Del Cine Negro al Neo Noir y una lista del siglo XXI

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo
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27 min readMay 22, 2023

Antes de desembocar en las cintas más recientes se evoca el nacimiento del género llamado “film noir” y evolución hacia el “neo noir” en las últimas décadas del siglo XX…

Por Rafael Grillo

A Rufo Caballero, el hombre solo en la calle oscura.

Dans une société criminelle, il faut être crimine.

Marqués de Sade

Tú no buscas la verdad. Tú fabricas tu propia verdad.

Christopher Nolan, Memento.

1. EL ALMA NEGRA DEL CINE

El Cine Negro nace con inconsciencia de su nombre y el rostro de Humphrey Bogart en El halcón maltés, adaptación que hizo John Huston en 1941 de una novela de Dashiell Hammett.

Inspiradas en las películas de gánsteres de una década atrás y en la evolución de la novela policial en Estados Unidos hacia el llamado hard boiled, con escritores como James M. Cain, William R. Burnett y Raymond Chandler, que muchas veces se involucraron ellos mismos en los guiones, una estela de filmes aparece a continuación (Double Indemnity, 1944; Detour, 1945; El sueño eterno, 1946; El beso de la muerte, 1947; La dama de Shangai, 1948; El tercer hombre, 1949; La jungla de asfalto, 1950; Extraños en un tren, 1951; La noche del cazador, 1955; Casta de malditos, 1956), hasta llegar al opúsculo de este “período clásico” con Sed de mal (1958) de Orson Welles.

Pronto, estas películas creadas por un puñado de directores (Billy Wilder, Otto Preminger, Howard Hawks, Robert Siodmak, Fritz Lang, Raoul Walsh, Nicholas Ray) se hicieron reconocibles por una serie de rasgos comunes y adquirieron la etiqueta de film noir atribuida por el crítico italiano Nino Frank. Eran historias del ambiente delictivo, de asesinos y atracadores, hampones, rudos detectives privados de moral oscilante, policías corruptos, ineptos o desencantados, femmes fatales que arrastran a los hombres a la perdición, seres perseguidos por su pasado o consumidos por la ambición, en medio de la noche y las tinieblas éticas de la implacable selva urbana.

La frase de Welles: “si hay que elegir entre el abuso del poder policial y dejar un crimen impune, hay que elegir el crimen impune”, deja expuesta su afiliación a una filosofía individualista y de diabólicos o nihilistas mandamientos.

Más allá de su contenido, como espejo acaso involuntario de la crisis social y existencial de un medio siglo torturado por dos guerras mundiales, crearon un universo de violentos contraluces y claroscuros sobre el blanco y negro del celuloide y con la perspectiva narrativa de una voz en off salida de la conciencia sombría del protagonista masculino. Marcas de estilización visual y dramatúrgica que recogían las influencias del tenebrismo pictórico, el expresionismo cinematográfico alemán y la novela moderna para brindar una respuesta estética al interés de dibujar el opresivo estado psicológico de sus antihéroes y la inclemencia del entorno de vida.

Cuando hacia Francia se mueve el influjo de esta serie negra de novelas y películas, salen los filmes de Jacques Becker (París, bajos fondos, 1952; No tocar la pasta, 1955), Jules Dassin (Rififí, 1955), Henri Clouzot (Las diabólicas, 1955), Louis Malle (Ascensor para el cadalso, 1958) y René Clément (A pleno sol, 1960).

Ha nacido la vertiente gala, con el nombre “Polar” como cuño propio y, como bandera, el rostro de Alain Delon, que bajo las órdenes del maestro Jean-Pierre Melville será asesino en 1967 (El samurái) y policía en 1970 (Crónica negra); y por medio, en 1969, se comportará como ladrón para El clan de los sicilianos de Henri Verneuil.

2. OSCURO… Y A TODO COLOR

No luce casual, entonces, que un francés, Roman Polanski, sea quien traiga de vuelta el género a Norteamérica con Chinatown (1974). Aunque escoltada por un fenómeno de revisión de los clásicos literarios (El largo adiós, Robert Altman, 1973; El cartero siempre llama dos veces, Bob Rafelson, 1981), la de Polanski (muy celebrada por la crítica: ocho nominaciones al Oscar, entre un montón de reconocimientos más), por tratar con desmedida saña al detective privado Jake (Jack Nicholson) y significar un paso adelante en el proceso de desintegración psicológica del (anti)héroe, viene a convertirse en gozne hacia un tipo de cine que en lo adelante se le llamará “Neo Noir”,

Una película que levanta la Palma de Oro en Cannes, Taxi Driver (1976) de Martín Scorsese, ejecuta una maniobra similar con su justiciero nocturno (Robert de Niro), pero su historia se enfoca en los dramas de un Nueva York contemporáneo. Luego, en esta renovación del género comienzan a vislumbrarse dos vertientes: una historicista y autorreferencial, de acción situada en el pasado y ensimismada en la tradición del cine negro; y otra que, si bien retiene del noir su hálito narrativo y naturaleza visual, se ocupa del tiempo presente y los males modernos.

