Eldys Baratute Benavides, el rap infantil de la rareza

El Caimán Barbudo
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12 min readJan 10, 2024
Eldys Baratute Benavides. Foto tomada del fondo de la AHS

Sobre la literatura infantil y juvenil fuera de los centros de poder y las «buenas costumbres», conversamos con el escritor guantanamero Eldys Baratute Benavides.

Por Sofía Miragaya

La escena es irreal. De noche, un niño de Guantánamo se acuesta en el suelo del banco de sangre de su ciudad, uno de los pocos lugares donde no se va la corriente en los años noventa, a leer el primer libro que se ha comprado con su propio dinero. La novela por la cual el niño desistió de comer dulces o de ir al cine es de la escritora sueca María Gripe. Ella será fundamental en la literatura que escribirá de muchacho, cuando descubra las bibliotecas y la Asociación Hermanos Saíz (AHS) de la provincia, pero, por ahora, si nadie lo obliga a marcharse, las bombillas del banco de sangre serán para el pequeño la mejor de las hogueras.

Eldys Baratute Benavides no consigue enumerar sus primeras lecturas. Recuerda vagamente que entre ellas no estuvo Había una vez de Herminio Almendros. No viene de una gran familia lectora, pero tiene la imagen grabada de su papá con el periódico encima. También le viene a la memoria la insistencia de su mamá, que nunca le contó historias antes de dormir, pero sí se encargó de que fuera «el puntualito» en la primaria, la secundaria y hasta en la universidad cuando estudió Medicina.

— No me gusta hablar del hábito de la lectura, sino del gusto por la lectura. El gusto de la lectura se adquiere leyendo cualquier cosa, como mi padre que leía el periódico — explica Eldys desde una plaza en Uruguay, enmarcado en la pantalla del celular.

Esa fue la magia del siglo pasado en Cuba. Un niño podía venir de una familia que apenas leyera y terminar con un libro en sus manos. Con el deseo de que el mecanismo de promoción de lectura funcionara también lo mejor posible en este siglo, Eldys se encontró ocupando varios puestos en la AHS y en la UNEAC.

— Yo fui presidente de la AHS de Guantánamo durante mucho tiempo, después fui vicepresidente nacional, y creo que las instituciones son las personas que las hacen. Sí, tenemos en cada territorio personas con interés por promocionar la lectura, no solo en la AHS, sino en las bibliotecas, las librerías, las escuelas. En cualquier espacio se puede promocionar el arte y la lectura si las personas que allí viven y trabajan tienen sensibilidad.

«En muchas de las instituciones culturales también hay personas que nunca han leído un libro, porque la lectura no les parece importante. La AHS, la UNEAC, el Centro Provincial del Libro, la Dirección de Cultura, el Ministerio de Cultura pueden tener el mandato institucional, constitucional incluso, de promover el arte y la cultura, que si no hay personas que cumplan con gusto este mandato, no va a funcionar. Se hace mucho, pero también creo que se puede hacer más».

En la peña «Atrapasueños» de Ediciones La Luz junto a niños de una escuela primaria. Foto de: Ediciones La Luz.

Eldys recuerda que una vez, cuando ya tenía algunos de sus más de veinte títulos publicados, fue jurado en un concurso escolar para estimular la lectura. La idea era buena, darles a los niños a leer Marité y la hormiga loca (Editora Abril, 2007), ese libro de la rapera un poco loca con tres madres — una de ellas una perra sata — , que come hamburguesas con otros muchachos en el parque y odia la escuela. Después, los niños harían una nueva historia con Marité de personaje. Esto ayudaría a que fueran lectores más activos, con criterios propios.

— Pero te encuentras con muchachos que dicen que Marité era muy buena, porque había ido a Venezuela a buscar petróleo para ayudar a Chávez. Entonces tú dices, «¿hay una bibliotecaria o una maestra estimulando el hábito de la lectura con eso?». Evidentemente no. Hay una maestra y una bibliotecaria escribiéndole el texto al niño, porque piensa que de esta manera va a impresionar al jurado.

