El secreto de TROPIC-ANA*

El Caimán Barbudo
El Caimán Barbudo
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15 min readJan 17, 2022
Ana Mendieta en Brooklyn, Nueva York, primavera de 1985 (© The Estate of Ana Mendieta Collection, LLC. Cortesía GalerieLelong& Co)

A 40 años de su visita a Cuba y las Esculturas Rupestres en Jaruco, un perfil de Ana Mendieta, la niña que salió de la Isla con la Operación Peter Pan y se convirtió en artista de vanguardia y feminista en Nueva York…

Por Amaya Rubio Ortega

UNA MUERTE EN EL MUNDO DEL ARTE

“La policía descubrió el cuerpo de la artista cubana Ana Mendieta después de que su esposo, el controvertido escultor minimalista Carl Andre, hiciera una llamada al 911. Ella cayó del piso treinta y cuatro, donde vivía en Greenwich Village, en el apartamento de Andre” (New York Post, 10 de septiembre de 1985).

Cinta grabada por la policía entre 5:29:28 y 5:31:17 a.m. del domingo 8 de septiembre de 1985.

Operadora: Policía. ¿Dónde es la emergencia?

Persona que llama: Sí. Mi esposa se ha suicidado.

Operadora: Repita, por favor.

Persona que llama: Mi esposa se ha suicidado.

Operadora: ¿Desde dónde llama?

Persona que llama: Estoy llamando desde 300 Mercer Street, apartamento 34E.

Operadora: Ok, ¿y cuál es el número de teléfono desde el que llama?

Persona que llama: 533–2609.

Operadora: ¿Qué pasó exactamente?

Persona que llama: ¿Qué pasó? Sí, tuvimos…, mi esposa es artista y yo soy artista y tuvimos una discusión sobre el hecho de que mi obra está más expuesta al público que la suya, y ella saltó por la ventana…

Operadora: ¿Cuál es el nombre de su esposa?

Persona que llama: Ana Mendieta.

Operadora: Deletree el apellido.

Persona que llama: M-E-N-D-I-E-T-A.

Operadora: Ok, estaremos allí lo antes posible.

ELVIRA CAMBÓ

Hasta los doce años, Ana creció en La Habana. Su padre, Ignacio Alberto, era abogado. Su abuelo llegó a ser coronel en la Guerra de la Independencia y más tarde general del Ejército. El tío abuelo de Ana, Carlos Mendieta, fue presidente de Cuba en los años treinta.

Nosotras asistimos a la misma escuela católica, El Apostolado Sagrado Corazón de Jesús. Ana siempre quería ir más allá de los límites: o fumaba a escondidas, o se pintaba el pelo de amarillo. ¡¿Qué cómo?! Cogía el agua oxigenada, se lo echaba en el pelo, y cuando todos los niños estábamos reunidos, salía de rubia: «seré modelo — decía — , ya verán, seré modelo».

Solo ella podía salirse con la suya en estas cosas. Todo el mundo se reía y decía: «¡Qué cómico!». Las otras primas teníamos que ir al conservatorio de música, tomar clases de piano, actuar, hacer los quehaceres, mientras que ella era libre de hacer lo que quisiera.

Prima de Ana, entrevistada por la autora en 2021.

LA ÚLTIMA REUNIÓN FAMILIAR

Hacia 1959 la casa había sufrido cambios rápidos y constantes. El sonido y la luz parecían ser los rasgos definitorios: una claridad casi cegadora, durante los primeros meses del triunfo de la Revolución; oscuridad, conversaciones apagadas, pasos moderados, hacia el final de ese año y, ahora, casi sin una transición, una sensación peculiar, como nadar a través de un río de petróleo.

