La poesía siempre fue un negocio en bancarrota

Dailene Dovale
El Caimán Barbudo
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20 min readMay 29, 2023

Se pueden tomar algunas notas después de conversar varias veces con el poeta Antonio Herrada Hidalgo: tiene sensibilidad y empatía hacia las otras personas, investiga sus poemarios con la paciencia y la sabiduría del académico — que es también — y desarrolla una poesía donde el ‘yo’ es colectivo

Foto original tomada de Claustrofobias

Por Dailene Dovale de la Cruz

“¿A qué viene un país al mundo?

Como un organismo vivo el país alimentándose.

Una continua relación con el medio asegura la supervivencia.

Enviar hacia afuera para garantizar que funcione adentro.

La vida dispuesta al intercambio.”

Antonio Herrada, Líneas de Exportación.

El tren empieza a rodar. A un lado, el poeta observa el paisaje madrileño — nítido, claro y hermoso — donde transcurre la ciudad, sin prisas ni pausas, camino hacia la Universidad Autónoma de Madrid. Al otro, su vista se nubla, pertenece a la memoria que rescata del pasado los viajes en tren desde su ciudad natal, Holguín, a la Habana o Santa Clara donde tenía familia. El recuerdo tiene matices que se van perdiendo, es más una impresión marcada, la sensación del tren como movimiento y búsqueda que traza su propio camino. Esa es la ruta diaria que describe Antonio Herrada Hidalgo, el joven poeta e investigador, mientras camina por la Habana un seis de abril de 2023. Va con camisa de cuadros, en su mayoría azules, que resaltan la mirada verde.

Un parque de Plaza de la Revolución, en que nos encontramos — en la Calzada de Ayestarán y Sitios — tiene vecinos, artistas, abuelos, gente que corre a la parada y el sol implacable. La conversación continuará por la Calle Infanta hasta llegar a una cafetería del Hotel Habana Libre. La poesía y la tríada Holguín-Madrid-La Habana serán dos temas que orbitarán sobre cada palabra.

— Un tren eficiente es perfecto — confiesa y continúa su recorrido mental por los barrios populares y las calles que ahora narra.

El clima de la ciudad que lo acoge abarca registros muy fríos y calientes, pero resulta fácil adaptarse. El mar, en cambio, es una ausencia evidente. Los migrantes latinoamericanos que viven en Madrid, que llegan y convergen en la urbe, acortan las distancias emocionales con su cultura e idiosincrasia similar, pero la costa le hace falta. La mirada verde de Herrada necesita el azul del océano que le haga contraste.

Se pueden tomar algunas notas después de conversar varias veces con el poeta: tiene sensibilidad y empatía hacia las otras personas, investiga sus poemarios con la paciencia y la sabiduría del académico — que es también — y desarrolla una poesía donde el ‘yo’ es colectivo y dialoga, no siempre con placer y nunca de forma acrítica, con los discursos y paradigmas, en especial aquellos que implican al heroísmo y al héroe — pedestal incluido — . Si tomamos su propia poesía como referente, nos pudiéramos formular una pregunta esencial: ¿A qué viene Antonio Herrada a la poesía? ¿Por qué elegir continuar sus estudios en el extranjero?

Imagen tomada del perfil en Facebook de Antonio Herrada

De la segunda pregunta dirá, por ejemplo, que cuando escribió Plantas Invasoras y Líneas de Exportación no tenía pensado salir del país por un largo periodo de tiempo. Viajaba por lapsos de tiempo muy breves y regresaba. Pero mirar al pasado todavía da más certezas que cuando se lanza un anzuelo — no hacia la vida en dos o tres décadas sino apenas a la que transcurre en uno o dos años — y desde el 2023, el poeta puede voltearse y notar que, en esas obras, resaltaban muchos poemas sobre la migración y el viaje.

— La literatura es premonitoria — confirma con un leve movimiento en las manos. Afuera, a través del cristal, veo cómo una mujer intenta montarse en un almendrón, de los que llegan hasta la Víbora, Diez de Octubre, o a La Palma, Arroyo Naranjo. Los colores en la ropa chillan en tonos verdes y azules. Adentro, Herrada habla suave pero firme y consigue que su voz prevalezca por encima de los platos y su continúo ta-ta-ta que se acrecientan cada cinco minutos.