Será en las décadas de 1980 y 1990 cuando hará eclosión ese espíritu de época llamado postmodernidad, con su regusto por lo retro y la angustia finisecular del “ya todo está dicho”. Mezclar parece, de pronto, el consuelo para las ansias de novedad y Blade Runner (Rydley Scott, 1982) pone sobre el noir un traje de cyberpunk y los androids fattales son perseguidos bajo la lluvia y los neones de una ciudad del futuro por el hunter-policía Harrison Ford. Lucifer y el vudú complican el trabajo del detective Harry (Mickey Rourke) para darle una roja pincelada, gótica y de horror, al noir de Corazón de Ángel (Alan Parker, 1987).

Varios realizadores alternan entre las corrientes mencionadas y se buscan un sello propio: Los hermanos Cohen echan mano a la comedia y el toque paródico (Sangre fácil, 1984; Miller’s Crossing, 1990; Fargo, 1996); Brian de Palma apuesta por la suprema estilización de la violencia (Scarface, 1983; Los intocables, 1987; Carlito’s Way, 1993), y Quentin Tarantino revive los estereotipos del cine B al tiempo que experimenta con la estructura narrativa (Reservoir dogs, 1992; Pulp Fiction, 1994; Jackie Brown, 1997). Y la cota de calidad del género escala peldaños con La última seducción (John Dahl, 1994), Heat (Michael Mann, 1995) y Sospechosos habituales (Bryan Singer, 1995).

Mientras, el “Neo Noir” descubre la novela histórica de Umberto Eco y viaja al Medioevo en El nombre de la rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986), y a las nuevas firmas de la novela negra para su asimilación por la gran pantalla: James Ellroy (L.A. Confidential, 1997, Curtis Hanson), Walter Mosley (El demonio viste de azul, 1995, Carl Franklin). Buen debut para Hannibal Lecter — el personaje de las novelas de Thomas Harris — fue Manhunter (Michael Mann, 1986), aunque serán los cinco Oscars de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991), quienes impongan la moda del psycho killer. Seven (1995) de David Fincher se monta en esa ola.

Tres epílogos emblemáticos del “Neo Noir” en el fin de siglo serán el cruce negro con filosofía y surrealismo de Lost Highway (David Lynch, 1997), con la ciencia ficción en Dark City (Alex Proyas, 1998) y la reverencia clasicista de 8 mm (Joel Schumacher, 1999).

3. 15+1 PELÍCULAS NEO NOIR DEL SIGLO XXI

En el arranque del XXI, aparecen las relevantes Mulholland Drive, de David Lynch; The Man Who Wasn’t There, de los Hermanos Coen; y Training Day, de Antoine Fuqua (todas de 2001). Una tríada que se le antoja al que esto escribe, como colofones irrepetibles de lo que fue el noir del XX, más que aperturas hacia nuevos caminos.

La primera (Palma de Oro en Cannes al Mejor Director) sólo vendría a confirmar que Lynch se interesa en el género por su espíritu nihilista y las oportunidades de lucimiento esteticista que brinda, más que por el tipo de historias que cuenta. Esa personal metafísica de lo irracional que caracteriza a este creador culmina enrareciendo demasiado la sustancia genérica de sus películas y colisiona con la médula resistente, de inclinación al logos, el realismo y la teleología, que permanece pegada a la raíz del género a pesar de los avatares y cambios de época.

En tanto, la segunda no pasa de ser otro artefacto retórico de los hermanos Coen, esta vez en plan de ejercicio historicista in extremis: trama a lo James Cain, ambientado en los 40 y concebido en blanco y negro. Mientras, la de Fuqua sirve para percatarse, sobre todo, que es en la novela detectivesca original (con sus pares disparejos; ej: Holmes y Watson) donde está el germen del buddy movie; aunque esa cinta aporte la singularidad de un díptico policial (interpretado por Denzel Washington-Ethan Hawke) en que uno apunta hacia el Bien y el otro radicalmente hacia el Mal.

A seguidas, colocadas según la fecha de estreno y sin intención alguna de jerarquizarlas según un criterio cualitativo, se presenta una lista de títulos destacados del nuevo siglo.

1. MEMENTO (DIR: CHRISTOPHER NOLAN, ESTADOS UNIDOS, 2000)

Nominada al Globo de Oro por Mejor Guion y a dos Premios Óscar, esta película abre strictu sensu el nuevo siglo noir no sólo por una cuestión cronológica sino porque va a proponer cómo el proceso de desintegración de los atributos del héroe podría ir más allá de la ya exhibida degradación moral hasta convertirse, incluso, en una descomposición psicológica. La reconstrucción del asesinato de su mujer y la venganza consiguiente se le complicarán demasiado a un protagonista (encarnado por Guy Pearce) que sufre amnesia anterógrada y debe compensar esa incapacidad de almacenar nuevos recuerdos con fotografías, notas y tatuajes sobre la piel.