El almuerzo del domingo fue acusado de una extraña tensión. Recuerdo mi angustia cuando vi cómo tragabas tu comida con falta de apetito, mientras que no te dejaban beber agua «porque se te inunda el estómago». Frente a ti, también sin apetito, bebí toda tu agua más toda el agua que podrías necesitar. Entonces las palabras. Palabras altas, palabras excesivas, palabras inaccesibles: comunismo, religión, patria potestad. Al principio no pudimos entender. Solo más tarde comenzamos a adquirir perfiles y, luego, lentamente, formas redondeadas: oscuras, terribles, algunas de ellas; todas agresivas.

«Los míos se quedan conmigo, para bien o para mal», dijo mi padre. «Esto es comunismo y nadie se lleva a mis hijas y tampoco me quita mi patria potestad», dijo el tuyo. «La Iglesia, la Iglesia las salvará», habló tu mamá, y fue como si una presa se hubiera roto. «Al infierno con la Iglesia, coño. Eso de los sacerdotes es solo un montón de propaganda», «Vas a arruinar a tus hijas».

Raquel “Kaki” Mendieta, hermana de Ana, en el libro Bridges to Cuba/ Puentes a Cuba (University of Michigan Press, 2015).

OPERACIÓN PETER PAN

“Ana Mendieta y su hermana fueron parte de lo que se conoce como Operación Peter Pan, uno de los sucesos migratorios más penosos de nuestra historia que separó — propaganda anticomunista mediante, promovida por el Departamento de Estado, la Iglesia Católica en Miami y Cuba, la CIA, entre otras organizaciones — a madres y padres de sus hijos, y provocó la salida de más de catorce mil infantes de la Isla” (Ana Niria Albo, Revista Casa de las Américas, enero-junio del 2021).

ANA MENDIETA

Me fui el 11 de septiembre de 1961. A mí me dijeron que si uno vivía en una casa muy grande iban a meter gente en los dormitorios extras, vacíos. Mi hermana tenía quince años y yo doce, y mis padres tenían miedo de que fueran a poner a alguien perverso en la casa, que pudiera abusar de sus hijas. También me dijeron que a lo más estaríamos un año separadas de la familia. Estaba, a su vez, el hecho de que todas mis amistades se habían ido de Cuba o estaban por salir. Yo iba a un colegio católico.

El día que mi hermana y yo nos fuimos, el vuelo era de la Royal Dutch Airlines, KLM, la línea aérea holandesa, que hacía escala en Miami primero y después en Jamaica. Mi pasaporte decía que iba a estudiar a Jamaica. Llegamos al aeropuerto como a las seis de la mañana y a las nueve, o algo así, nos pasaron para lo que llamaban la pecera. Había gente grande, no eran muchos niños, y entonces me puse sentimental. Me recuerdo que tocaba el cristal y mis padres tocaban el cristal del otro lado también.

Operación Peter Pan. Salida de los niños de La Habana y llegada a Miami (Fotogramas del documental Los que se fueron, Dir: Estela Bravo, 1979).

Cuando llegué todas las muchachas estaban en Kendall, en un edificio, y los varones menores de doce años en otro. Los mayores estaban en Matecumbe, un campamento que a mí me daba la idea que estaba en el medio de la selva, no era una selva, pero para mí era como una jungla, y estaban las monjitas. En el dormitorio de las niñas había catrecitos de lona y otros como de metal.

Llegó un momento en que yo me sentía muy bien en el campamento, porque tenía muchas amistades. Mis primas hermanas estaban en Miami y nos venían a buscar todos los fines de semana. Ellas eran un poquito mayor que nosotras, tenían como dieciocho y diecinueve años.

Entrevistada por Estela Bravo. Tomado de Operación Peter Pan: cerrando el círculo en Cuba (Casa de las Américas, 2013); libro basado en el documental Los que se fueron, de 1979.

RAQUEL MENDIETA

Después de un mes en Kendall, nos enviaron para el orfelinato St. Mary’s Home, en Dubuque, Iowa, el que resultó ser, en realidad, un centro penitenciario para menores. Una de las jóvenes que dormía junto mí apuñaló a su madre con una tijera; otra había arrojado a alguien a un pozo; otra realizó un asalto en una estación de gasolinera y fue violada por su padrastro.

