Jorge Perugorría: un cubano en la Tercera Guerra Mundial
Por Lys Alfonso Bergantiño y Darío Alejandro Escobar
Jorge “Pichi” Perugorría siempre se las ha arreglado para mantenerse a la vanguardia en proyectos de gran valía sociocultural. En buen cubano, podríamos decir que está arriba de la bola. A finales de la década de los ochenta participó junto a Carlos Díaz y un grupo de jóvenes actores en la fundación de Teatro El Público, conjunto que tres décadas después ha demostrado sus méritos con varios de los mejores — y más populares — montajes sobre las tablas realizados en la Cuba contemporánea.
Después incursionó en el cine con Fresa y Chocolate (1994) y abrió un amplio debate público sobre la homosexualidad y los temas tabúes de la sociedad cubana de finales del siglo XX. La repercusión de este filme inició la exitosa carrera del habanero oriundo del barrio del Wajay quien, sin abandonar la isla, logró insertarse en circuitos artísticos foráneos de altísimo nivel.
En años recientes, protagonizó para Netflix la miniserie Cuatro estaciones en La Habana (2016), basada en la tetralogía literaria del escritor Leonardo Padura. Por si eso no bastara, desde hace meses figura en el casting de una de las principales producciones de ficción sonora transmitidas en España.
Guerra 3 es una serie de la plataforma digital Podium Podcast para la Cadena SER. Ocupa los primeros puestos de escuchas con alrededor de 11 mil descargas por episodio y ya anuncia la tercera temporada, después de dejar en vilo a los oyentes con las peripecias de la española corresponsal de guerra Jimena Torres (Adriana Ugarte) y el oficial de inteligencia Ernesto González (Jorge Perugorría), un cubano al servicio del gobierno de Kim Jong-un.
Ambos personajes coinciden en conflictos bélicos — muy bien narrados — que desatan un enfrentamiento entre varios países. Es así como lo lee: un cubano en la Tercera Guerra Mundial. Sobre este y otros asuntos conversa Perugorría con El Caimán Barbudo.
- ¿Cómo llegaste a Guerra 3?
Para mí fue interesante porque es la primera experiencia que tengo en ese sentido. Yo había hecho un cuento de Almodóvar en la radio cubana, pero fue algo muy puntual. Guerra 3 es una serie de ficción, en formato podcast, que narra una historia actual sobre una periodista que llega a Corea del Norte, con el pretexto de cubrir un evento deportivo, a investigar sobre la vida en el país y enfrenta una serie de situaciones con el personaje que yo interpreto. Es un cubano que vive allá, trabaja para el gobierno norcoreano y es el encargado de vigilar a esta española, seguirla a todos los lugares que va. Es “el oficial que la atiende” (Risas).
Las últimas veces estoy grabando desde Cuba, en mi casa, atendiendo a las notas de la directora que está en España, para ir perfeccionando el personaje. Esa experiencia de hacer radio primero allá y después desde aquí ha sido compleja. Nada, esas cosas de hoy día… ¡Estoy haciendo una serie para la radio!
- ¿Ahora que incursionaste, te interesa seguir?
- Realmente la disfruté. Si hay otra oportunidad, pues claro.
- ¿Es más fácil que hacer cine?
Sí, mucho más fácil, pero de todas formas tiene su complejidad. Hay que caracterizar un personaje y solo cuentas con la voz como herramienta para lograrlo. Lo hice como si fuera una película, solo que con un micrófono delante. Realmente me preparaba igual: entraba en situación, me creía la historia, asumía el personaje y lo interpretaba.
- La directora de la serie, Ana Alonso, ha dicho que ustedes los protagonistas fueron sus primeras opciones. ¿Por qué aceptaste?
- Me pareció muy curioso. Eso de un cubano en Corea del Norte está bien bueno. Yo había visto un documental de un español que vivía allí con una historia semejante. No sé si realmente hay cubanos viviendo allá, pero me di cuenta de que sí es posible, nosotros nos metemos dondequiera.
- ¿El personaje Ernesto es tu primer villano?
- Es un hombre convencido de lo que hace y en lo que cree. Como el del documental que les cuento. Él defiende su idea, su proyecto de país. Es un entusiasta de aquella sociedad. Trabajé con ese arquetipo porque era el referente más claro que tenía de lo que podría estar más cerca de la realidad.