A diferencia de los caprichos de autor de un realizador como Tarantino, el director Christopher Nolan encuentra en la sustancia misma del relato a contar la justificación para urdir un sofisticado embrollo narrativo. Las dos líneas de tiempo paralelas, una hacia atrás y la otra en un orden cronológico (a color las secuencias de la primera; en blanco y negro las de la segunda), fuerza al espectador a involucrarse en la pesquisa de manera superlativa porque el primer enigma a desentrañar es la propia propuesta fílmica.

Después de esta cinta, Nolan le tomó el gusto al tinte negro y repitió en Insomnia (2002, remake estadounidense de la homónima noruega de 1997), Inception (2010) y sus tres incursiones en el universo de Batman (con destaque para The Dark Knight Rises, 2012).

2. ROAD TO PERDITION (DIR: SAM MENDES, ESTADOS UNIDOS, 2003)

Si las palabras terminales del emperador Julio César, en el momento de ser asesinado, fueron “Tú también, Brutus”, dirigidas a su protegido que participó en el complot; el bocadillo postrero de John Rooney, jefe criminal en la película, y del propio actor que lo encarnó, Paul Newman (nominado al Oscar y el Globo de Oro con esta actuación, su última en el cine), fue “Me alegra que seas tú”, destinado a un inusual Tom Hanks (el buenazo de siempre, aquí en rol de asesino a sueldo), quien un segundo después le dispara a quemarropa a su entenado.

Toda esa larga escena final de cacería humana en Road to Perdition, nocturna y bajo la lluvia, sería captada magistralmente por Conrad L. Hall (el mismo de Butch Cassidy and the Sundance Kid, 1969) y le valió para otro Oscar al veterano en su carrera como director de fotografía, aunque sólo pudo recibirlo póstumamente.

Con su trama de viejos códigos de honor, celos y lealtades familiares dentro de un clan mafioso a lo El padrino, esta segunda película de Sam Mendes (debutó con la multipremiada American Beauty, 1999) es un panegírico rotundamente calculado al añejo cine de gánsteres. Y al basarse en la novela gráfica de Max Allan Collins y Richard Piers Rayner allanó el sendero para otros cómics de la línea noir que arribaron después a la pantalla.

3. SIN CITY (DIR: FRANK MILLER, ROBERT RODRÍGUEZ, QUENTIN TARANTINO, ESTADOS UNIDOS, 2005)

¿Por qué fracasó completamente Frank Miller con The Spirit (2008), ese homenaje a Will Eisner, su maestro del cómic noir? Seguramente por la ausencia de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino; una cofradía que sí le asistió anteriormente, cuando su propia novela gráfica, Sin City, fue trasladada al cine en 2005.

Mientras Tarantino legó una escena memorable, aquella en la que Dwight (Clive Owen) habla con el muerto Jackie Boy (Benicio del Toro); fue Rodríguez quien convenció al creador de Robocop de llevar adelante el proyecto a través de una fiel reproducción de la historieta original. Se valió del por entonces novedoso método del live action con pantalla verde de fondo y la filmación íntegra con cámaras digitales, hasta obtener una matriz a color que se recompuso en computadora al blanco y negro, con el añadido virtual de los escenarios y el retoque a color sobre objetos puntuales.

Ambos realizadores contribuyeron, además, para aportar una banda sonora insuperable y un casting donde cada actor encaja perfectamente en el personaje asumido (Jessica Alba en la hermosa ingenua, Bruce Willis como el apaleado corazón de oro, Mickey Rourke en el violento y leal, y Rutger Hauer de villano perfecto, entre otras estrellas), con el resultado de que la película arrasó en los cines y en los Premios Saturn y alcanzó una nominación a la Palma de Oro. La secuela estrenada en 2014 (A Dame to Kill For) no logró, en cambio, repetir ese efecto.

4. EL AURA (DIR: FABIÁN BIELINSKY, ARGENTINA, 2005)

Sin convertirse en caudal, a cuenta gotas todavía, la herencia del cine negro va captando el interés de realizadores en Latinoamérica. Argentina muestra los avances más notables y ya consiguió con El secreto de sus ojos ganarse al público y a la crítica, que le concedió los Premios Goya y Oscar como Mejor Película Extranjera en 2010.

Parece herejía obviar esa cinta o las del especialista del género Marcelo Piñeyro (Plata quemada, 2000; Las viudas de los jueves, 2009). Pero Juan José Campanella no luce más que un eficaz artesano, y el otro un hábil tejedor de blockbusters, en comparación con el malogrado Fabián Bielinsky (falleció en 2006), si bien este debió conformarse con que El aura obtuviera varios Cóndor de Plata y una precandidatura al galardón estadounidense.

Tras rendir a la taquilla con su primera película, Nueve reinas (2000), el cineasta retomó al actor Ricardo Darín y lo colocó en el papel de un taxidermista, epiléptico y huraño, cuya imaginación y carácter meticuloso llevan a protagonizar crímenes y atracos perfectos en el teatro de su conciencia, hasta el día en que lo real asalta la materia de sus sueños.