No sabíamos inglés, nos golpearon por desobedecer. Ana sufrió mucho, incluso cuando me veía, comenzaba a llorar y yo tenía ganas de llorar también. Entonces le decía: «¡Cállate! ¡No llores! Querías venir aquí. No me mires». Quería ser dura porque ella me hacía desmoronar…

Entrevistada por Yvonne M. Conde para el libro Operación Pedro Pan. La historia inédita del éxodo de 14 048 niños cubanos (Vintage Español, 2011).

ANA MENDIETA

Allí estuvimos como un año, hasta que apareciera una familia con la que pudiéramos estar. Nosotras teníamos sesiones con un psicólogo, nos decían que era para tratar de conocernos. Yo me puse muy rebelde cuando vi que tenía que sobrevivir como mejor pudiera, porque en el orfanato ese ponían la comida en la mesa y si uno no se tiraba arriba de las bandejas, sencillamente, no comía. Había una competencia increíble. Me puse muy muy rebelde, así que parte de lo de hablar con el psicólogo era para quitarme un poco la rebeldía.

Entrevistada por Estela Bravo.

SONIA RIVERA VALDÉS

Ana y yo nos conocimos en el Círculo de Cultura Cubana muchos años después. Fíjate, ella desarrolló una ira tan grande en ese orfelinato que me decía: «Sonia, cuando vivía en Iowa, a veces imaginaba cómo, de un solo tajo, cortaba las cabezas de todos los que me rodeaban».

Escritora y amiga de Ana en Nueva York, entrevistada por la autora en 2021.

ANA MENDIETA

Al cabo del año nos pusieron a mi hermana y a mí, porque nos trataron de colocar juntas, en la casa de una familia de ascendencia alemana que tenía ocho hijos, pero éramos las criaditas de la familia. Teníamos que limpiar y lavar los platos, mientras que ellos no lo hacían. También nos acusaron de robo. Y la cosa se puso tan fea que, como a los seis meses, nosotras preferimos regresar al orfelinato que vivir con ellos.

Entrevistada por Estela Bravo.

EL ROBO

Tu abuela, desconsolada, sostenía en sus manos la carta del padre Francisco: «Estamos muy conscientes, por los informes del padre Antonio de la parroquia de Cárdenas, de los buenos hábitos y la religiosidad con la que han sido educadas. Pero la familia que los acogió, con benevolencia y caridad, las acusó de robo».

¿Qué ha pasado? Estaba tan seguro… (¿O no, que «el ojo del amo no engorda al caballo»?) «Ahora que las muchachas dejaron el orfanato»…, «Lo siento, tendrán que regresar». Luego el teléfono que suena, las explicaciones. «Pero las niñas provienen de una familia católica, educada y bien educada». «Pero son incapaces de tal cosa». «Pero su educación no lo permitiría». ¿Y de qué les serviría todo eso? Eran sospechosamente la-ti-nas.

Después de unos meses, las aclaraciones: «No, dicen que no fueron ellas, sino la hija de América del Norte que las acogió». Y todos parecían felices por el buen nombre de la familia. ¿Qué hay de la angustia, la humillación y la impotencia? ¡No, eso no! Mejor dormir tranquilo, satisfecho con la buena educación de las niñas: «Esto pronto caerá, y todo volverá a ser como antes».

Eso no sucedió. Esto no cayó, y comenzaste a perder el color y la luz de Cuba, las caras se volvieron borrosas y las frases repetidas en letras cada vez más distantes, ya no suficientes.

Raquel “Kaki” Mendieta, en el libro Bridges to Cuba/Puentes a Cuba.

ANA MENDIETA

Desde ahí comenzó la odisea de nosotras, porque tengo la fama de no durar más de un año en ninguna de las situaciones en que me pusieron,¡nadie me iba a quitar mi cubanía, mi manera de ser ni mi manera de pensar!