— Es como el sismógrafo — retoma — . Empiezas a ver movimientos subterráneos que se quedan reflejados y mucho tiempo después es que ves el terremoto. Salir de Cuba es complicado, aún si es solo por cuestiones de estudios. El paradigma de isla, de lo que es el exterior, de lo difícil que es atravesar las fronteras, hace que cada vez que se viaja, todo lo que recuerde al país resulte en un extrañamiento. En Sudáfrica estuvimos en una zona rural, muy rural, a los mil metros de altura. En un retiro que había allí y donde podías encontrar ron cubano. Me llamaba mucho la atención, llegar un sitio tan lejano y que lo más familiar que tenías a tu alrededor era una botella que había sido producida aquí.

— Muchachos, les voy a cobrar esto — y extiende la cuenta la camarera, vestida con pulcritud y uniforme sobrio — , para que pueda cerrar el turno. No tienen que irse — aclara.

Imagen original tomada del perfil en Facebook del autor

— Nací más bien cerca del centro de la Ciudad de Holguín. Tuve una profesora de Español en la primaria quien me enseñó a leer y escribir, además a escribir poesía desde los nueve años — confiesa y tomo nota del nombre de la maestra Matilde Velázquez.

La infancia fue interesante. Sus padres, aunque no estaban relacionados de forma directa con el arte y la literatura, entendieron que un libro era importante, que el arte era valioso y le estimularon mucho, le acercaron a la cultura artística de Holguín, que es una ciudad reconocida por sus creadores. A veces, Herrada no entendía las obras de arte, pero cierta sensibilidad se forjó gracias a ese contacto temprano y sistemático. Los escritores y artistas, por entonces, eran presentados en la prensa local como seres míticos, se les apoyaba mucho. Antonio Herrada aprendió también que estar relacionado con el mundo cultural o, incluso, ir a museos, ver obras de teatro, leer libros era respetado. Algo útil. A su alrededor, desde la familia y amistades le mostraron el arte como una necesidad. Su madre sería un ejemplo claro, al acercarle cuando Herrada era todavía un adolescente al poeta y actual director de Ediciones La Luz, Luis Yussef. Puede resultar contradictorio, pero en esa etapa durante sus estudios en el Instituto Pre Universitario Vocacional de Ciencias Exactas José Martí fue cuando tomó con seriedad la escritura. El promotor cultural, Joaquín Osorio también influyó. Por aquel entonces era el iniciador, invitaba a los jóvenes poetas a leer en público, les prestaba libros y presentaba a escritores; a la par, organizaba un concurso Nuevas Voces de la Poesía en Holguín. Herrada iniciaba así un camino que sintió muy largo para llegar a la publicación del primer libro.

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Imágenes publicadas en entrevista con Elaine Vilar Madruga

Era un mediodía pesado, 8 de enero del 2021, cuando Antonio Herrada habló sobre su infancia, de los primeros referentes, de por qué estudiar una carrera de ciencias teniendo una vocación literaria tan definida.

— Fue una buena herramienta, aunque en apariencia no tenga nada que ver.

En esa etapa estuvo becado en Alamar 6, una beca amplia, con cinco pisos y apartamentos espaciosos. Una beca también muy lejana de los centros culturales habaneros. A pesar de ello, el hecho de pertenecer a la Universidad de la Habana le ayudó a insertarse en los eventos culturales, deportivos y científicos; alcanzaría el cargo de secretario de cultura de la UH. Empieza también durante la etapa universitaria a viajar el país y a realizar excursiones.

De algún modo conversar con Antonio Herrada en el Café G volvía los temas más livianos. Hablaba no solo sobre esa infancia idílica casi, sino también sobre la ola migratoria que se empezaba a desatar, de las dificultades para la promoción de la poesía y de la casita que se había comprado junto a su esposa. Pero también de cultura, geografía, política, inequidad. Palabras, que en su voz tenían otros matices, para explicar por qué no es igual nacer en el Vedado, en Mantilla, en el centro de la ciudad de Holguín, el Coco o Mayarí. De nacer en otro barrio, en otra ciudad u otro país, la habilidad de versar hubiera sido la misma. El rumbo de su historia quizás no. Y esa es la primera incógnita, todavía intento resolver: ¿a qué viene Antonio Herrada entre tantos oficios a elegir el de los versos? ¿De dónde vendría la inspiración para crear?