Aunque “el aura” del título deriva argumentalmente de la enfermedad del protagonista, Bielinsky logra que la atmósfera visual y la espesura del tiempo fílmico, la traduzca en una inquietud que atrapa al espectador, percatado de que la moral personal puede ser una ficción construida para los ojos de otros y que basta, para su desmoronamiento, con que un ciervo se te cruce en el camino, como ocurre en la película.

5. NO ES PAÍS PARA VIEJOS (DIR: JOEL & ETHAN COEN, ESTADOS UNIDOS, 2007)

Si podía hacerse un noir en los soleados escenarios del cine del Oeste y donde el agente del orden (Tommy Lee Jones) termina abandonando la búsqueda del criminal y se acoge a retiro, mientras el despiadado asesino a sueldo (Javier Bardem) sale vivo tras liquidar hasta al presunto protagonista (Josh Brolin, en el rol de humilde cazador que se tropieza con una fortuna perteneciente al tráfico de drogas y quiere apropiársela)… Algo así, sólo podía salir del dúo de Joel y Ethan Coen.

Para atrapar el espíritu original de la novela de Cormac Mc Carthy, reputado autor de la Trilogía de la frontera, se apoyaron en su fotógrafo de siempre, Roger Deakins, y se enfrentaron a los paisajes tórridos de Texas y Nuevo México, consiguiendo trasmitir la cruda violencia de la historia con el marcado contraste entre la luz natural y la lobreguez de las escenas en locaciones interiores.

Esta hibridación genérica con el western tradicional, y acaso el punto más alto de la carrera de estos dos realizadores en lo que va de siglo, recibió de la crítica un notorio espaldarazo: 4 Premios Oscar, 2 Globos de Oro y 3 Bafta.

6. ZODIAC (DIR: DAVID FINCHER, ESTADOS UNIDOS, 2007)

Lo más lógico es que si un cineasta regresa sobre el mismo tema, tienda a repetirse. Pero David Fincher es una excepción y no hay películas sobre asesinos en serie más dispares que el trepidante y artificioso thriller Seven y la reposada y densa Zodiac (de casi 160 minutos de duración), basada en una true story acaecida en San Francisco durante las décadas de 1960 y 1970.

Por algunos críticos considerada su obra magna, nominada a la Palma de Oro en Cannes, esta cinta renuncia a traicionar a la realidad y edulcorarla con una pesquisa acelerada y la épica solución definitiva. En cambio, la indagación acerca del “Asesino del Zodiaco”, desenvuelta desde tres ángulos: el inspector policial (Mark Ruffalo), un caricaturista y un periodista del San Francisco Chronicle (Jake Gyllenhaal y Robert Downey Jr,), aboga por trasmitir las horas de rutina y puntos muertos, la persistencia y obsesión de los investigadores, mediante un guión que enfatiza en el clima psicológico de los personajes, una edición tranquila y la sobriedad de la puesta en escena.

Cuando el supuesto culpable irrumpe en la trama, este dice mirando a cámara: “Yo no soy Zodiac, y aunque lo fuera, sinceramente no se lo diría”. Así, Fincher prepara a los espectadores para un final que no acepta caer en las trampas de la ficción.

7. FILM NOIR (DIR: D. JUD JONES Y RISTO TOPALOSKI, SERBIA, 2007)

Aunque sólo fuera por estas tres razones: la resuelta declaración de homenaje implícita en el título, el inédito país de origen y la condición de ser una película de animación, ya merecería la cinta de D. Jud Jones y Risto Topaloski entrar en la lista. Pero, además, se trata, fotograma a fotograma, de un valiente y poco usual ejercicio de adecuación de las normas expresivas del noir al formato del dibujo animado, y conseguido con muy modesto presupuesto.

Típico cine negro de antaño: un detective privado, los neones de Hollywood en oposición a las turbias pasiones que tejen el entresijo de las noches en la gran ciudad, con el infaltable jazz como música de fondo. Para el toque de modernidad, una complicación a lo Memento, donde el protagonista sufre una dificultad similar y, antes de resolver el problema de en qué está metido, tendrá que dilucidar quién es él mismo, aunque deba reconocer que “entre más recuerdas, más quieres olvidar”.

Cabe aclarar que la de Serbia no es única en su tipo y el toque negro ha impactado en animaciones como la muy conocida A Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006), Renaissance (Christian Volckman, Francia/Reino Unido, 2006) y la argentino-mexicana Boogie, el aceitoso (Gustavo Cova, 2009).

8. UN PROFETA (DIR: JACQUES AUDIARD, FRANCIA, 2009)

Desde su mismo nombre, las películas Serie Negra (Alain Corneau, 1979) y Polar (Jacques Bral, 1984) asumían el tufillo de resumen nostálgico de una era desaparecida. Y lo cierto es que de entonces al día de hoy, el cine galo ha perdido fuelle en el cine negro y sólo reaparece en títulos aislados. Del nuevo siglo se podría mencionar L’affaire SK1 (Frédéric Tellier, 2014), una especie de Zodiac a lo parisino y, especialmente, esa recapitulación actual del Melville de Hasta el último aliento (1966), que es la película de Jacques Audiard.