De allí volvimos al orfanato y mi hermana, como siempre, «metió la pata», tenía un noviecito. Ella cursaba el penúltimo año del bachillerato y enseguida las monjas decidieron que estaba en una edad peligrosa y teníamos que mudarnos del pueblo ese. Nos mandaron para un colegio de monjas, de pupilas. Era muy estricto, por supuesto, pero por lo menos las niñas de allí eran normales, no eran delincuentes, tenían padres que las querían. Era un colegio privado.

Ya entonces mi hermana se graduó del bachillerato, y de nuevo el problema, porque nada más nos quedamos en el colegio de pupilas seis meses. Vino por nosotras una trabajadora social y en el carro dijo: «vamos a un orfelinato del Estado».¡Se podrán imaginar lo que sentimos!

Llegamos y allí, la verdad, nos trataron mejor que en el orfanato católico, eran menos estrictos. Los encargados tuvieron más visión y a mi hermana y a mí nos daban ciertos privilegios, nos dejaban, en las tardes, ir a comer helado, cosas que no les permitían a las otras niñas. Por tener ellos esa visión tuvieron más cooperación de nosotras. Esa fue la primera vez que el trabajador social que me habían asignado me preguntaba qué quería hacer, en qué me podía ayudar. Hacía cuatro años que había salido de Cuba.

Entrevistada por Estela Bravo.

ELVIRA CAMBÓ

Desde sus primeros estudios, los maestros habían dicho que Ana tenía problemas de temperamento. Entró en el Departamento de Arte de la Universidad de Iowa y ¿qué pasó? Los profesores exclamaban con gusto que era excelente estudiante. Encontró su vocación a la primera. Hay quien tarda mucho para hallar su vocación, pero ella no. Cuando hacía arte, sentía un poder especial ¿Cómo fue posible? Sus profesores la motivaron. Nada de presiones. Amor, amor y ahora sí… fue muy disciplinada.

GERARDO MOSQUERA

En esa época se decía que había un violador en el campus universitario y reinaba un ambiente de temor entre las muchachas. Ana Mendieta se sintió muy indignada. Entonces actuó en el campus, en el departamento, en el lago, en todos los lugares que encontró. Escenificaba violaciones, performances.

Una vez en el bosque de la Universidad se desnudó y cubrió su cuerpo con sangre. En otra ocasión interpretó una violación en los apartamentos de la Universidad e invitó a toda su clase. Al principio cundía el silencio en el público, hasta que de repente alguien se manifestaba en contra de la violencia.

Hay algo muy interesante: estos performances feministas iniciales, ella no los exhibía nunca, ni los presentaba en sus conferencias, sino como un mero trabajo estudiantil. Y luego se ve ese corpus de obras muy adelantadas a su época, muy sorprendentes.

Crítico de arte, asesor del New Museum of Contemporary Art de Nueva York y amigo de Ana Mendieta. Entrevistado por la autora en 2021.

ANA MENDIETA

Y fui a la naturaleza, supongo que, viniendo de una cultura como la cubana, uno siempre está poseído por la naturaleza, rodeado de ella, muy consciente de ella. Hice una escultura en Yagul, en una tumba mixteca. Quería presentar la idea de cómo las plantas crecieron sobre muchos de los lugares antiguos. Al emplear mi propio cuerpo, traté de sentir esa experiencia, como yo estaba en el trabajo realmente no eran esculturas, sino documentaciones de los actos.

En la zona arqueológica de Yagul también delineé una Silueta. Estaba compuesta por sangre, sangre animal. La obra tenía una referencia a mi cuerpo, aunque yo no formaba parte de ella.

A medida que mi voz se hizo más fuerte, mi trabajo conectó más íntimamente con la tierra. Mi propio cuerpo fue reemplazado por otros elementos: el agua, la tierra, las plantas y el fuego se convirtieron en la materia que moldeé. Utilicé el video y la fotografía para tomar imágenes de estas siluetas y, a menudo, filmaba su transformación con el tiempo.

