Inessa Armand: el tercer amor de Lenin

El Caimán Barbudo
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4 min readApr 22, 2020
Nadezhda Krúpskaya, Inessa Armand y Vladimir Lenin. Imagen tomada de Página 12.

Por Paquita Armas Fonseca

Si Vladimir I. Lenin sólo hubiera conseguido en filosofía la definición de materia, se habría ganado con ese puñado de palabras un sitial de honor en la historia del movimiento de las ideas.

Al decir que “La materia es una categoría filosófica para la designación de la realidad objetiva, que se da al hombre en sus sensaciones; que se copia, fotografía y refleja por nuestras sensaciones, existiendo independientemente de ellas”, de un plumazo Lenin borra las objeciones que se le hacía al Materialismo filosófico.

Materia es una categoría filosófica no una sustancia, entonces abarca también todo lo que existe independiente a nuestras sensaciones. Esta definición acabó de dar un cuerpo sólido a las ideas de Carlos Marx y Federico Engels que habían puesto de pie al materialismo, por primera vez en la historia humana.

Este logro científico está en uno de los textos más difíciles de leer y aprehender, Materialismo y empiriocriticismo,que Lenin publicó en 1909, en respuesta a lecturas revisionistas del marxismo.

Vladímir Ilich Uliánov, o Vladimir Ilyich Lenin, nació en Uliánovsk el 22 de abril de 1870 y murió el 21 de enero de 1924, cuando tenía mucho por hacer aun en la Revolución de Rusia. Textos como ¿Qué hacer?(1902), Un paso adelante, dos pasos atrás(1904), Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo (1914), El estado y la revolución (1917) y La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo(1920), entre otros importantes libros integran la obra trascendente del pensador ruso.

Pero mi fin con estas líneas no es alabar la obra teórica de un revolucionario extraordinario, sino detenerme en el ser humano.

Casado con Nadezhda Krúpskaya, una mujer también entregada a la Revolución, feminista y consecuente con el bolchevismo, poco se sabe de un tercer amor de Lenin: la ruso-francesa Inessa Armand.

Se dice que a pesar de la rivalidad entre Krúpskaya y la Armand, hubo una especie de consenso en aceptar que compartían al mismo hombre.

A ese gran estadista que no le tembló la mano para firmar órdenes a veces difíciles, se le vio mal el 12 de octubre de 1920, día en que se enterró a Inessa Armand.

Inessa Armand

La revolucionaria Alexandra Kollontái recuerda que “Cuando pasábamos por su tumba, Lenin estaba irreconocible. Caminaba con los ojos cerrados y parecía que se iba a caer”.

El cólera se había llevado a Armand en Nálchik (a 1.400 km de Moscú), unas semanas antes, y la propia Krúpskaya había escrito “Me temo que la muerte de Inessa ha destruido a Volodia. Se pasa el día llorando con la mirada fija”.

Era una adolescente de 15 años cuando Inessa llegó a Moscú. Fue educada por su abuela y su tía. Su segundo esposo, Vladímir Armand, fue quien le inculcó la ideología revolucionaria. En 1904 Inessa ingresó en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, y por su lucha en la revolución de 1905 fue exiliada al norte de Rusia y en 1908 se fue a Suiza.

Enviudó y se quedó sola con sus cinco hijos, sin abandonar la causa revolucionaria.

Sus compañeros hablaban de “su desprecio por las cosas materiales de la vida, la atención que dedicaba a sus camaradas y su gran generosidad eran sus principales cualidades”, según escribió Liudmila Stal.

Otros hablan de que era una mujer vital y atractiva. Conoció a Lenin en 1909.

Durante varios años vivieron y trabajaron en Paris y no pocos opinaban que había entre ellos algo más que amistad.

“Lenin no apartaba sus ojos mongoles de esta pequeña francesa”, recuerda el socialista francés Charles Rappoport.

Inessa le escribió un tiempo después:“Casi toda la actividad aquí en París estaba dedicada en gran parte a pensar en ti. No solo me gustaba escucharte, sino también observarte mientras hablabas. En primer lugar, porque tu cara se iluminaba, y, en segundo lugar, porque tú no te dabas cuenta…”.

Cuando Lenin conoció a la francesa llevaba once años con su esposa rusa, su ayudante y entregada a su obra. Inessa y Nadezhda llevaron bien su rivalidad. Krúpskaya escribió: “Cuando llegó Inessa el ambiente se volvió más acogedor y alegre”. Y la francesa no escatimó elogios “Me gustó desde el primer momento. Me resultan fascinantes la delicadeza y la especial ternura con la que trata a sus camaradas”.

Lev Danilkin, biógrafo de Lenin, asegura que no existen pruebas documentales de la historia de amor entre Lenin y Armand, aunque opina “que la relación entre Lenin, Armand y Krúpskaya podría haberse desarrollado según una nueva moral socialista descrita por Chernyshevski en su novela ¿Qué hacer?”: “Todo está permitido, de hecho, pero todo lo que se basa en el respeto mutuo”. Es por ello, según Danilkin, que tanto Krúpskaya como Armand pudieron dejar de lado los celos, ya que eran dos mujeres afines intelectualmente y se profesaban un respeto mutuo.”

En una carta de 1913, Inessa escribió atormentada: “¡Nos hemos separado, amado mío!”. No solo aceptó la decisión de Lenin, sino que continuó la lucha por la nación rusa.

Se dice que la Krúpskaya quemó muchas cartas, y quizás en ellas quedaron hecho cenizas ese otro amor de Lenin.

Porque indudablemente Nadezhda(Esperanza) fue para Lenin mucho más que una esposa: inteligente, decidida, a su impulso se fundaron las bibliotecas públicas en su país, y cuidó con celo la obra de su marido.

Como soy partidaria de que los grandes hombres y las grandes mujeres, son ante todo seres humanos, he escrito sobre este amor compartido no de Lenin sino de la Nadezhda.

Tal hecho — y quizás otros amores — no hacen menor el mérito del hombre que definió como ninguno qué es materia y lideró el primer estado socialista. Al contrario, amar y ser amado lo hace más terrenal y cercano.

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