Investigar es una gran pasión, al igual que escribir, y que ha marcado toda mi labor como poeta — dice Antonio Herrada muy cerca del mediodía, en el Café G — . No te puedo decir que escriba un libro como realizo una tesis, pero sí me gusta mucho investigar, plantearme temas centrales y a partir de ahí pueden llegar las propuestas que hago. Entré a la Asociación Hermanos Saíz en el 2011. Siento que he tenido como que ganarme las cosas… Publiqué Asimetrías (Ediciones La Luz, 2015), pero es quizás con el Premio Calendario (Plantas invasoras, 2016) que empiezo a participar en publicaciones e ir a eventos. Hay gente que hace el recorrido inverso. Al menos mi camino fue así, ¿no? Gané el Calendario bastante joven, con veintitrés o veinticuatro años, y a partir de ahí visible para un grupo de eventos. El Premio Calendario tiene la ventaja de poner al joven en un espacio al que, de lo contrario, fuera mucho más difícil llegar. Eso sí te lo juro.

Mientras que Herrada agradece a la AHS, sus premios y la visibilidad, para Elaine Vilar Madruga su poesía sobrevivirá al paso del tiempo. Lo publicó el 12 de abril del 2020 en la introducción a una entrevista cuidadosa donde Antonio Herrada da una definición que rescato y anoto con mayúsculas: que la poesía NO sea un rebaño de temas que sale a pastar todas las mañanas, sino que cualquier asunto humano provoque una vibración, una igualdad de frecuencias que hagan al texto y lector oscilar.

Quienes escriben poesía, a juicio de Herrada, debían conocer materias de ciencias naturales, practicar deportes o excursionismo; explorar el mundo y las experiencias humanas, saltar el estereotipo de los creadores de versos. Hay una (o miles) de Cuba desconocidas para los poetas.

Escuche la opinión del poeta, ensayista, crítico literario y de arte, traductor, profesor universitario y destacado investigador literario Virgilio López Lemus

Desde Italia, en un viaje donde promociona su obra, la narradora, poeta y diseñadora Giselle Lucía Navarro toma un tiempo entre actividades — el calor, la belleza y la ternura que emanan de la amistad y el amor por los versos — para responder una pregunta.

— ¿Por qué leer a Herrada en la Cuba de 2023 (la de adentro y esa otra extendida)? — pregunto vía Whatsapp.

— Creo que es una poesía donde la sencillez le aporta un sentido especial, es notable su vínculo a las problemáticas sociales, las raíces y el espíritu del geógrafo, lo que le otorga un agregado interesante a la percepción formal de su poesía, versos, que según me ha contado no nacen fácilmente sino después de un largo período de investigación.

La capacidad de la síntesis, del recurso expresivo exacto, sin más ni menos, son referenciados de forma constante en las reseñas a su obra. “Como un poeta de corto aliento”, definía el escritor Heriberto Machado a Antonio Herrada en una crítica literaria publicada en El Caimán Barbudo el 2 de febrero de 2021. La habilidad para encontrar el verso justo, sin excesos, resultaba una de sus virtudes. Plantas Invasoras, libro en que centraba su análisis, se muestra entonces como un disparo de gracia, varios, que a pesar del discurso directo conseguía construir un discurso polisémico.

— ¿Cuándo leyó Plantas Invasoras?

— Casi acabado de publicarse. Es un libro lacónico, algo raro en los jóvenes poetas, que generalmente se desbordan, en lugar de contenerse; posee a pesar de su brevedad mucha fuerza expresiva, es un libro, sin dudas, vigoroso. Me alegró saberlo ganador del Premio Calendario, pues sentía que era un vínculo más con alguien a quien ya admiraba y apreciaba. Herrada maneja múltiples referentes históricos y naturales; por ello el lector capaz de disfrutarlo a cabalidad, debe tener una cultura basta de ciertos procesos históricos, biológicos y socioculturales, y entender el contexto actual de la Cuba tercermilénica.