«Esa es una parte que no está funcionando. Existe el concurso, pero no aprovechamos esa herramienta bien. Y eso pasa con todo. He visto ejemplos de nichos de personas que han ayudado a la construcción de un lector, bibliotecarias, maestras, mediadores, excelentes mediadores, pero también otros que lo que hacen es precisamente alejarlo».

Cuando Eldys Baratute Benavides era un muchacho de 15 años, comenzó a escribir sobre lo que conocía, sus inquietudes, la gente que lo rodeaba, en resumen, «cosas de muchachos». No tenía otra referencia al entrar a un taller literario en 1998.

Enrique Pérez Díaz, uno de los autores cubanos que más ha influenciado la obra de Eldys, recuerda sus múltiples aficiones en el epílogo de Deshojando margaritas (Ediciones Áncoras, 2017). Eldys no era el típico niño tímido con la cabeza siempre en un libro, la espontaneidad lo arrastraba al baile y a la música, a la fiesta.

«Desde muy joven, empezó en él la competencia entre el ejercicio sistemático de la lectura, que le sugerían, el tener que escribir y luego pasar horas revisando lo que hacía y esa cada vez más prohibida diversión. Y aunque en sus primeras edades siempre triunfaba la diversión, poco a poco, esas mismas lecturas le fueron demostrando que en la literatura existe un mundo tanto o más lleno de divertimentos de todo tipo que el mundo real. La literatura pues, le ganó finalmente a la diversión».

También tuvieron su batalla las historias infantiles con el ejercicio de la carrera de Medicina, de la cual Eldys se graduó en el 2007. Mientras hacía guardias y estudiaba libros de anatomía, publicó su primer volumen de cuentos Para dormir a María Cristina (Editorial El Mar y la Montaña, 2005) y se graduó del Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” en La Habana.

De la carrera guardó el conocimiento del ser humano, la capacidad de compartir tanto la alegría como el dolor, y lo transmitió a su obra. Con el paso de los años, aunque Eldys ya había vivido y visto más allá de los contornos de su barrio y su vieja escuela, sus historias continuaron siendo sobre niños.

— Cuando ya podía haber escrito para los adultos, creía que todavía me era necesario ayudar a la construcción de la humanidad, la espiritualidad y la sensibilidad del niño cubano. Hay personas que educan de otra forma, como maestro de aula o el padre con el hijo. Yo lo hago desde la construcción de historias que emocionen. Creo que los libros son herramientas para que los niños se conviertan en mejores seres humanos, por eso aún sigo escribiendo para ellos, aunque tenga ya 40 años.

— ¿Y por qué escribe sobre personajes inadaptados, raros, como Marité o el Ruso de El secreto del muro (Editorial Gente Nueva, 2017), que es testigo de Jehová y no siempre lo entienden en su escuela?

— A ver, mi primer libro es bastante naíf, y, a partir de ahí, yo quise apostar por personajes que no viven en espacios de poder, sino al margen, en lugares periféricos. Apuesto por este tipo de personajes con mil problemáticas que, por lo general, suelen estar a la vista en la vida real y nosotros no los estamos viendo.

«No lo ven los padres, los abuelos, el vecino ni el maestro. Y alguien tiene que verlo, porque la adolescencia y la juventud suelen ser etapas hermosas, pero también marcadas muchas veces por la tristeza y el dolor. A mí me gusta darles vida a estos personajes y escribir de una Cuba, de una Latinoamérica, que está todavía viva y en la que los niños y los adolescentes se encuentran».

En el primer cuento una niña se marcha del pueblo y del país; el amigo le dibuja una ciudad a la cual ella pueda regresar. En el segundo, Joaquín juega a la guerra con sus amigos; su abuelo, que dejó atrás a su hija para ir a luchar, pide que nunca cometa el mismo error. A Noralba, la niña del cuarto cuento, le salen ronchas en la piel cuando algo malo va a pasar; el día que muere su abuela también, solo que al volverla a ver son margaritas sobre sus brazos.