Valorada por debajo de El secreto de sus ojos en la carrera por el Oscar a Mejor Película Extranjera, aunque había ganado el Gran Premio del Jurado en Cannes 2009, Un profeta es valiosa por el drama contemporáneo que desnuda: la emigración árabe en Europa y su destino de bajos fondos, trabajos sucios, hampas y cárcel, representado por el joven Malik (Tahar Rahim, en un debut sobresaliente).

Pero, además, reluce en su aspecto formal por el manejo de la cámara en mano como recurso para la exposición de la violencia en su forma más directa. Para atemperar la brutalidad de la historia y otorgarle un correlato moral, Audiard introduce unos logrados momentos de estirpe surrealista, donde el protagonista conversa en la celda con el fantasma o proyección de su mente del hombre que asesinó por encargo del jefe maleante.

9. LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES (DIR: NIELS ARDEN OPLEV, SUECIA, 2009)

Puede que a algunos guste más la versión de Fincher (2011), o prefieran otras de esta oleada, como la sueca Aurora Boreal (Leif Lindblom, 2007) o la noruega Headhunters (Morten Tyldum, 2011). Pero es indudable que fue la adaptación fílmica de la exitosa Trilogía Millenium del novelista Stieg Larson, realizada por Niels Arden Oplev, lo que colocó en las carteleras mundiales el curioso fenómeno nombrado Nordic Noir.

Con el auge de la literatura policial en esas altas latitudes, encabezado por autores como Henning Mankell, Jo Nesbø y Asa Larsson, sale a la palestra un “exótico” entorno geográfico y cultural caracterizado por las bajas temperaturas y la grisura de los cielos, que esconde todo un iceberg bajo su superficie de prosperidad económica. Y el cine será vehículo ideal para que emerjan y recorran el mundo esas historias reveladoras de un orden capitalista y patriarcal, con síntomas de perturbación psicológica, soledad, misoginia, racismo y corrupción.

Filmadas al mismo tiempo, Los hombres que no amaban a las mujeres y sus dos secuelas: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire, con un ritmo ágil y recursos bien aprendidos del thriller norteamericano, esta saga sueca regala el incentivo, además, de haber sido la plataforma de lanzamiento para Noomi Rapace, uno de los mayores talentos recién llegados a la escena mundial.

10. SHUTTER ISLAND (DIR: MARTIN SCORSESE, ESTADOS UNIDOS, 2010)

En la carrera de relevos de la novela negra estadounidense tocó el turno a Dennis Lehane en el nuevo siglo de recibir la atención de la industria del cine. En 2003, Clint Eastwood hizo la versión fílmica de su Mystic River, consiguiendo 6 nominaciones y dos Oscar definitivos para sus actores (Sean Penn/ Tim Robbins). Y en 2010 llegó la adaptación de Shutter Island con el gran Martin Scorsese tomando las riendas.

Puede que sea un título más comercial dentro de la amplia filmografía del creador de Taxi Driver, o que The Departed (de 2006 y remake del policial hongkonés Infernal Affairs) tenga mejor acogida de la crítica, pero Shutter Island es una mejor elección aquí, por su carácter paradigmático sobre las marcas esenciales del actual “Neo Noir”.

Con su preciosismo habitual en la fotografía y dirección de arte, Scorsese reconstruye el aire estilístico y el suspense del noir de la vieja escuela. Añadiéndole, además, unas gotas de terror gótico a la trama, ambientada en los 50, de un par de federales (Mark Ruffalo y Leonardo Di Caprio) que llegan a una aislada institución mental con la misión de encontrar a una paciente misteriosamente desaparecida.

Cuando la vuelta de tuerca del guion en el final diluye la pesquisa y el locus del relato se redirige hacia la mente de Di Caprio, ese momento, en que el protagonista pasa de presunto policía a sujeto de una vivencia alucinatoria, ilumina una variante más para la moderna descomposición psicológica del héroe.

11. THE ROVER (DIR: DAVID MICHOUD, AUSTRALIA, 2014)

Aunque sólo fuera para enterarse que detrás del vampiro más empalagoso en la historia del cine (Crepúsculo, 2008), hay en Robert Pattinson un actor de verdad; y que Guy Pearce es hoy todavía mejor que cuando filmó L.A.Confidential o Memento, ya valdría la pena subrayar esta película de David Michoud.

Pero a los propósitos de esta lista, su principal valor es el de ahondar los cauces de la hibridación genérica y, en las planicies desérticas de Australia donde George Miller cruzó el western con la visión post-apocalíptica, le extrajo a Mad Max (1979) la ciencia ficción y la aventura, para agregar en cambio las turbias aguas del noir.

Con un arranque tarantiniano: discusión de delincuentes a bordo de un coche, el accidente que impulsa al robo de un auto; y el dueño de este que parte dispuesto a recuperar su propiedad a toda costa y encuentra su baza en la captura de un miembro de la banda malherido. A partir de ese instante, pura road movie a través de un paisaje desolado y de humanidad en involución, con un silencioso y empecinado Pearce cuyas claves psicológicas solo desentrañaremos en la secuencia final.