“Antes de la cortina vegetal/No es aceptable que crezca el árbol/Si desconoces el nombre de la semilla”. Herrada escribe a partir de las casuarinas que crecen en lugar de pinos al pie de las tumbas de los ocho estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871. Para Heriberto Machado no es casual el uso de la polisemia en un tema de corte histórico, permite el diálogo con una generación muy joven marcada por la emigración, la desilusión y nostalgia de las Cubas que no conocieron (ya sea la de los maravillosos ochenta, los sesenta fundacionales o la época decimonónica).

— Mi generación, que es también la de Herrada, es una generación marcada por la desilusión y el desarraigo. Los valores en los que nos educaron están en crisis o son dignos de mofa. Nadie sufre más en Cuba que ese hombre que se aventura a no ocultar lo que piensa. Por ello a ratos el discurso de Herrada, puede parecer sinuoso, pero si se le lee bien, sin temores, se verá que es bastante diáfano. Es un hijo del vacío dialogando dolorosamente con el entorno insulso que lo rodea. Por ello tiene que buscar en el pasado algo a lo que aferrarse. Como diría Percy Shelley: “Tumbas son de las que un glorioso fantasma puede salir de un salto a iluminar los días tempestuosos de hoy”. Tumbas decimonónicas, por supuesto.

No veo cuándo el chofer da un frenazo sonoro, ni a aquel otro carro que pita con insistencia. Al centro de la mesa, dentro de la cafetería, representan apenas un ruido de fondo. Como los platos, que resuenan en la cocina, o los murmullos de la gente que al unirse en coro se vuelven una gritería sostenida. Con algo de esfuerzo leo la cita de Heriberto Machado. Al terminar de leer, Herrada sonríe.

— Cuando me pongo a analizar los libros que he escrito, que son tres, me doy cuenta que el ‘yo’ que se plantea es colectivo. Me ha sido esquivo tener el ‘yo’ individual. Es muy interesante. En España, por ejemplo, la poesía es muy autorreferencial. Por una parte, ha sido mi elección y por otra, consecuencia. La educación en Cuba es diferente. Los niños crecen con una idea de lo que son los héroes, de lo que es la historia, lo que es el transcurrir del país. Lo que es la Patria. Eso lo inunda tanto todo que a veces se pierde hasta la propia individualidad. Cuando te crías y todo lo que oyes está basado en paradigmas patrióticos e históricos, llega un momento en que el ser crítico que va leyendo y escribiendo se empieza a plantear dudas. En mi primer libro, llamado Asimetrías, también aborda lo político y la realidad cubana, pero desde el simbolismo. Yo venía de Holguín que es una provincia donde se cultiva la poesía lírica, la poesía de las máscaras, pero si uno empieza a entender la referencia a los padres no como a los padres de uno, sino a los antecesores, empieza a entender los intertextos sobre Martí o el hombre nuevo que ya estaban en ese libro, de forma camuflada. Te das cuentas que he seguido como una línea, escribir sobre el país y el individuo que no se entiende solo. En estos libros, el tratamiento ha sido deconstruir el paradigma. Entenderlo, situarte tú frente a él y decir va por acá, va por allá. Plantas Invasoras en específico, aunque fue difícil traducirlo, lo que intentaba era transponer la idea de los Pinos Nuevos como paradigma y esos árboles que crecieron en ese lugar que no son pinos, y son, no una burla, sino una consecuencia de la realidad.

El imaginario de Antonio Herrada se encuentra plegado de símbolos, patriotas y el concepto de la patria. Tan íntimamente unido a su cotidianidad que el poeta llega a cuestionarse y analizar por qué mientras sus contemporáneos nacidos en otros países — como España — tienen un discurso más apolítico, los nacidos en Cuba (finales de los ochentas y en los noventas) tienen la política como una marca profunda, en los más diversos signos.