Emigración, guerra y muerte en A la sombra de un león (Editorial Gente Nueva, 2014), contados de una forma tan poética que el niño sonríe al final de cada nueva tristeza. Sin embargo, los labios de algunos adultos se tensan al noveno cuento, que da título al cuaderno ganador del premio La Edad de Oro 2013, cuando una niña llamada Tina se cae de la estatua de Mella. Poco le importaba, pues había besado al hermoso hombre en los labios.

Imagen tomada de Claustrofobias

— Escribí A la sombra de un león aferrado a una hermosa canción de Joaquín Sabina. Era una excusa para contar una historia de amor con Mella de por medio. Tenía referencias importantes que ya habían escrito sobre los héroes en la literatura infantil cubana como Nersys Felipe con La bufanda y Noche en New York, Julio Llanes o Luis Cabrera Delgado y yo quería hacerlo de mi perspectiva.

«Más allá de que se den las clases de historia, sabemos que no existe un acercamiento adecuado a la figura del héroe en la escuela. Parece que todos son de mármol, todos son buenos, inteligentes y antimperialistas. No se habla de la humanidad. Entonces, el niño cubano busca el referente en Dora la Exploradora o en Mickey Mouse o en Spiderman, porque Spiderman es un superhéroe, pero se enamora… Y eso le falta al héroe cubano».

Eldys intentó publicar el cuento en el Tintero, complemento cultural del periódico Juventud Rebelde, con una página central dedicada a la literatura. Aunque el escritor esperó tres meses, al final no se permitió. «Imagínate hasta qué punto nosotros tenemos construcciones simbólicas a partir de los héroes, que lo que hacen es alejar al lector de eso… Y yo, que soy bastante cabezón y problemático, dije “bueno, ahora voy a escribir un libro completo”.»

Presentación del libro «A la sombra de un león» en el espacio Sábado del Libro por Dayamis Rodríguez La Cruz y José Raúl Fraguela Martínez. Foto de: Miguel Antonio Dalmau.

Así llegó Temporada de héroes (Editora Abril, 2020) y una segunda parte inédita también con la Editora Abril que saldrá «cuando haya papel». Hay cuentos dedicados a Maceo, a la historia de Martí con la niña de Guatemala, «un cuento dedicado al Che, que es una gozadera enorme», escrito después de que tuviera la oportunidad de conversar con Aleida Guevara y entender a la figura un poco mejor.

Si algo tienen en común todos los libros recientes de Eldys, es la experimentación en la manera de contar una historia. Sus relatos desmienten el esquema clásico del libro infantil: tercera persona, narrador omnisciente, sin grandes técnicas narrativas. En Deshojando margaritas, relatos de muchachas complicadas, convergen un cuento a base de mensajes de texto, un niño que redescubre su género a través del espejo de Alicia en el país de las maravillas y un tablero de ajedrez para narrar un amor interracial.

— Siguen estando los temas de todos mis libros, lo que en otros formatos. El amor, la lucha por el amor, por el respeto, por la integración, por la convivencia. Mis cuentos, mis novelas, todos son sobre el amor. Faltaba escribir algo sobre el amor interracial y yo quería hacerlo de una forma distinta. Los elementos gráficos nacieron algunos de la propia escritura y después otros con el diseño. Usar estos códigos, que dialogan constantemente con el lector de hoy, ayuda un poco a comenzar a enamorarlo. Nosotros tenemos una difícil batalla con el trabajo de enamorar al lector».

— Hola, Eldys, ¿cómo estás? — pregunté al escritor que, desde el otro lado del teléfono, contestaba con un casco de moto sobre la cabeza, listo para partir al instante. — ¿Me escuchas?, creo que la conexión no está muy buena ahora.

— Sí, sí, te escucho… A ver, si me oyes bien, podemos hacer la entrevista en una plaza pública — dijo e hizo referencia a nuestra segunda opción: esperar a que llegara a la casa en la que se está quedando en Uruguay — , pero yo estoy divino acá.

Decidimos que un parque, con sus ruidos y la necesidad de que Eldys casi se pegara el teléfono completamente a los labios, era mejor que posponer la entrevista. Es difícil captar al escritor en su movimiento constante.