Raymond Chandler ya evidenció en El largo adiós que, para el mezquino universo de las historias del género negro, sólo refulge como valor humano la lealtad a los únicos afectos verdaderos. Ahora Michoud — autor de otro noir notorio, Animal Kingdom, de 2010 — va a hacer que se recuerde en The Rover esa lección, cuando los espectadores conozcan qué tesoro resguardaba el protagonista en el maletero de su auto.

12. LA ISLA MÍNIMA (DIR: ALBERTO RODRÍGUEZ, ESPAÑA, 2014)

Se cuenta que en las salas de cine españolas, la gente se burlaba de ver cómo agarraba la pistola Antonio Resines en Todo por la pasta (Enrique Urbizu, 1991). A diferencia de Estados Unidos no ha discurrido parejo en España el boom literario de un neopolicial autóctono (Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Andreu Martin) con su reflejo en el cine.

Sin embargo, muchos directores se han aproximado al género por los bordes: Imanol Uribe y su thriller político Días contados (1994); Alejandro Aménabar en la intriga terrorífica Tesis (1996); y hasta Pedro Almodovar, que inclinó al melodrama una novela de Ruth Rendell en Carne Trémula (1997).

En 2002 reincidió el bilbaíno Urbizo, con una de atracos, la apreciable La Caja 507; y, lentamente, ha ido creciendo el inventario noir en la pantalla ibérica, hasta alcanzar su hito máximo con la película de Alberto Rodríguez, que alcanzó diez Premios Goya de un total de 17 nominaciones en 2015.

¿Que se parece a la serie True Detective porque hay en ambas un asesino serial, un contrastante dúo policial y las marismas de Guadalquivir recuerdan a los pantanos de Louisiana? Puede ser. Pero como diría un crítico: “Es lo mismo que comparar dos westerns porque en ambos hay caballos”.

La isla mínima, con su sentido político subliminal (transcurre a inicios de los 80, cuando media España tiene la cabeza hundida todavía en la era franquista y el resto ya respira los aires de democracia); las excelentes interpretaciones de Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez; y la fotografía de Alex Catalán exprimiendo resonancias al agreste entorno y a la lluvia interminable en la secuencia de la captura del matador de adolescentes, guarda por sí misma mérito suficiente.

13. WIND RIVER (DIR: TAYLOR SHERIDAN, ESTADOS UNIDOS, 2017)

Wind River fue una película afectada para una mayor audiencia de público por el escándalo sexual de Harvey Weinstein, pues el director Taylor Sheridan decidió cortar con la compañía del magnate a riesgo de ver limitadas sus posibilidades de distribución. Sin embargo, tuvo tiempo de encandilar a los críticos, que en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes de 2017 le otorgaron el premio al Mejor Director.

Aunque debutante en ese momento, Sheridan demuestra gran capacidad para sacarle partido a las reminiscencias de western que brinda el escenario en la reserva india del título; y a las similitudes con el nordic noir, por los paisajes nevados y la implicación de esas bajas temperaturas en los ritmos de la investigación y el temperamento de los personajes.

Un experto rastreador (Jeremy Renner), traumatizado por la desaparición de su hija, y una agente rookie del FBI (Jennifer Olsen) tendrán que funcionar como pareja para descubrir el misterio que rodea al hallazgo del cadáver congelado de una joven. Con tal presupuesto de partida se urde una trama “cocinada a fuego lento” — al decir de un crítico — que se acelera en la ruta al desenlace, cuando un complot se revela y los protagonistas deberán enfrentar una lluvia de balas.

14. YOU WERE NEVER REALLY HERE (DIR: LYNNE RAMSAY, ESTADOS UNIDOS, 2017)

Desde el personaje de Cómodo en Gladiator (2000) hasta el Joker (2019), Joaquin Phoenix ha demostrado ser el actor perfecto para sacarle el costado humano a los peores villanos. Algo semejante le tocará hacer en You Were Never Really Here, película en donde un traumatizado veterano de guerra y ex agente de trabajos duros en el FBI, alterna en el presente la ocupación de cuidar a su anciana madre con la de rescatar niñas del tráfico sexual. Una labor de justiciero a lo Taxi Driver, que desempeña con una eficiencia y brutalidad tal, masacrando con pistola o con su propia anatomía, que la bondad de su cometido parece limítrofe con una disposición hacia el mal.

No importará demasiado, sin embargo, esta ambigüedad moral del Joe magistralmente bordado por Phoenix (le valió para Mejor Actor en el Premio Cannes), porque el guión de la propia directora Lynne Ramsay (basado en una novela de Jonathan Ames e igualmente avalado con el lauro del festival francés) transita exclusivamente a través de los torturados vericuetos mentales de ese personaje e instala, desde allí, una justificación subjetiva a sus comportamientos.