Lectura en Alfred University, 1981 (Video Nature Inside, Museo Nacional de Bellas Artes, Cuba, 2019).

SILUETAS EN CUBA

“A fines de los setenta ella fue uno de los jóvenes de la comunidad cubana en el exterior quienes, orgullos de la cultura que habían conservado, realizaron un acercamiento a Cuba y su Revolución. Muchos lectores no recordarán a la artista Ana Mendieta, pero sí quizás a aquella trigueñita apasionada a quien, de regreso a su patria en 1979, se le escaparon las lágrimas al narrar descarnadamente su historia en la TV y los periódicos” (Gerardo Mosquera, El Caimán Barbudo, febrero de 1987).

Regreso a Cuba, 1981 (Fotograma del documental Fuego de Tierra, dirigido por Nereida García Ferraz, 1987).

ANTONIO MENDIETA

Para nosotros, los primos más chiquitos, Ana simplemente había desaparecido. Solo podíamos recordar que un día estábamos jugando y luego se fue con su hermana. Nunca más volvimos a verla. Cuando regresó, queríamos saber cómo le había ido, y ella también quería saber de nuestra vida. Conversó mucho con su abuela como tratando de recuperar el pasado. Caminaba por la casa. Buscaba objetos entre las vitrinas, subía y bajaba la escalera central.

Mi hermana Raquel (Kaki) Mendieta estudió Historia del Arte y fue profesora de Cultura Cubana en el Instituto Superior de Arte — por cierto, recién inaugurado en 1976 — . Conocía el mundo del arte cubano y cómo moverse de un lado para otro. Ana se aferró a Kaki. Entonces, en una tarde, ella y mi hermana fueron a tallar la Venus Negra cerca del Hotel Internacional de Varadero y planificaron las esculturas en el Parque Escaleras de Jaruco.

Primo de Ana, entrevistado por la autora en 2021.

Venus Negra, Varadero. Izq: 1981 (Cortesía Galerie Lelong). Der: 2019 (Foto de la autora).

GERARDO MOSQUERA

Las Esculturas Rupestres son el regreso amoroso al seno materno. Es como la solución imaginaria del drama de una niña obligada a abandonar su patria, su familia, sus costumbres para ir a un país extraño, cuya lengua desconocía.

Visité Jaruco cuando estaba finalizando las obras. Y después he regresado en varias ocasiones. Las piezas han cambiado de manera natural y eso es estupendo. Ana quería que sus trabajos formaran parte de la naturaleza. Su alma entra en las piezas y de ahí se transforman con el ecosistema natural.

Esculturas rupestres: Maroya (Luna), Jaruco: Izq: 1981 (Cortesía Galerie Lelong). Der: 2019 (Foto de la autora).

SONIA RIVERA VALDÉS

Durante el invierno de 1981, expuso las fotografías de las Esculturas Rupestres en A.I.R. Gallery, New York. Las reseñas sobre arte tardaban semanas en aparecer. Las muestras se cerraban y las publicaciones no salían hasta mucho después. Para llamar la atención en tiempo real, A.I.R. instituyó una serie de paneles de discusión e invitó a Carl Andre, el padre del minimalismo.

Mendieta con Guabancex, A.I.R. Gallery, 1981 (Cortesía Galerie Lelong, New York).

Ana lo eligió. Vio a ese artista alto, grande, mesurado. Se dijo: «Este es para mí». ¿Por qué? ¿Por qué prefirió a ese hombre? ¿Qué sucedía dentro de su alma? Hay gente que no lo entiende. Pero yo la comprendo. Ella buscaba un padre. El encanto de Carl, su poesía, su forma de presentarle el arte, eran geniales. Él tenía casi cincuenta años. Estaba con una mujer muy joven, casi una niña. Ana solo tenía treinta y dos.