— Nosotros fuimos una generación — aventura hoy — que cuando las anteriores se pudieron decepcionar o chocar con la dura realidad que fueron los noventa, hubo una especie de recuperación en un proceso que era de la Batalla de Ideas, una cruzada cultural e ideológica que blindó las escuelas. Vamos a decir que fue una vuelta de tuerca y eso hace que muchas veces nuestros imaginarios, pasa mucho en el cine, se pueda desligar muy poco de eso en la generación. Me pregunto por qué a nosotros nos ha pasado lo contrario que al resto, a esta generación por qué le preocupa tanto el país, la patria, el destino, lo que va a suceder.

Corría el niño por la hierba, verde que no podía ser de otro color, todo el día. Blanca era la ropa antes, pulcrísima, al entrar al círculo infantil. Blanca era la camisa, pequeña y tierna, que se pegaba al cuerpo sudado después de saltar, caminar, dar carreras. Al transcurrir la mañana la pulcritud iba cediendo espacio a otros colores. Margarita Hidalgo, su madre, tras notar que todo intento de limpieza en el uniforme escolar rodaría por la tierra en un fracaso total, decidió que debía llevarlo con pullover y shorts. No había maestra que atendiera aquel grupo de prescolar y su hijo continuaría jugando en el patio gran parte de ese curso escolar. Ella lo narra de otro modo.

— Los niños hacían cualquier cosa. Él, como era tan intranquilo, corría, corría y corría. Lo que recogía por la tarde no era un niño, era un trapo sucio. Era todo churre. Tenía aquella cara ‘birria’, ‘birria’, llena de sudor. Lo dejé de llevar con el uniforme. Si la maestra no iba ¿Para qué? — comenta vía WhatsApp, el 3 de abril de 2023.

Aquella camisa, lavada con sumo cuidado, no era ya blanca, ni tenía algún color definido que no sea el color ‘churre’. Tampoco eran blancas las medias. Al niño, aquello de la limpieza a la cual su mamá destinaba tanto tiempo y esfuerzo, le resultaba extraño. Lo suyo era correr por la hierba verde-verde. Las esperanzas de Margarita con aquel hijo suyo estaban sucias, igual que la ropa que lavaba cada día luego de que aquella bolita sucia regresara a casa. Cómo le iría en la escuela a ese niño intranquilo e inquieto que fue Antonio Herrada Hidalgo. Esa era su pequeño martirio, preguntarse una y otra vez cómo resultaría el cambio.

Sería, cómo dudarlo, un proceso intenso de adaptación.

Sería, cómo negarlo, una etapa de descubrimientos. Antonio encontraría la habilidad para escribir versos y no dudaría en utilizarla como un arma: para ganar concursos, participar en clases y tiempo después conquistar muchachas.

Fue el comienzo de un poeta, cuyos versos se parecen mucho más a correr sintiendo la hierba bajo los pies. Como si después de más de dos décadas, algo de aquel chiquillo que no consiguió mantener la camisa blanca, continuara latente en el escritor.

— Plantéenme lo que usted me quiere decir primero — le dijo en una ocasión la maestra Matilde Velázquez a Margarita — .

— Mire, mi hijo es muy inquieto yo tengo mucho miedo que no se adapte en el aula porque estos niños no aprendieron nada-nada-nada. Ellos no saben los trazos, ellos no saben las letras, no saben los números, no saben lo básico que tiene que saber un niño que llega a primer grado con el preescolar vencido.

— Por eso no te preocupes, yo me voy a ocupar de eso.

Margarita reconstruye aquella conversación en un audio breve donde apenas se puede entrever que ocurrió en la escuela y que se fue algo calmada. Semanas antes, la propia maestra Matilda me había dicho en una conversación, vía teléfono móvil, una idea que anoté y desde donde intuyo fluye, fresco como un río, tanto agradecimiento: “Una frase puede enaltecer a un alumno y puede destruirlo”.

Pasó la noche sin dormir, haciéndose preguntas. Sabía de antemano cómo sería el día siguiente. Ella pondría un ejercicio en la pizarra y poco después el alumno saldría corriendo del aula para dar vueltas por la escuela: 1, 2, 3. Algo agotado regresaría al aula para la siguiente actividad. La maestra Matilde Velázquez, profesora de primer grado, confiesa — en el 15 de marzo de 2023, también desde Holguín — que perdía el sueño por causa de un niño que describe como intranquilo, de ojos espléndidos y mejillas rosadas — que bajo el solo llegarían a tonos rojizos — .