Será esa cualidad de ser el epítome (o al menos intentarlo) de cuánto el cine puede adentrarse en la psicología humana y proyectarla con sus imágenes, lo que mayor trascendencia le dará a esta cinta. No en balde un crítico la definió como “un triunfo del estilo como creador de contenido, complejidad y sutileza”; otro dijo de ella que es un “aerolito extraño”; mientras los menos convencidos la llamaron “pomposa” o “extremadamente manierista”.

15. MALOS MOMENTOS EN EL HOTEL ROYALE (DIR: DREW GODDARD, ESTADOS UNIDOS, 2018)

Para no echar de menos en esta lista a Tarantino, quien dejó a un lado el noir en el nuevo siglo para proseguir hacia el western, el cine bélico o el de artes marciales en su empeño dinamitero de los géneros populares, entra aquí esta pieza del que se vislumbra como un buen epígono, Drew Goddard.

El Royale, hotel fronterizo entre los estados de California y Nevada, es la locación para una noche fatídica de 1969. Siete personajes (el reparto es fabuloso: Jeff Bridges, Cynthia Erivo, Dakota Johnson, Jon Hamm, Cailee Spaeny, Lewis Pullman, Nick Offerman) que, casualmente, ahí se reunirán y aunque todos arrastren del pasado secretos ominosos, lo peor, un diablo verdadero (Chris Hemsworth), está por llegar.

Si esa es la sustancia argumental y cuenta ya con suficientes elementos atractivos, todavía hay que agregar la arriesgada propuesta narrativa de Goddard. Buen discípulo del creador de Pulp Fiction y alguien formado como guionista de series televisivas, el estadounidense va a apostar por el descoyuntamiento cronológico y la conformación de distintos arcos dramáticos mediante el recurso del flashback; y además, por conceder un marcado peso diegético a los objetos y el decorado, los efectos sonoros y la música.

Arquetípica alrededor del personaje de Hemsworth y un tanto forzada en sus alusiones al contexto (la guerra de Viet Nam, los hippies), no deja de ser estimulante, sobre todo, como esquela de amor al noir y continuación elegante de esa corriente paródica que rindió al máximo en los pasados 90.

16. EL LAGO DEL GANSO SALVAJE (DIR: DIAO YINAN, CHINA, 2019)

Si puede hablarse de un último grito de la moda en el “Neo Noir”, ese hay que buscarlo en el cine asiático. Desde 2002 y Sympathy for Mr. Vengeance, primera parte de la Trilogía de la Venganza del director Park Chan-wook, con el mercado negro de órganos como temática; u otra de Sudcorea, Memorias de un asesino (2003), de Bong Joon-ho, inspirada en la historia real del primer serial killer de ese país, hasta la reivindicación del cine de yakuzas (mafia japonesa) por Takeshi Kitano en Outrage (2010) y su secuela; esta serie negra a lo Oriental va ganado adeptos entre el público y arrasando con elogios y galardones en los festivales del mundo.

Cualquiera de ellas pudo aparecer en esta lista, pero la elección de la última cinta del chino Diao Yinan (incluso por delante de su Black Coal, Thin Ice, de 2014 y ganadora del Oso de Oro en Berlín) viene dada por la rotundidad con que El lago del ganso salvaje, representa un derrotero singular, enraizado formalmente a la tradición contemplativa de la cinematografía asiática; y poseedora de un contenido muy propio, en tanto sobresaliente radiografía del lado oscuro de la China actual.

A esta historia de bajos fondos, pandillas en pugna y policías deshonestos, deudora de la larga estela del cine negro al igual que las otras mencionadas, no le falta la femme fatale, ni ratos trepidantes ni violencia feroz. Pero Yinan impone su calma y los artificios coloristas, un regodeo poético con la puesta en escena, los movimientos de cámara y el animismo de los elementos, que termina dejando, en escenas como la del paraguas asesino o la de los policías al acecho bailando con sus zapatos de luces, la más brillante impronta estética al noir del nuevo siglo.

4. LAS ESTRATEGIAS DEL CRIMEN

Con la desterritorialización de los patrimonios culturales y su conversión en una herencia universal a consecuencia de la posmodernidad y la globalización, el noir fue encontrando la brecha para la expansión más allá de los ámbitos anglosajón y francés donde tuvo su origen hasta afianzarse en las más disímiles cinematografías nacionales.

Para favorecer la multiplicación de la también llamada “ficción criminal postmoderna” existe un terreno fértil en las dinámicas disfuncionales del entorno contemporáneo, que resultan afines con esos relatos de transgresión y violencia, de personajes mal situados dentro de la ley o en los márgenes del sistema, que reaccionan por motivaciones comunes al ser humano: ambición, celos, traición, venganza, aunque se manifiesten, a su vez, en los marcos socio-históricos más diversos.

Como arsenal de apoyo a este “Neo Noir” funcionan la crónica roja, los telediarios e internet, todo ese complejo y descomunal sistema mediático propiciado por las tecnologías de la actualidad.

Actúan como una suerte de Aleph, calidoscopio de mil imágenes dispersas pero unánimemente integradas en una percepción común del mundo, donde la desintegración de los valores y las comunidades tradicionales, la emergencia de antivalores y el imperio del caos, las desigualdades económicas, el maltrato a las minorías y el juego de tronos diseñan el anfiteatro total de la realidad.