GERARDO MOSQUERA

Siempre fueron una combinación muy especial, diferente al resto de las parejas. En un viaje de Ana a Cuba, yo la llevé a ver un primo mío babalao. Entonces, ella fue allí y después, cuando salimos, me dijo: «Oye, Gerardo, ese primo tuyo dice que voy a tener problemas en mi relación, y yo estoy con Carl mejor que nunca, fíjate, nos vamos a casar. Y ahora él viene y me dice eso…Me mandó a hacer un ebbó, una ofrenda ahí, pero yo no voy a hacer nada…».

SONIA RIVERA VALDÉS

Llevaban más de cinco años; sin embargo, se casaron y viajaron por separado desde entonces. Ana estuvo en Nueva York parte de junio de 1985. Hablamos por teléfono. Su matrimonio no estaba funcionado. Carl tenía una querida o tal vez dos. Le pregunté: ¿por qué no te quedas un tiempo en mi casa?

— Sonia, necesito resolver los problemas con Carl de una vez por todas…

Ella estaba convencida de que iba a divorciarse. No existía la posibilidad de morir. Después leí que Ana había caído de un rascacielos, el 8 de septiembre de 1985. Más tarde comenzó el juicio. Se juzgaba a Carl Andre por homicidio. Yo nada más asistí a una sesión. Creo que a la peor de las sesiones. El juez alegó que Ana era de carácter inestable, debido a los traumas infantiles, y «alcohólica». Yo no creo que ella fuera «alcohólica». Pero, sí, le gustaba beber.

Aquello fue muy doloroso, un escándalo. Siempre pensé que a la larga el juicio opacaría el nombre de Carl André, como terminó siendo. Cientos de mujeres salieron a protestar en Nueva York: «Where is Ana Mendieta?».

«TUS AMIGAS CUENTAN TANTO COMO TU ARTE»

“La muerte de Ana Mendieta se ha convertido, para muchas de nosotras, en una parábola del poder relativo de mujeres y hombres en el mundo del arte. El silencio de tantas mujeres que podrían presentarse es otra lección, una que tiene que ver con la opresión internalizada, la impotencia, el miedo a las represalias. ¿Es este el primer caso de asesinato pos feminista? Las lealtades se han dividido por generación. Para muchas de las mujeres que alcanzaron la mayoría de edad con los minimalistas, la hermandad pesa más que la hermandad” (Ruby Rich. The Village Voice, 23 de septiembre de 1986).

LA ÚLTIMA SILUETA

“La dramática muerte de Ana es un epifonema de su destino trágico. La escultora de la serie Siluetas, la mujer temperamental que buscaba fundirse con la naturaleza, terminó grabando su última silueta sobre el hormigón de una terraza de Manhattan. Tal vez resulte de mal gusto señalarlo. Prefiero recordarla del lado de acá del Malecón, cubanísima, entrando en el monte” (Gerardo Mosquera. El Caimán Barbudo, febrero de 1987).

SONIA RIVERA VALDÉS

Homenaje a Ana Mendieta, Marina Gutiérrez,1987 (Cortesía Casa de las Américas).

Ana siempre me decía: «No voy a vivir tranquila hasta que mi obra esté en los grandes museos, en el Museo de Arte Moderno, en el Guggenheim». Pero el verdadero reconocimiento a su obra fue póstumo. La muerte atrajo mucha atención hacia ella, la gente fue testigo de algo completamente nuevo. Nadie había visto el cuerpo en su conjunto, dibujos y esculturas, las fotografías de sus Siluetas, los últimos diez años de su vida. Por primera vez, los amigos y críticos vimos destellos de grandeza en su arte. Ana Mendieta se convirtió en un artista que contribuyó a la Historia del Arte. Y así va a ser recordada.

* TROPIC-ANA era el seudónimo que Ana Mendieta usaba para firmar sus cartas a los amigos y el presente texto es una versión reducida del libro homónimo concebido por la autora para su Tesis de Grado en la licenciatura de Periodismo.

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