Para mantener al niño en el aula, empezó a trabajar con tarjetas. Cada estudiante tendría una caja, de tamaño más bien pequeño, con sus ejercicios. Antonio tendría una cajita llena. Cuando sus compañeros completaban un ejercicio, él había resuelto cinco o seis. Ninguno sabía que sus ritmos eran distintos o las diferencias. No era la intención volverle distinto al grupo, sino retar su mente para que el cuerpo pudiera estar tranquilo en el asiento, en lugar de protagonizar carreras continuas por la escuela. La camisa poco a poco volvería ser de un tono más blanco.

La maestra Matilde no podía imaginar a dónde irían los pasos de Antonio Herrada.

Las vueltas que daría de la ‘ciudad de los parques’ a la Habana y de ahí a Madrid.

Ni podría suponer que sería mencionada en muchas entrevistas y que sería nombrada como una segunda madre, una de lazos afectivos ya que no sanguíneos. Pero sí tendría algunas pistas respecto a la sensibilidad para la poesía.

— Trabajaba en el seminternado Luis Peña Martínez — en Dositeo Aguilera — muy cerca del Ateneo Deportivo. Al lado de mi seminternado hay dos círculos infantiles, en uno estaba Herrada. Como maestra les fui conociendo y amando. Fui identificando sus corazones. Es muy diferente cuando empiezan como alumnos en primer grado — .

— ¿Cómo descubrió que Herrada tenía habilidades para escribir poesía?

— En segundo grado, hice un concurso con ellos, “Poeta como Martí”. No solo era sobre el apóstol, sino con la libertad para escribir sobre otras temáticas. Hubo ciertas burlas de otros profesores y de la dirección porque pensaron que los niños no podrían componer nada, pero participaron todos. Parece que eso incentivó en ellos el amor por la poesía. (Alguien me dijo que todavía entraban a la escuela cantando poesías que yo compuse). Antonio empezó a mostrar su talento desde ya y siempre brilló. Disfruté ese talento, y traté de llenarle sus espacios y enriquecerle. Fue el alumno más integral de su graduación. El trasnochar me hizo descubrirlo. Podía confundir a cualquiera. Entre más actividades, más avidez tenía. Se ríe cuando hablamos. Me prometió venir a darme un beso en la punta de la nariz. Estoy esperando ese beso — .

El sonido de los platos se intensifica. Herrada cuenta de un tatarabuelo japonés y varios abuelos españoles. Su próximo libro toma su yo individual para reflejar a partir de ahí el ser social.

— Es difícil reconstruir el pasado si tus ancestros vienen de África o Asia, pero si vienen de Europa tienes más facilidades porque hay registros. Lo que me ha motivado en este libro es ver el tránsito entre las familias. He descubierto que he tenido familiares mineros, que mis bisabuelos se desempeñaron en actividades agrícolas en España — alguien ríe alto. Mi apellido tiene que ver con una herramienta que se utilizaba en el campo — resuenan los platillos y vasos al servirse — .

En Madrid, Antonio Herrada estudia e investiga Iniciativas culturales que surgen desde la comunidad, que resisten desde los barrios populares. La universidad, a su entender, es un espacio crítico y de izquierdas. El patriotismo y la nación, por otra parte, muchas veces son capitalizados por las derechas de corte casi fascista para coartar derechos. Las tradiciones, la identidad cultural, tiene un corte más local. En Madrid van a confluir, como ríos a la desembocadura, muchas tradiciones de los pueblos esparcidos en el interior de España y más distantes, de los pueblos de América Latina. Quizás por ello le resulta fácil defender que los paradigmas cambiaron, que ahora la gente se mueve mucho y el margen de movilidad no es ya de diez kilómetros, sino de doscientos para realizar actividades cotidianas.

— Producto de la globalización, hay movilidad internacional, de gente que se mueve continentes para estudiar, hacer familia. Pero también local, cada vez habitamos más espacios y recorremos más distancias en nuestro vivir cotidiano.