Desde septiembre se encuentra en Uruguay, «la tierra de Benedetti» y, si bien «aprovecha para vivir y luego poder escribir desde lo auténtico», el autor tampoco ha cesado de promocionar sus libros en espacios culturales o como parte de la Jornada Internacional sobre Literatura Infantil.

Sin embargo, si le dieran a elegir entre ambos mercados editoriales, el uruguayo más globalizado o el cubano, Eldys tiene muy claro a quién apostaría.

— ¿Qué pasa en Uruguay o en América? La factura es envidiable, pero prima el mercado. En la literatura que yo hago, una literatura que no es edulcorante todo el tiempo, con más de 100 páginas, que no es del príncipe y la princesa, es muy difícil de publicar acá.

Eldys Baratute Benavides presenta tres de sus últimos libros en el espacio uruguayo «Niré te cuenta». Foto cortesía del entrevistado.

«Yo estuve en Costa Rica hace dos años. Era espectacular, porque los libros tenían una especie de código QR y cuando escaneabas aquello veías figuras en 3D en el teléfono, era como una película, y los libros míos tenían que competir, en el buen sentido, con eso. Si tú tienes un buen mediador de la lectura, que conozca tu obra y quiera que eso llegue al niño, perfecto, pero, si no lo tienes, el niño se va a ir por el libro bonito y el 3D y el dinosaurio… Igual aparecen grandes editoriales que sí apuestan por una literatura menos tradicional, pero es tan complicado llegar y tratar de meterse en el mercado.

«En Cuba, creo que al final es importante que la editorial le pertenezca al Estado, porque es subvencionada. Un producto artístico real, con valores estéticos, no le interesa a las grandes masas.

«Ahora, ¿cuáles son nuestros problemas específicos? Primero creo que hay que engrasar los mecanismos de promoción. Segundo, tenemos una situación económica concreta y muchos de nuestros libros no salen con la calidad que uno quisiera. Yo me paso el tiempo diciendo que no quiero libros feos. Me fajo con mis ilustradores y mis editores, después veo el libro en la computadora y está hermosísimo, pero uno no sabe lo que van a hacer en el poligráfico, a veces se quema el papel y es una cosa horrorosa».

Tampoco cree Eldys en criticar por criticar, sin intentar también influir en el cambio. Ante la interrogante de si debemos renovar los planes de lectura, afirma que, en ocasiones, se critica demasiado desde el sector de la cultura al sistema de educación y no se participa de él.

Hace pocos meses llegaron a algunas escuelas primarias los libros nuevos de Español y Lectura de primer y cuarto grado a causa del III Perfeccionamiento del Sistema de Educación Cubano. Con ellos, se saldaron deudas pendientes con autores de la literatura infantil cubana tan consagrados como Luis Cabrera Delgado, David Chericián u Omar Felipe Mauri. También se evitó esperar treinta años más para que escritores contemporáneos como Eldys tuvieran la masividad de aulas enteras leyendo sus historias. Uno de sus cuentos, «Casa de muñecas», se encuentra en los libros aún por imprimir.

— Hay un avance en este sentido. También tenemos que estar claros, lo están probando con el perfeccionamiento del sistema de educación que tiene que durar unos años y, si es efectivo, dejarán los libros y, si no, quitarán unos y pondrán otros, pero yo creo que sí está la renovación. «Casa de muñecas» es un cuento que, claramente, es de temática gay. Cuando era más joven nunca imaginé que fuera a estar en un libro de primaria.

Como en casi todas las videollamadas cubanas por Whatsapp, llega un momento en que la conexión no responde y los píxeles se agrandan. En este caso, además, el casco de moto continuaba aún cerca de las manos. Volveremos a encontrarnos con Eldys Baratute Benavides cuando presenten su libro Premio UNEAC 2022, Dartakán y los tres moqueteros o Los abuelos se rebelan. Con sus viejitos raros, el escritor guantanamero apuntará nuevamente a hacer temblar los esquemas tradicionales de la literatura infantil cubana.

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