, belgas y peruanos, puestos al servicio de resaltar el trabajo de la Barberis.

Así pues, tanto Dèjá Vu, de Mike Porcel, como Mío, de Chabela Barberis, son dos propuestas fonográficas que hacen evocar aquella frase escrita en Don Quijote de la Mancha por Miguel de Cervantes Saavedra y que Mike Porcel emplea en el libreto portada de su CD:

“¡Ay! — respondió Sancho llorando — . No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía.”

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