La relectura de la patria
Un pasaje de la Historia — el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina — , es traído a colación, revisitado, por Antonio Herrada en Plantas Invasoras, Premio Calendario de Poesía 2016…
Antonio Herrada es un poeta de corto aliento. Si bien a los jóvenes bardos les cuesta contenerse en sus primeras propuestas poéticas, a Herrada el verso justo, el poema despojado de adornos, la sintaxis breve, le concierta con gracia y esmero, incluso podría hablarse de finura. Ya en su primer libro, Asimetría (Ediciones La Luz, 2015), hace gala de la construcción mínima, del decir directo y objetivo; como una persona que se anda sin rodeos y busca decir las cosas como son; pero justamente, en gran medida, la poesía puede ser lo contrario: buscar formas subjetivas de decir lo objetivo, dar un rodeo inmenso antes de llegar a lo aparentemente claro o conocido.
También en Plantas Invasoras (Premio Calendario de Poesía 2016 y publicado por Casa Editora Abril, 2017), libro que nos atañe, el decir es directo, las palabras cortan como guillotinas, golpean como un tiro de gracia; sin embargo lo que se dice, la metáfora total de cada poema y, en sentido final, el libro en sí, es sumamente ambiguo. El discurso falsea sus intereses, el sujeto lírico teme enfrentar una opinión que rebase lo sugerido, va tanteando el espacio en el que debe germinar cada palabra.
Herrada discursa desde y sobre la juventud, pero cabría preguntarse: ¿desde qué juventud?, ¿la juventud fusilada que crece en la sobrevida o la juventud que, como “pinos nuevos”, crece sin arraigo a la patria y busca nuevos horizontes, ajenos derroteros, como semillas dispersas en el aire?
Un pasaje de la Historia — el fusilamiento de los ocho estudiantes de medicina — , es traído a colación, revisitado; uno de los instantes más crudos de la historia colonial. Jóvenes que, ajenos a la política, a la gesta liberadora desarrollada en el Oriente del país, tuvieron que pagar, con creces, el desastre militar que sufría en ese instante el Ejército Español. Jóvenes que pagan una culpa ajena: he aquí la más cercana correlación de este pasado recontextualizado y el presente que nos socava.
“Fusilamientos” es el título de la primera sección del cuaderno. La misma agrupa 14 poemas que transcurren con el extraño desenfado de quien está diciendo una verdad de Perogrullo; pero acá no hay verdad dicha, sino apañada. Estos poemas son balas de incertidumbre, dubitación y miedo. Si antes resaltábamos la objetividad en la forma de decir, hay que resaltar también la multiplicidad de lecturas que puede ocultarse en todo lo que se dice. Tras la lectura asalta la inquietud; no sabemos a quién se juzga o recrimina, o si acaso se juzga o recrimina, si es esta, o no, la intención:
IMPACTO
Una bala no pregunta no duda no supone.
Una bala se dispara en la cabeza
se incorpora a la cabeza
la destruye.
La segunda sección, “Diseminaciones”, responde más al enunciado que el libro plantea desde su título. El árbol es ascendencia, pero también es ausencia de locomoción, imposibilidad de existir fuera de un pequeño margen de tierra y cielo. No obstante el aire empuja sus semillas, las lleva tras innúmeras fronteras. La juventud desarraigada crece por doquier, vislumbra un futuro ajeno a sus raíces, al pensamiento insulso, a la idea de Patria que trataron de sembrarnos como una ortiga en su cabeza.
El libro en gran medida es dos libros, no por su temática que resulta brumosa o enmarañada, sino por los motivos que conllevaron a su escritura: el fusilamiento con toda su carga simbólica y la vida, en apariencia quieta, de los árboles. El fusilamiento como anteposición del futuro, el árbol como víctima de lo vital, como fallecimiento estático, quietud resquebrajada: Un árbol muerto /buscando vida /mata. Pero a mi entender son mundos disociados dentro del libro; y el móvil que intenta unirlos, o yuxtaponerlos, devenido en las ocho casuarinas que se levantan en el monumento a los ocho estudiantes fusilados, es realmente endeble, tomado por los pelos.
Creo que Plantas invasoras trata de plantear una relectura de la Patria, del país y su constante intercambio con la Historia; para ello Antonio recurre a la palabra precisa, a la sentencia inapelable. Confunde sus versos con disparos. Pero es solo mi visión, que bien pudiera estar distante de la génesis escritural, que bien pudiera disentir con todos, que perfectamente podría estar errada.
Publicado en la revista El Caimán Barbudo