- ¿Tienes alguna referencia de la audiencia cubana, que te hayan reconocido en la serie?
- No, no… Me ha sorprendido mucho que estemos hablando de esto (Risas). En España hay un gran público para la radio. La Cadena SER tiene mucha audiencia y ahora el tema este de los podcasts está muy de moda.
- ¿Tuviste contactos con los demás protagonistas de la serie?
No. Cuando pasé por Madrid ya ellos habían grabado. Yo estaba por otras razones en el país, entonces aproveché y grabé. Carlos Bardem y yo trabajamos juntos en la película Che, el argentino (2008) de Soderbergh, pero no coincidimos durante el proceso de realización de Guerra 3.
- Nos llama la atención que tu personaje muestra momentos de sensibilidad, de amabilidad, de comprensión en algunos casos, a pesar de su destino negativo…
- No quise hacer el cliché del villano. Es muy facilista eso. Al contrario: Ernesto es un ser humano como ustedes y yo. Mantiene una relación medio afectiva con la periodista, en ocasiones ambigua, como que le gusta ella, son matices muy ricos del personaje.
- ¿Estás consciente del éxito de la serie?
- Me entero por ustedes. ¿En serio?
- Sí. Acaba de terminar la segunda temporada…
- Mi personaje sigue. Habrá una tercera.
- Hablando de otros temas: ¿Cuándo veremos a Jorge Perugorría en el teatro otra vez?
- Es increíble lo que me ha pasado con el teatro. Nunca más he regresado. Desde la primera etapa de mi carrera fue fundamental en la formación. Estuve diez años de mi vida haciéndolo, desde el movimiento de aficionados hasta los grupos profesionales. Recuerdo con mucho cariño la Trilogía de teatro norteamericano con El Público, de Carlos Díaz, pero cuando apareció el cine entonces todo se complicó. Me dije que para volver había tiempo y llevo veinticinco años haciendo películas. Nunca más he hecho una obra de teatro.
- ¿Y si te llaman con un buen proyecto? ¿Un personaje que te guste?
- Realmente me lo pensaría. Ya es hora de volver a experimentar en el teatro. En ese sentido soy autocrítico: lo que habría sido ideal para mi carrera es que continuara haciendo teatro, es el mejor lugar para reinventarse como profesional. Pero es que me volví un hombre de cine. El camino que hice durante todo este tiempo como artista ha sido el audiovisual, no solo como actor, también como productor, director… Me absorbió prácticamente todo el tiempo y la energía.
- El público cubano disfrutaría verte en las tablas de nuevo.
- ¡Hasta yo tengo ganas de verme, a ver qué sale! (Risas).
- ¿Sigues pintando?
- La pintura siempre ha estado en mi vida. Fue lo primero que hice cuando vivía en el Wajay. A los diez o doce años, mis amigos y yo lo mismo jugábamos pelota que practicábamos judo. De pronto, un día pasamos por la Casa de Cultura y nos apuntamos en artes plásticas. Ahí empecé a tomar clases con un profesor, pero el problema era que no me concentraba. Eso de iniciarme dibujando naturalezas muertas no iba mucho conmigo. Yo estaba loco porque me dieran los colores para pintar. Después apareció el teatro, pero cuando tenía ganas me ponía y descargaba con la pintura. A veces encontraba un pedazo de lienzo u otro material y lo aprovechaba. Siempre en mi casa había un cuadro pintado por mí. Era como una forma de exorcizar emociones. Y con tanto trabajo en el cine, reapareció la pintura de una manera muy loca…
Estaba trabajando una película con Bigas Luna e interpretaba el personaje de Goya. Para conocerlo mejor, él me mandó a Zaragoza — ciudad natal del pintor — y conversé con los mejores especialistas en su obra. Entonces me sumergí en ese mundo maravilloso del artista y fue apareciendo de nuevo la inquietud. Bigas Luna influyó mucho en mí porque, además de cineasta, también pinta. En medio del rodaje de la película, cuando tenía a Penélope Cruz o a Aitana Sánchez-Gijón delante para pintarlas como las Majas, empezaba a descargar en el lienzo y cada vez que terminaba Bigas me decía: “Oye, eso está súper interesante, fírmamelo que me voy a quedar con él”. Le conté la historia de mis inicios. Me aconsejó que lo retomara y hasta me regaló un dibujo firmado por él.