En contexto tal, la violencia individual o la que brota del entramado institucional de la sociedad se perfila como norma (así nos retrotraiga al salvajismo) para la restauración de cierto orden. Una alienación que hasta parece solución.

Síntoma y resultado, al tiempo que causa desencadenante, esta urdimbre narrativa tan alambicada y cuasi misteriosa, como la del más sofisticado film noir, acaba empujándonos a una reflexión que se retrotrae al núcleo mismo del ordenamiento social y los trasuntos de la condición humana.

De ahí esa dispersión por todos los caminos de la tierra, que es la contribución más significativa hecha por las dos décadas transcurridas del siglo XXI al “Neo Noir”. Mientras, este género amenaza con volverse inextinguible y, quizás, convertirse en el género por antonomasia para dar cuenta de la contemporaneidad desde una pantalla de cine.

5. LA ISLA EN NEGRO Y UNA MINILISTA

A juzgar por lo que se pueda haber grabado en la memoria, muchos pensarán que el cine cubano todavía es caso aparte. Tantas décadas de una cinematografía local cimentada sobre un nacionalismo de resistencia a la infiltración de las estampas culturales engendradas desde la industria hollywoodense, han puesto valla a la entrada del noir en Cuba y el probable desarrollo de una variante nativa. También ha intervenido cierta preferencia por un cine de autor cuyo lado luminoso ha producido no pocos filmes respetables, pero que puede alimentar, en su trasfondo, el prejuicio hacia los géneros populares y hasta la sobrevivencia de un pensamiento elitista.

Sin embargo, en 1997 se filmó el largometraje, Kleines Tropicana, con Daniel Díaz Torres en la batuta y guion de Eduardo del Llano, que relataba la pesquisa por la muerte de un turista alemán en el capitalino barrio del Vedado. Con agradables dosis de humor y costumbrismo esta película atrajo el Premio Especial del Jurado en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y la nominación al Goya español. Desaparecería después por una década el aroma del género, hasta que una nueva generación de cineastas lo rescató en una terna de películas: Omerta (Pavel Giroud, 2008), Bailando con Margot (Arturo Santana, 2015) y Nido de mantis (Arturo Sotto 2018); unidas las tres, como rasgo curioso, por su pertenencia a la vertiente historicista del cine negro.1

Parecía que su otra corriente, aquella centrada en las circunstancias actuales, con sus dosis de crítica social, no sería bien vista en un entorno muy sensible a cualquier manifestación que debilite la imagen edificante del país. Como hecho comprobatorio destacaba que el más célebre personaje de la literatura cubana actual, el detective Mario Conde, creado por Leonardo Padura, y las Cuatro estaciones en La Habana tuvieran que ser filmadas en 2016 por un español, Félix Viscarret, y ser estrenadas fuera de la isla.

Pero en 2018 salió Los buenos demonios de Gerardo Chijona, drama con toques de suspense y crimen, que muestra a un joven de hoy con atributos de pragmático y despiadado psicópata. Detrás, la Muestra Joven exhibió El secadero de José Luis Aparicio, “Neo Noir” del más auténtico porque su historia de asesino múltiple combina la parodia y la cita a los clásicos del cine negro. Y en el Festival de diciembre se estrenó la opera prima de la actriz Blanca Rosa Blanco, El regreso, trama de sorprendente contemporaneidad que cuenta de dos policías en busca de un depredador sexual. Sucesos que han dejado abiertas las expectativas acerca de un probable y definitivo despegue de un noir a lo cubano.

NOTA

1. En este acápite de la presencia del cine negro en la tradición fílmica de Cuba recomiendo como lectura complementaria el artículo “Cine cubano policiaco: una tradición intermitente”, de Joel del Río, publicado en dos partes en la página digital de la Revista Cine Cubano. En la primera parte (febrero 3, 2021: http://www.revistacinecubano.icaic.cu/cine-cubano-policiaco-una-tradicion-intermitente-i/) se mencionan las cintas pertenecientes al cine prerrevolucionario y a la primeras décadas de la filmografía realizada bajo la égida del ICAIC. En su segunda parte (febrero 18, 2021: http://www.revistacinecubano.icaic.cu/cine-cubano-policiaco-una-tradicion-intermitente-ii/), dedicada a lo que va de siglo XXI, se continúa el repaso y se adicionan las películas más recientes. Desde el mismo título elegido, Joel del Río confirma la esporádica aparición de los signos del género en la isla a la que hace alusión mi propio texto. Y su listado de cintas actuales también ratifica mi tesis sobre un crecimiento progresivo del interés por injertar elementos del noir en la cinematografía nacional. Aunque debo aclarar que la mayor cantidad de títulos mencionados por Del Río, particularmente en la etapa final, se debe a que él utiliza como conceptos de clasificación genérica “el cine criminal” y el “policiaco”, que son definiciones más abarcadoras que lo estrictamente considerado “cine negro”.

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