— ¿No tienes el dinero exacto? — interrumpe la camarera y recoge la cuenta.

Herrada pudo como los otros/ Decir lluvia/Y esperar que la tarde nos mojara, pero escogió la poesía que es otro modo de elegir un revolver. Sus versos se volvieron disparos, directos y a quemarropa. Es la creación artística su condena feliz, una donde se declara aprendiz. Narrar un país, cuestionar sus discursos y mirarse a sí mismo como parte de una familia, una comunidad, un pueblo, son algunos de los rasgos identitarios de su obra. La reflexión va a lo profundo del ‘yo’ colectivo que construye. Un ‘yo’ marcado de contradicciones y contrastes, también de belleza, quizás una agridulce y nostálgica. Una escena que bien pudiera resumirse en el país-papalote que sostiene para que no se le aleje demasiado.

Foto original tomada del perfil en Facebook del autor

Busco mi lugar en esa línea.

No tuerzo tabaco.

Nunca he cortado caña.

El ron es una mezcla desconocida.

No estoy llevando al país a ningún lado.

(Líneas de exportación)

La Habana, 8 de enero, 2021. Si examinamos el cuerpo de un país a partir de un hombre, Herrada, encontraremos que hay conflictos y contradicciones. La balanza se encuentra servida; de un lado, la oportunidad de acceder a los estudios y formarse en una carrera afín; del otro, la dificultad para encontrar el sustento cotidiano en un empleo relacionado con esa profesión. El cuerpo del hombre, y del poeta, del académico, del maestro, para crear y formarse metas superiores precisa resolver necesidades básicas, alimentarse, tener un techo, acceder al transporte. La crisis marca el cuerpo del país, y ¿por qué no?, del poeta.

— A veces, uno siente que, para resolver determinados problemas, la gran solución es irse de Cuba — dice Herrada — . Y muchos de esos problemas pasan por ti mismo o por la concepción de la sociedad capitalista posmoderna. En mi caso, he resuelto bastante bien ese conflicto teniendo en cuenta que soy un emigrado en la ciudad, es decir, vine hacia La Habana con poca familia, sin tener un lugar donde vivir después de graduarme y he podido resolver esos conflictos, sin dejarme derrotar. Lo otro yo creo que es tener calma, tener como visión de futuro, hay muchos problemas que uno no puede resolver en ningún lugar.

La Habana, 6 de abril, 2023. Antonio Herrada asiste a la universidad casi todos los días. Se integra en la vida estudiantil de la facultad. Decidió estudiar el doctorado en la primera cuarentena y encontró la oportunidad en Madrid, un sitio que le resultaba familiar, tiene un idioma común y es catalogada también como una ciudad de extranjeros. Allí recibió el Premio Complutense de Literatura 2022 y publicó su libro Líneas de Exportación. Las bibliotecas son espectaculares, según confiesa, y se ha aclimatado mejor gracias a ellas.

— Hay certámenes literarios, actividades culturales. Puedes encontrarte con autores cubanos allá que van a presentar novedades, conocer otros escritores latinoamericanos.

— ¿Y escritores cubanos que viven en Madrid?

— También. Te da un sentido de familiaridad que te ayuda a adaptarte a la ciudad. También ha coincidido con una crisis migratoria en Cuba y muchas personas que formaban parte de mi cotidianidad aquí han ido a parar allá. Les puedo llamar cualquier fin de semana y verles, conversar, compartir. España es el segundo país, después de Estados Unidos, con más cubanos fuera de Cuba. Madrid al ser la capital, tener más oportunidades de empleo y compartir idioma hala mucho a los cubanos. Eso da un sentido de familiaridad muy interesante.

Retomamos el camino inverso, de Infanta a aquel parque en Ayestarán, todavía con vecinos, abuelos, caminantes y gente que espera las guaguas, en la despedida confiesa que al igual que en La Habana, en España su hogar queda en un barrio popular, aunque cerca del centro. En Madrid, como en la Habana, la poesía también es un negocio en bancarrota, no tan conocida por amplios públicos, lo que en sus propias palabras es algo positivo. “Te permite seguir siendo de alguna manera siempre un desconocido que camina por las calles”.

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