Después me dediqué a la pintura un poco más en serio. Hice una primera exposición con la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), donde habían creado un espacio para artistas que se desempeñaban en varias manifestaciones. A la gente le gustó lo que mostré y me fue bien. Encontré otro camino. Lo hacía entre película y película. Incluso, en los tiempos de espera en los rodajes. Lo disfruto muchísimo y lo hago por placer, no como un oficio. La pintura para mí es algo mucho más personal, íntimo.
- ¿Cómo te ha ido con la pintura recientemente?
- En 2019 hice una exposición en México y luego la llevé a Madrid. Siempre estoy inventando cosas para exponer. Abrimos una galería en La Habana Vieja, que se llama Galería Taller Gorría (GTG), que no es solo para exhibir mi obra. Creímos que era más interesante hacer trabajo comunitario con la gente del barrio de San Isidro y se ha convertido en un espacio por donde pasan los artistas contemporáneos más importantes del país.
Debo confesar que me inspiré mucho en el proyecto de Gibara que creó Humberto Solás. Es una manera de devolverle cosas lindas a tu gente. Gibara me enseñó cuánto un proyecto cultural puede influir en una comunidad.
- Y te convertiste en director del Festival de Cine de Gibara…
- De alguna manera yo fui cómplice de cómo empezó todo eso, cuando estábamos rodando Miel para Oshún con Solás. La película de 2001 es un viaje por toda Cuba en busca de la madre de mi personaje, y cuando llegamos a filmar a Gibara, Humberto ya venía con una idea de hacer algo diferente en el cine. Imagínense, el director que había sido el de los grandes presupuestos para hacer películas aquí. De pronto, su posibilidad de contar historias se vio reducida a un pequeño equipo de filmación que cabía en un solo ómnibus. Ahí llevábamos los tarecos y todo. Esa fue la primera película digital que se hizo en Cuba…
Humberto disfrutó mucho esa experiencia y en Gibara nos habló de lo linda que era la ciudad, como si nos estuviera presentando un proyecto especial. Sintió la responsabilidad de transmitirles a los jóvenes que lo importante era contar historias y si en el país no había dinero para sus películas, entonces había que buscar otra manera, pero sin renunciar a la excelencia. Entonces se le ocurrió organizar ese festival en Gibara.
Yo estuve siempre muy pendiente de lo que iba sucediendo. Salió poco a poco de la modorra. Imagínate que cuando fuimos a rodar Miel para Oshún no había ni dónde quedarse. Nosotros dormíamos en Holguín y filmábamos en Gibara. El primer festival fue así también, pero poco a poco se abrieron las puertas y la gente aprovechó la apertura económica. Cuando a mí me llaman, la cosa andaba un poco complicada. Yo estaba en el rodaje de Las Cuatro Estaciones y se reunieron conmigo para sacar adelante el proyecto. Yo acepté por Humberto, por los gibareños, por todo esto que te he contado. Trabajamos mucho, pero creo que hoy podemos decir que es un festival mágico. Y todo el mundo que llega allí se deja envolver por la magia que tiene el lugar, que tiene la gente.
En el siguiente podcast Jorge Perugorría opina sobre la miniserie Cuatro Estaciones en La Habana y el largometraje de ficción Fresa y Chocolate.
“Esas son las cosas que a veces uno se pregunta: ¿Quién es el responsable de que no se pongan en la Televisión Cubana las Cuatro estaciones…, y que se demorasen tanto con Fresa y Chocolate? ¿Cómo es posible que no haya interés en un producto como ese? Hace un par de meses se proyectó un documental en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano que habla de la zona de silencio alrededor de Padura y este de la serie de Netflix es un ejemplo. Son cosas inexplicables”.
- ¿Algo nuevo entre manos?
Hay varios planes por ahí. Quiero trabajar en un par de proyectos con jóvenes. El cantante y compositor Kelvis Ochoa me llamó hace unos días también para participar en un videoclip, y tengo algo como director sobre el 500 aniversario de La Habana, que quiero filmar ahora en el 2020. Además, estaré en la nueva temporada de Cuatro estaciones… Vamos a ver si tengo suerte y puedo realizar todo. Es difícil hacer una película, pero una vez que te enamoras del audiovisual no puedes parar.
Publicado en la revista El Caimán Barbudo.